Resumen
La publicación de la convocatoria del Programa de Estímulos al Desempeño Docente (PROESDE) marca la expectativa de incrementar los ingresos económicos del trabajador académico en la Universidad de Guadalajara, ingresos que sin lugar a dudas le permitirán elevar su nivel de consumo y el aseguramiento de un aceptable nivel de productividad. Sin embargo, la publicación de la convocatoria permite que emerja el malestar callado entre cierto número de académicos por la política de beneficiar a un mismo bloque de académicos que cuentan con contrato de profesor de carrera en la universidad.
Estas manifestaciones se ven expresadas en el beneplácito de los convocados, por una parte, y por la otra, verbalizadas de diferentes formas, unas hacia fuera de la institución, como es el caso de los que elaboran algunos artículos con puntos de vista críticos o de resistencia a este programa de compensación salarial en publicaciones independientes; otras al interior, como los grupos que se forman en los espacios formales para exigir el reconocimiento de sus particulares trayectorias, o bien informales, en la vida cotidiana de los espacios universitarios, en las salas de maestros, pasillos, laboratorios, cubículos o áreas de reunión para manifestar sus críticas o especulaciones, y por último, las actitudes de enojo y de impotencia por los resultados de la evaluación que son publicados en su momento, listados que son encabezados por funcionarios o directivos que incluso no tiene carga horaria frente a grupo o bien cuentan con profesores que buscando una oportunidad laboral cubren su carga horaria, recibiendo en la mayoría de los casos pago por hora clase impartida, esto es, sin las prestaciones correspondientes.
Palabras claves: Salarios, trabajo académico, estímulos, desempeño docente, reconocimiento al mérito, frustración, evaluación, productos, programa educativo.
El Informe Mundial sobre los Salarios 2012/2013, emitido por la Organización Internacional del Trabajo, con sede en Ginebra, Suiza, hace énfasis en forma irónica de la recuperación negativa de los mercados laborales, indicando que desde la última década del siglo pasado se presenta un estancamiento salarial, entendido éste como pérdida de competitividad; desde una visión simplista, es la pérdida en la remuneración de la mano de obra, incluso se afirma que dicha disminución es también significativa en aquellos países en los que se ha marcado un incremento salarial.
Por su parte, la discusión de la competitividad y de capacidad de consumo sigue siendo el reto del estado de derecho. La política sobre el control de los salarios busca más la eficiencia económica que el desarrollo social. El incremento salarial está contra los procesos de reivindicación gremial de los trabajadores, por esta razón se abrazan los programas de incentivos económicos, llamados de estímulos, mismos que en el fondo representan un incremento diferenciado en los ingresos de los académicos de las universidades públicas.
Las políticas salariales asumidas por el gobierno federal han trascendido cada vez más a las universidades públicas, al grado de que no les ha quedado otra alternativa que aceptar las reglas del juego del aparato estatal.
En el contexto de esta crisis salarial los trabajadores universitarios asumen la percepción de que a falta de buenos salarios se verán compensados con los estímulos económicos y que los recibirá en razón del reconocimiento a sus méritos y a una dosis de buena suerte.
Los méritos ya reconocidos. El ejercicio del poder desde la estructura social del ciberespacio se presenta como una efectiva hazaña para presionar informalmente a las autoridades universitarias; salta a la vista el poder de los académicos con el reconocimiento al mérito denominado por sus siglas como PROMEP, en alusión al Programa Federal de Mejoramiento del Profesorado, el que establece que independientemente de los bajos salarios, este recurso se debe de otorgar sin más y acatando las reglas de juego de la simplificación administrativa establecida en el reglamento de dicho programa, esto es, sin integrar un expediente de méritos y productos, sólo basta con cumplir los requisitos de participación.
Estímulos a los estimulados. Los principios que rigen estos programas son los de la administración científica, de la productividad y la competencia, trasladados de forma mecánica del ámbito de las empresas y de los organismos privados al medio académico universitario. Se busca entonces que de acuerdo a esta política de compensación salarial, se distribuirán de acuerdo con las reglas de dedicación a la vida científica, difusión y docencia, por esta razón el estimulado debe ser sobreestimulado, recibiendo entonces a parte de su salario como trabajador de tiempo completo, los derivados de sus acciones para la mejora de su desempeño académico y de lo relativo a los logros derivados de su producción de reconocimiento por el Consejo de Ciencia y Tecnología.
