Lo que amas te inspira
Paul Valery
Cada hora que pasa no pasa sobre ti.
Tú la tomas para tus huesos
y tu piel. Haces tuyo
cada momento donde creces, respiras y sueñas.
Todos los niños vivos ahora
forman una comunión indestructible.
Puede desaparecer un gesto de la memoria
pero la nueva generación vive ahora
como prueba irrefutable de que la sangre
continúa su espiral sostenida
para el tiempo completo del instante
que no termina nunca.
Y cada hora no pasa, se queda
palpable en tu manera de celebrar
la música, la fruta de tus labios
y la leche de tu hermosa madre.
* * * * *
Con pedazos de mi camiseta
verde le hizo
baberos a
Verónica de María / su mamá.
Tanta baba de la humanidad entera
escurría de los dientes por salir
en la hija mía
que no ajustan todas las camisas
para recoger
las lluvias del temporal
en su boca.
* * * * *
Te aprontas a caminar
por el suelo, la tierra, el mundo.
Vas a echar pie a tierra:
la luna de tu cielo
y el sol de las nubes
bajarán de tus pies aéreos.
El árbol de la vida tiene semillas
donde florece y da fruto
el árbol de la muerte.
12 horas tienen otras 12 horas en su continuidad
contradictoria:
construye una montaña
que tenga un camino de ida
y otro de vuelta (como escribió Rulfo,
el camino que va no es el mismo
que viene). Sube al árbol que bajó a la raíz
de la tierra, y baja del árbol que
subió al cielo
los frutos terrenales.
Cuando camines,
cuando tengas sed de cosas bellas
(o mejor: de la belleza)
tendrás la prueba de lo inefable
que sí se puede tocar
con el oído, ver con la palma
de las manos, y elevar
el perfume espiral de la poesía:
saborear la bailarina
danza.
* * * * *
Te veía mirar la lluvia
en el asombro puro.
No era tu primera lluvia
ni tu asombro primero.
Y era el asombro de verte llover:
sobre las gotas se multiplicaban
tus ojos sobre el asfalto.
* * * * *
En tu primer año de vida
Ya te quedan chicos tus primeros
calcetines
y chico tu espacio para tu visión
del mundo.
Están llovidos tus ojos de las
grandes tormentas
del temporal.
Cada día conoces lo desconocido
por tu experiencia
de ver el árbol que ves en tu ventana
tocar los objetos y los espacios
donde el aire sostiene
un caracol de trapo
un canario de plástico
o de papel coloreado
unas yerbas danzantes en la azotea
y las luces del estéreo
al ritmo de los ritmos
agrupados en la
música.
* * * * *
Me pediste un zapato
de los tuyos
que viste quietos en el suelo.
Te lo ponías y no te lo ponías
con tu primera mano de ponerte
los zapatos.
Tú y tu mano sacaban
y metían un zapato:
atinaban y desatinaban.
* * * * *
El día que viste
por primera vez una mariposa
viste
a una mariposa
que por primera vez vino al patio de tu casa.
Viste:
y vi en tus ojos
la maravilla de ver por primera vez
entre las macetas.
Pues la primera vez que viste
fue la primera vez que te vi mirar
una mariposa.
* * * * *
En cualquier
orilla
tu corazón
será
otra orilla.
Y tu palabra
la sed
de agua
interminable.
* * * * *
Cuéntame tu sueño de ayer.
Para soñar contigo.
Para soñar en ti.
* * * * *
Lenta y silenciosa
el agua se fue metiendo
a nuestro cuarto —Anabel,
Verónica y el que habla.
Fue mucha la lluvia
y el tiempo de persistencia.
La nave de la cama flotó
en la oscuridad, detenida
por los sueños.
Mi niña y mi mujer sostuvieron
los muros de la casa.
* * * * *
Cuando un árbol
bien parado está
sobre la orilla
a la orilla le talan
la orilla donde parado
está
todo
árbol a la orilla.
* * * * *
Te llevamos al circo
para ver qué cara
de circo
ponías.
Sobre las tres pistas
del vivir:
el adiós,
el ahora
y el ya nunca más así.
Los límites del tiempo acaban
como una pista
de muchos circos.
* * * * *
Las grandes odas al milagro
de la oda
son ahora
un cántico
al oído aguzado en tus orejas.
La vida se salva por lo poético,
alcancé a decirte:
el no sabido color de los sonidos
donde palpas la selva
de los oxígenos intocables:
y la manzapera que puebla de ojos
la punta de tu lengua labial;
y lo verdeamarillo de un
chopo de agua manzaneando
hasta el borde:
grandes odas al milagro.
* * * * *
Siendo como eres
—una chingología de Dios—
quieres abarcar todo el conocimiento
de las absolutas cosas
desconocidas.
Tocas, miras,
saboreas
en el chingo de cosas donde andas conociendo.
Y no dejas de sorprenderte.
Por el florear de las macetas,
los vuelos de la mariposa blanca
o la música que va y viene
en tus sueños
y despertamientos.
* * * * *
Tendrías —que tienes—
no tener la nariz
para no tener maneras
que te hagan extrañar
un aroma —sin perfume—
femenino, dos palabras
naturales —tejuino
Arequipa, por ejemplo—
o dos que tres sabores únicos
que no tiene sino la tierra:
vuelta semilla del astro mayor:
flor de aullido irreparable
y fruto de la perfecta Epifanía.
* * * * *
Todo es para tanto:
hay armas bélicas para destruir
en un día sin cualquier
hora la vida del planeta
Tierra.
Cada día desaparece una especie natural de la existencia
y la deforestación mata más
árboles de los que el sida
mata:
nada es para nada.
* * * * *
Verónica:
la persona que tú eres
tiene frente a ti
las cosas vivas.
Tú ves —hija— tantas historias.
Pero los niños ciegos ven otras cosas
que no vemos los que vemos con los
ojos comunes.
Pero por qué —hija— son tan cariñosos
tantos niños de los que nada ven
para explotar el cobre en Chile
la madera en Chiapas
la plata en Guanajuato
y el oro donde haya.
* * * * *
Se me borraron las palabras
que tenía con la lluvia.
Tantas palabras
no quise decir en la
lluvia ninguna.
Todas las palabras dijeron
precisa y múltiple
el bien de mi vida de lluvia.
Y sus charcos en mis pies
fueron de lluvia
dichosa cada que llovía, hija.
* Poemas tomados del libro publicado por la Editorial La Zonámbula,
con permiso del editor, Jorge Orendáin, y del autor.