Aunque yo ya había tenido algunos coqueteos con la poesía de Oliverio Girondo desde mediados de los 80, no fue sino hasta una noche de 1992, en la que acompañado de mis amigos Siria, Nena, Chuy, Luis y Ramón, vi la película “El lado oscuro del corazón”,1 cuando ésta realmente me conquistó y quedé atrapado en la pirotecnia de sus versos.
Octavio José Oliverio Girondo, mejor conocido como Oliverio Girondo, fue un poeta argentino vinculado a la vanguardia porteña de los años veinte. Nació en Buenos Aires, el 17 de agosto de 1891, y falleció en la misma ciudad el 24 de enero de 1967.
La buena posición de su familia le permitió conocer Europa a temprana edad, donde vivió y estudió algunos años en Inglaterra y Francia. Allí conoció y estrechó lazos literarios y amistosos con poetas y artistas que lo introdujeron en los diversos círculos de las corrientes estéticas emergentes, como el surrealismo. Su conocimiento de los movimientos artísticos de vanguardia europeos lo llevó a explorar y explotar un estilo que revolucionaría la literatura argentina y por el cual sería considerado como l’enfant terrible2 de la vanguardia argentina.
Entre 1920 y 1921 Oliverio siguió recorriendo España, Francia, Italia, el norte de África y Brasil. El resultado de esos viajes se vio reflejado en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, su primer poemario, editado en 1922 con ilustraciones del propio Girondo.
Sin embargo, Oliverio Girondo no era un niño cuando hizo su primera travesura: tenía 31 años de edad cuando lo publicó, pero se acercó a los niños mimados de la primera posguerra (César Vallejo, Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges) y formó parte de la palomilla ultraísta; y cuando aquellos niños crecieron y se hicieron serios, Girondo se quedó en niño y siguió jugando, por lo que es el Peter Pan del Ultraísmo argentino.
La poesía siempre es lo otro, aquello que
todos ignoran hasta que lo descubre un
verdadero poeta.3
Según el Ministerio de Cultura Argentina (2020), la aparición de este libro, un año antes que Fervor de Buenos Aires, el primer libro de poesía de Borges, posicionó a Girondo como representante de la vanguardia porteña de esa época. Ambos escritores —junto con Evar Méndez, Samuel Glusberg, Jacobo Fijman, Xul Solar, Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón y Macedonio Fernández—, se reunirían en torno de las revistas Proa (1922) y Martín Fierro (1924-1927) y serían conocidos como los integrantes del “Grupo de Florida”, caracterizado por su estética elitista y vanguardista, por reunirse en la confitería Richmond y por su antagonismo con el “Grupo Boedo”, de impronta más social y que priorizaba más el contenido que la forma. Girondo codirigió con Evar Méndez la revista Martín Fierro y escribió su “Manifiesto”, publicado en el cuarto número, el 15 de mayo de 1924:
“Frente a la impermeabilidad hipopotámica del honorable público. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca... Martín Fierro sabe que todo es nuevo bajo el sol, si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo”.
El investigador Enrique Molina (1994) considera que la obra de Oliverio Girondo es “una solitaria expedición de descubrimiento y conquista, iniciada bajo un signo diurno, solar, y que paulatinamente se interna en lo desconocido, llega a los bordes del mundo, una travesía en la que alguien, en su conocimiento deslumbrado de las cosas, siente que el suelo se hunde bajo sus pies a medida que avanza, hasta que las cosas mismas acaban por convertirse en las sombras, de su propia soledad”. Y en efecto, recorriendo la producción poética de Girondo es posible trazar un recorrido que va desde la mirada fascinada por el entorno cotidiano hasta la indagación del propio yo tan misterioso, y va desde un deslumbrado optimismo hasta una introspectiva desazón.
Anamari Gomís (2010) señala que a pesar de ser poco conocido y, peor todavía, poco leído, Girondo se precipitó sobre las generaciones que lo sucedieron y se puede decir que la literatura argentina de los últimos cien años ha mantenido una cercana conexión con la obra del autor de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922), Calcomanías (1925), Espantapájaros (1932), Interlunio (1937), Persuasión de los días (1942) y En la Masmédula (1953).
Generalmente, la crítica literaria divide la producción poética de Girondo en tres etapas:
Solitario, obcecado, Girondo es culpable de su magra difusión. Tras haber participado en el movimiento “Martín Fierro”, que reveló a las letras latinoamericanas las formas de la vanguardia europea, el poeta decidió permanecer al margen de cualquier grupo, de cualquier “capilla cultural”. Su preocupación primigenia fue levantar un puente directo entre la poesía y la vida:
Abandoné las carambolas por el calambur, los
madrigales por los mamboretás, los entreveros por
los entretelones, los invertidos por los invertebrados.
Dejé la sociabilidad a causa de los sociólogos,
de los solistas, de los sodomitas, de los solitarios.
No quise saber nada con los prostáticos. Preferí
el sublimado a lo sublime. Lo edificante a lo edificado.