Esta nueva racionalidad administrativa, respaldada por la normatividad y la convocatoria respectiva del Programa de Estímulos al Desempeño Docente (PORESDE), ha traído como consecuencia la modificación de las estructuras académicas de las universidades, la desarticulación de las tareas sustantivas y la pérdida de algunos de los elementos esenciales en el trabajo académico, como son el compromiso social y la satisfacción armónica hacia la propia actividad académica.
Se ha repetido en forma incansable por las autoridades universitarias que el PROESDE no es deseado, que lo mejor sería una regularización salarial o incluso una reformulación del esquema de categorías y niveles, sin embargo, se objeta que no queda de otra, la Universidad de Guadalajara en tanto no cuente con los presupuestos suficientes para cumplir con sus funciones y dar atención a la demanda creciente de educación superior, es dócilmente sometida a la nueva racionalidad administrativa.
Los estímulos al desempeño docente se presentan como beneficio económico para el personal académico de educación media superior y superior, independientes al sueldo, por lo que no constituyen un ingreso fijo, regular ni permanente, no es susceptible de negociación sindical o gremial. En este marco, los programas de estímulos con sus correspondientes montos económicos entregados a la Universidad de Guadalajara han sido una de las vías de imposición y supervisión de la “evaluación” al trabajo académico universitario.
El salario no sufre aumentos, no se reconocen los méritos y trayectorias a partir del escalafón y merecimientos por los productos obtenidos en la actividad académica, las categorías y promociones son resultados de la buena voluntad y de la disponibilidad salarial, se entiende incluso que si un académico resulta repentinamente promovido es por acuerdo del más alto nivel, sobra decirlo, legal y justificado.
Los estímulos, un beneficio a los ya beneficiados. En una revisión autocrítica frente al dique de contención salarial impuesto y al recorte presupuestal, a la autoridad universitaria no le quedó otra alternativa que aceptar los recursos destinados a los programas de estímulos y enseguida dedicarse a definir los criterios de evaluación y a elaborar los reglamentos para regular su funcionamiento, como se documenta en los “Lineamientos generales para la operación del Programa de Estímulos al Desempeño del Personal Docente de la Educación Media Superior y Superior, emitido por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público Federal”.
En la implementación y regulación normativa de dicho programa por la universidad, según algunos expertos en la materia, se han observado dos tendencias: una a considerar todas las tareas académicas (docencia, investigación, tutoría, gestión, extensión y difusión) y en este sentido la exigencia a todos los académicos concursantes de que muestren resultados en todas y cada una de las funciones sustantivas, y la otra tendencia busca dar prioridad a los mecanismos para evaluar las actividades de investigación, para tener más referentes en este campo, es lo regulado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y el Sistema Nacional de Investigadores y de Creadores de Arte (SNI y SNA).
A la fecha se puede afirmar que la práctica de la evaluación ha invadido las tareas de las instituciones educativas y la de los académicos en especial; la autonomía universitaria es vulnerada y regulada por la propia universidad, de tal forma que el debate de la evaluación en el nivel superior lo tiene el PROMEP, pues de lo que se trata es de obtener la vigencia del reconocimiento como PROMEP o SNI, lo importante es contar con dicho documento y se tiene como dado el nivel máximo de los salarios mínimos establecidos, o bien, qué categoría y nivel ha alcanzado desde la fecha de inicio del programa de categorías académicas conocido como homologación.
Para la Universidad de Guadalajara, lo que más destaca de sus modalidades de evaluación por perfil PROMEP (artículo 34 y 36) o expediente (artículo 43), es en el primer caso la uniformidad de criterios (donde se es participante si cumple con los requisitos establecidos en la convocatoria y donde la diferencia del nivel asignado es el grado académico, maestría, hasta siete salarios y doctorado, hasta el tope de los nueve salarios), sin embargo en la evaluación por expediente de méritos impera la variedad de criterios para evaluar a los participantes, estableciendo como marca el estilo y visión de la comisión dictaminadora para reconocer la dedicación a la actividad docente.
