Uno de los objetivos más importantes que se plantean en los programas de educación, básica y media superior, para favorecer el desarrollo integral del ser humano es el que los alumnos adquirieran la capacidad para expresarse correcta y eficazmente por medio del lenguaje escrito.
Es tarea de los maestros enseñar estrategias que permitan a los alumnos adquirir el mecanismo de la escritura y comunicar mensajes claros, precisos y correctos. A esto debe agregarse el que los alumnos sean capaces de expresarse en forma creativa… pero muchas veces esto no sucede.
Muchas veces creemos o sentimos que lo que estamos escribiendo no manifiesta con toda precisión lo que pensamos. Tenemos clara una idea, sabemos lo que deseamos transmitir y, sin embargo, en ocasiones no resulta fácil hacerlo. ¿Por qué? La razón es simple: nos cuesta trabajo expresarnos por escrito porque no sabemos redactar.
De la redacción (la expresión escrita de nuestras ideas, pensamientos, sentimientos) depende en gran medida la comunicación. Si nuestra forma de redactar no es completa, clara, precisa, da lugar a la incomprensión. Una mala redacción se debe a la elección de palabras inadecuadas, al empleo de formas gramaticales erróneas, a la falta de unidad en las ideas, etc.
El lenguaje (oral o escrito) constituye nuestro medio de comunicación por excelencia. El lenguaje está relacionado con todas nuestras actividades. De nuestra capacidad para redactar una pequeña nota, un recado, un informe, una reseña o cualquier tipo de escrito, podrían depender muchas cosas: conseguir un empleo, una beca, o aprobar un examen, por ejemplo. Nuestra forma de usar el lenguaje es una especie de tarjeta de presentación ya que habla sobre nosotros, dice quiénes somos y cómo somos.
Por lo tanto, del conocimiento y manejo del lenguaje escrito depende el logro de una buena comunicación, esencial en toda actividad humana.
Una buena redacción es el resultado, por una parte, del conocimiento de la lengua y, por otra, de la práctica.
Si queremos aprender a escribir, hay que leer y escribir. Para mejorar nuestra forma de redactar debemos leer y escribir mucho. Debemos leer cuidadosamente, ordenar nuestros pensamientos y expresarlos por escrito (leer como escritores y escribir como lectores).
La lectura es sin duda uno de los caminos para llegar a la escritura; contribuye a enriquecer nuestra visión del mundo, a esclarecer nuestras ideas, a conformar nuestro pensamiento; nos familiariza, además, con las formas gramaticales y léxicas propias de nuestro idioma.
Por eso, para aprender a escribir bien hay que aprender a leer bien (leer como escritores) y escribir mucho siguiendo las reglas básicas de la lengua (escribir como lectores).
Para escribir bien hay que tener conocimientos de la lengua. Esto no quiere decir que debamos ser expertos en las ciencias del lenguaje o grandes conocedores de la gramática o de la sintaxis para poder redactar con propiedad y corrección. Significa, más bien, que para escribir con propiedad tenemos que revisar y familiarizarnos con ciertos conceptos gramaticales básicos, cuyo conocimiento nos permitirá escribir mejor.
Todas las ciencias y disciplinas están apoyadas en normas, es decir, están reglamentadas. El lenguaje no es la excepción. En la formulación de un enunciado subyace un conjunto de reglas que todos los hablantes compartimos. A la existencia de esas reglas se debe precisamente el que todos los miembros de una comunidad puedan utilizar la misma lengua y se comprendan unos a otros.
La redacción debe ser clara y precisa. Para lograrlo debemos conocer y aplicar ciertos aspectos gramaticales que nos serán de gran utilidad y sin los cuales es difícil llegar a alcanzar un buen dominio de la lengua escrita.
Para fines prácticos, los aspectos básicos de la gramática que debemos conocer para mejorar nuestra escritura podemos clasificarlos en tres grupos que están relacionados con tres elementos de la redacción de un texto: la palabra; el párrafo; y el escrito.
Al avanzar en la redacción de un texto, si se utilizan de manera adecuada los dos primeros elementos (la palabra y el párrafo) éstos van relacionándose entre sí para dar origen a un escrito claro, preciso y coherente.
Para mejorar nuestra redacción, se sugiere hacer un repaso acerca de los siguientes aspectos gramaticales:
a) La palabra: este apartado incluye el conocimiento y un adecuado manejo de:
b) El párrafo: este apartado incluye el conocimiento y un adecuado manejo de:
c) El escrito: este apartado incluye el conocimiento y un adecuado manejo de:
Pero sobre todo, antes de empezar a redactar se debe tener muy claro para qué se va escribir, es decir, debemos tomar en cuenta qué tipo de texto queremos generar, pues como unidades comunicativas los textos manifiestan las diferentes intenciones del emisor y buscan informar, convencer, seducir, entretener, sugerir, etc. Y como decía mi abuela: “Según el sapo es la pedrada”. Es decir, cada tipo de texto tiene características especiales en cuanto a su estructura y contenido (forma y fondo) y debemos elegir el tipo de texto más adecuado para lo que queremos transmitir. Y no mataríamos moscas a balazos, ¿verdad?
Pero, ¿cómo elegir el tipo de texto adecuado para expresar mis ideas?
Eso lo veremos en otra ocasión.
Por lo pronto, comienza a repasar los aspectos gramaticales antes planteados.
Para facilitar el acercamiento a estos temas ayuda mucho leer diferentes tipos de texto, poniendo especial atención al uso de estos elementos gramaticales (leer como escritores).
Y una sugerencia final: revisa la manera en que escribes tus mensajes a través de los medios sociales de comunicación (correo electrónico, facebook, twitter, etc.), y si eres miembro de esa banda de terroristas del lenguaje que asola las redes, corrige la forma en que redactas tus textos… ese sería un buen comienzo.
Nos leemos en la próxima.