El Programa de Estímulos sí que ha estimulado la relación interna entre los académicos con alianzas y vínculos, por lo general, cerrados para la protección en la obtención de los mínimos que otorga el programa, sea como consolidación de cuerpos académicos o bien por el tráfico de productos indistintamente presentados en foros para la generación de constancias. Pero también, en forma negativa, los reclamos, las discordias y las rupturas de sólidas relaciones de pertenencia, por la simple sospecha de que a otros se les otorgaron discrecionalmente constancias sin más. La actuación, percepción, valoración y comportamientos en las comunidades académicas no han sido suficientemente estudiadas por los investigadores dedicados al tema de la educación y los universitarios.
El juego de poder de la estructura directiva es activado para recompensar o castigar cuando se acercan las fechas de la publicación de la convocatoria, la estructura administrativa es puesta en marcha para la elaboración de constancias. Todos solicitando, elaborando o reclamando su paquete de constancias de lo pensado, realizado o simplemente solicitado de acuerdo con la convocatoria de dicho programa. Se solicita de todo, incluso lo no contemplado en la convocatoria, sólo por el vértigo de no quedar abajo en la relación de evaluación-puntaje de los académicos beneficiados.
En las tres últimas convocatorias, la situación ha cambiado significativamente, pues los paquetes asignados atinadamente no se otorgan por dependencia, todos participan contra la estructura del programa, o bien, contra comisiones indolentes que regatean los méritos y esfuerzos de los desvelos y los esfuerzos académicos. La frustración acumulada de los participantes es relativa a los niveles educativos, para los menos, es no contar con los documentos requeridos para ser participantes, otros, en sus cálculos, elaborando al pie de la letra constancias indicadas en la tabla, otros más, a la espera de que las áreas sobresaturadas de puntos puedan derramar algunos criterios hacia indicadores no trabajados, como es el caso de la investigación en el nivel medio superior.
El programa se define como benefactor de los académicos de tiempo completo con categorías de asociado y titular (sólo el 30% de las plantillas académicas, bloque de académicos beneficiados con la seguridad laboral y un salario tabular estable). Los estímulos para la mayoría de los académicos no estimulan, son un premio a un cierto grupo, la institución genera la imagen, educa para la conquista del tiempo completo con o sin convocatoria, las relaciones de afinidad y lealtad política entre los grupos es la habilidad desarrollada como competencia para la pertenencia en la institución.
Somos los mismos académicos concursantes los que admitimos esas reglas de participación, dado que dicho programa responde a la necesidad económica de compensación salarial y a la satisfacción de las necesidades de confort y de aseguramiento en las condiciones de producción académica, ya que también son presentadas en teoría bajo la pretensión de exclusividad como ejercicio de nivelación de los tiempos completos que no cuentan con otras fuentes de ingreso. La cláusula de exclusividad provoca frustración, desencanto y desilusión; sin embargo, para los no convocados, la mayoría excluida del universo de los beneficiados (los académicos que no son asociados o titulares), es una oportunidad para el escarnio y la burla de quien sufraga la convocatoria, pues esos académicos que son convocados cuentan con otros ingresos, puestos o dedicaciones y participan arropados con el velo de la indiferencia.
Desde un punto de vista organizacional, el efecto no deseado de los estímulos, la simulación genera desencanto, frustración o autocomplacencia. El programa, lejos de promover el compromiso con la institución y la creatividad en el trabajo, se convierte en un elemento que deteriora y autodestruye la imagen de los académicos. Además, la unificación de éstos como soporte y base del trabajo académico, con tales condiciones resulta inalcanzable, porque lo que priva es la contienda, el divisionismo y una competencia entendida como rivalidad que descalifica el trabajo del compañero, así como una actitud calculadora y de trueque al asumir la postura de no hacer nada por la universidad, excepto aquello que directamente le proporcione puntaje (constancias) para su evaluación.
El riesgo de este proceso de competencia por obtener lícita o ilícitamente constancias, es marcado por la descalificación de los otros, la simulación y el autoengaño generados como efecto de este programa de pago al reconocimiento o la credencial al mérito, es el deterioro cada vez mayor de las condiciones académicas, el arribo a las élites autocomplacientes y al alejamiento de cumplir satisfactoriamente con las actividades de formación de profesionales y técnicos.
La tabla de evaluación de este programa es una discusión cerrada y al margen de los docentes. La unificación del desempeño docente de los diversos actores es marcada por la permanente omisión de las tareas académicas del nivel medio superior. El hecho de que al docente no se le reconozca como tal, lo lleva a pensar que los únicos beneficiados son los investigadores, ya que el diseño del programa está más cercano a dicho perfil.
El desconocimiento de los rubros o actividades a considerar en la evaluación provoca una serie de distorsiones en el proceso de evaluación, proyección y desarrollo de la actividad académica, de especulación sobre los aspectos que abarcará el nuevo programa, llevándolos a tener constancia de todo para cubrir la mayor parte de las tareas indicadas en dicha tabla con posibilidad de ser evaluadas. Tener amigos y ganar constancias es la constante para llegar con un engrosado expediente, ya sea por méritos propios o algún tipo de favor recibido.
Es un hecho, el desempeño en la calidad de la docencia se diversifica en las funciones sustantivas y de gestión, por tal motivo cobran prioridad las publicaciones, lo que hace pensar que este programa vulnera la razón por la que se presenta el desempeño a la docencia. Los estímulos, estimulan al nivel superior, serán los investigadores con cargas horarias mínimas y apoyos diversos los que atenderán esta exigencia, aunque en este nivel esa discusión no se tiene presente, pues lo que importa es que tengas publicaciones, no importando si apoya o no al programa educativo. Ello crea la sensación de que no importa tanto la calidad o el sentido de lo que se realiza, sino que lo importante es hacer lo que se exige para calificar en el programa.
La ponderación o puntaje para el nivel medio superior no tiene alternativa. El apartado de investigación sigue siendo contradictorio al seno mismo del programa, dado que el académico que tiene más docencia, el de preparatoria, es el más castigado, pues no alcanza a distribuir su tiempo para la docencia y las condiciones para elaborar publicaciones de calidad y con sentido de pertenencia a este nivel educativo. Todos publican, pero, qué publican y cuántas publicaciones realizan, en ocasiones con participación de hasta 5 académicos. El punto es que todos elaboren un artículo e inviten a otros para incrementar el número de sus publicaciones con el consiguiente descuido de sus tareas de promoción o resolución de problemas relativos a su campo disciplinar.
Los cambios o modificaciones normativas y de convocatoria en cada versión anual del programa de estímulos, o mejor dicho en la tabla de evaluación, ha generado una serie de confusiones sobre los indicadores que son señalados como parámetros para la evaluación, ya que las reglas del juego se establecen a posteriori, es decir, al final del periodo sobre el que será evaluado el trabajo académico. Todos piden las constancias no en razón a la actividad desarrollada, sino en atención a lo indicado en la tabla de puntaje.
El establecimiento de indicadores similares para todos los académicos sin importar el nivel educativo para ser considerado en la evaluación de las actividades docentes, las de investigación y la omisión de las particularidades del trabajo colegiado, presenta dificultades para ser reconocido. La experiencia de la universidad no ha sido recuperada, después de dos décadas de contar con programas de estímulos persisten indicadores cuantificables en la evaluación, no se cuenta a la fecha con criterios e indicadores para una evaluación cualitativa como requiere la actividad docente.
La evaluación, como se presenta en este momento, si no eres perfil PROMEP atiende más las formas que al proceso que la hace posible, estableciendo entonces que los problemas detectados se consideran más bien como el resultado de errores, omisiones y deficiencias de los académicos y en ningún momento efectos de las dinámicas y de las debilidades institucionales que necesariamente influyen en el desempeño de los académicos.
Es necesario reconocer que el trabajo docente está compuesto de múltiples actividades, la mayoría de las cuales difícilmente pueden ser traducidas a factores cuantificables. Por ejemplo, la planeación y preparación de clases, el diseño instruccional implementado, la búsqueda o elaboración de recursos y estrategias didáctico-docentes, las asesorías y la orientación educativa, el esquema de seguimiento para la evaluación continua o bien las estrategias de evaluación de los aprendizajes, es un reto implicado en la esencia misma del desempeño docente; los otros puntos a considerar son periféricos a esta actividad que dice el programa va a estimular.
El docente frente a esta situación, como lo hemos dicho en párrafos anteriores, cae en la frustración por la nula valoración de su actividad, lo que se traduce en molestia, enojo, insatisfacción, descalificación del trabajo de sus compañeros y en agresividad, sobre todo porque detrás de ello ve la falta de reconocimiento y de respeto hacia su tarea formativa. Situación que se ve incrementada cuando le son negadas sus constancias y en cambio le son otorgadas a otros cuya presencia o dedicación a la docencia es cuestionada.
El conocimiento, el ocio creador y a la formación integral de un programa académico de licenciatura implica la aspiración que le es inclusiva también al bachillerato, lo que permitiría generar una relación de trabajo académico donde la creación del conocimiento, la cultura socialmente responsable de generar valor agregado a la docencia, la investigación, la tutoría y la gestión-extensión del conocimiento, requeriría de la colaboración y no de la absurda competencia, del intercambio, el análisis y el debate de ideas, de aproximaciones y de resultados con base en la colaboración desinteresada y comprometida de los académicos y no a la búsqueda insaciable de constancias.
Es necesario sanear el Programa de Estímulos al interior de la universidad, retomar el objetivo que se busca en el marco constitutivo de este programa, que es beneficiar la dedicación en las labores docentes y funciones sustantivas de nuestra casa de estudios, razón por la cual se hace necesaria la conjunción de esfuerzos por parte de los universitarios para mejorar o suplantar los programas de estímulos por mejores alternativas. Urge desaparecer del ámbito académico los resentimientos, la competencia como rivalidad, el falseamiento de la información, la simulación, falta de compromiso y de honestidad con la universidad y consigo mismo, ya que los académicos han tomado el camino que les ofrece la institución; los programas de estímulos para obtener ingresos económicos adicionales a los de su contrato como académicos de carrera con el fin de satisfacer necesidades justas, personales y de su familia; a costa de los fines de la universidad y de su formación como profesionales y docentes.
El Programa de Estímulos al Desempeño Docente está lejos de cumplir el objetivo de mejoramiento de las labores docentes. Por el contrario, ha mostrado un sentido perverso, ya que favorece el individualismo, genera rupturas y rivalidad entre las comunidades académicas, promueve alianzas temporales a partir de la red del tráfico de méritos reemplazando las formas del trabajo colegiado, provoca que los académicos dosifiquen sus actividades para garantizar un puntaje en todos los indicadores establecidos en la tabla de evaluación, incrementa la simulación, el influyentismo y una actitud mercantil de trueque para realizar cualquier acción a cambio de una constancia, todo en aras de su objetivo primordial, que es la obtención del incentivo económico en el nivel más alto de los mínimos salariales.
Si una de las metas centrales de la evaluación es promover la superación académica, entonces debe incidir más como una evaluación de procesos a través de los cuales se realizan las tareas académicas. Esto esquivaría el sólo clasificar a los docentes para determinar quiénes tienen derecho a recibir un estímulo económico para dar lugar al desarrollo de procesos de mejoramiento del desempeño de los profesores.
El problema fundamental para la evaluación de la docencia es que no presenta resultados tangibles ya que sus efectos son procesuales, dinámicos, cualitativos y de múltiples integraciones. Ante tal dificultad se opta por calificar lo formal y negar lo fundamental, es decir, realizarla a partir de las formas o de los aspectos externos, las cartas de desempeño docente son superficiales y banales, ponderan la asistencia, la puntualidad, el índice de alumnos aprobados y reprobados, la participación en diversas actividades escolares, el uso de recursos didácticos, las actividades de titulación, la entrega puntual de los reportes de calificaciones, dejando de lado la planeación y preparación de clases, el manejo de recursos y estrategias de aprendizaje, la evaluación continua, la capacitación y actualización del profesor.
Los trabajadores académicos que cumplimos, que dejamos la vida en las aulas, en las actividades frente a los alumnos, merecemos otras alternativas institucionales en las que se nos reconozca y respete nuestro trabajo y profesionalismo, donde la tarea no sea la conquista de constancias, que sea la dedicación en formación para la vida y la generación de nuevos profesionales con sentido de responsabilidad profesional y ambiental. Pensemos y trabajemos por la regularización salarial a partir de un incremento justo de nuestro salario, pero si la alternativa son los estímulos económicos, entonces trabajemos por una propuesta más incluyente y de reconocimiento de proyectos en procesos y productos, y no de simples constancias de los méritos por el perfil deseado, incluso otorgados por un organismo externo a la universidad.