Mi repulsión hacia los parentescos me hizo huir de los padrinazgos y los padrenuestros…
De ahí que, contra las fulgurantes actividades de sus contemporáneos, ávidos por pastar en los verdes prados de los suplementos dominicales, a Oliverio Girondo le haya dado por indagar sobre las vicisitudes de la existencia con el objeto de fijar el punto que vincula el mundo cotidiano a la palabra poética. Para Girondo, el poeta debe ser un “tejedor de milagros”, es decir, descubrir por medio del espacio textual aquello que no es advertido por todos los demás.
El solo hecho de poseer un hígado y dos
riñones ¿no es justificar que pasáramos
los días aplaudiéndole a la vida y a
nosotros mismos?
La poesía es así un modo de presenciar la realidad, en razón de lo cual Girondo precisa abolir todos los obstáculos y enfrentar los valores establecidos.
Abre los brazos y no te niegues al clarinete,
ni a las faltas de ortografía.
Mientras muchos de los martinfierristas terminaron arrastrados por viejos cánones poéticos y una actitud tradicional, Girondo puso de manifiesto el carácter de una escritura que hay que mirar como un proceso de cambio perpetuo, innovador y sorprendente.
En la eropsiquis plena de huéspedes entonces
meandros de espera ausencia
enlunadodados muslos de estival epicentro
tumultos estradérmicos
excoriaciones fiebre de noche que burmua
y aola aola aola
al abrirse las venas
con un pezlampo inmerso en la nuca del sueño
hay que buscarlo
al poema.
De la concepción de un lenguaje lineal, Girondo va poco a poco explorando distintos mecanismos lingüísticos que irán aparejados, casi siempre, al humor negro, región donde gravita el poeta. Parece ser que en la obra de Girondo el universo está al borde del colapso. La catástrofe se anida en las esquinas y de repente acontece lo extraordinario: un simple perdón, el amor arborescente de una mujer que vuela, una vaca que habla, y las cosas recuperan su cauce.
Y a rumiante distancia de santas madres vacas
hincadas
sin aureola
ante charcos de lágrimas que cantan
*
¿Verdad que no hay una diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer que
tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros
del suelo?
En su poesía, Oliverio Girondo toma la figura fantasmagórica del suceso cotidiano, frente al cual se encuentra el espejo en el que nos miramos todos.
Lo cotidiano, sin embargo, ¿no es una manifestación
admirable y modesta de lo absurdo? y cortar las amarras lógicas,
¿no implica la única y verdadera posibilidad de aventura?
En 1932, Espantapájaros sale a la luz. Y Girondo, poeta a contrasombra y a contracorriente, alquila una carroza funeraria presidida por un elegante espantapájaros para anunciar el recién nacido libro.
Hasta las ideas más optimistas toman un coche
fúnebre para pasearse en mi cerebro.
Espantapájaros, en su mayoría formado por pequeñas narraciones poéticas, hace reincidir al poeta en la presentación de una realidad grotesca, la cual, de no ser combatida con el deseo de volar (una de las obsesiones de Girondo) lleva a “no concebir otra aspiración que la de recibirse de calavera”.
No sé, me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisiaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible—
no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretenden seducirme!...
Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
[…]
Yo por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción
de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en
concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que
se pueda hacer el amor más que volando.
Susana Marín (2014) señala que en este poema —con el cual, por cierto, inicia la película El lado oscuro del corazón—, encontramos un discurso que no suele ser habitual en la temática amorosa que estamos acostumbrados a leer. El poeta no habla de un amor basado en la belleza física, sino de la belleza interior de la persona, que es lo que realmente lo enamora, le hace vibrar. Para el poeta cada mujer es bella. No importa cómo sea ni cuáles sean sus atributos. Sin embargo, la mujer que a él le llena de verdad, la que ama sinceramente es la que vuela, esa mujer que sueña, que se siente libre y está viva. Ejemplo de ese tipo de mujer es María Luisa, la destinataria del poema.
María Luisa no era una mujer agraciada pero despertaba en él las ansias de vivir. Su forma de ser atrapaba y despertaba todo tipo de deseos físicos y emocionales en el poeta. Con ella perdía la noción del tiempo. Era tanto lo que le llenaba, que ninguna otra mujer le podría dar lo mismo. Para el poeta, una mujer que no vuelve, que no sueñe, etc., es como un animal que no hace otra cosa más que lo mismo cada día, sin esperar nada más. Por eso, para seducirlo, no le vale una mujer cualquiera, dice Marín.
Es importante ver cómo con pocas palabras el poeta es capaz de expresar algo que puede ser difícil de explicar. En la mayoría de la literatura, y en concreto en la poesía, la belleza física es algo que revoluciona a los poetas, que los atrae. Sin embargo, la parte emocional de la amada suele quedar en un segundo plano, a menos que sea importante para el poeta. En este caso es esencial esta riqueza interior de la mujer para que el escritor se sienta atraído hacia ella.
No se puede hablar de Girondo como un hombre que se haya desencantado de la vida. En su obra, en general, y en Espantapájaros en particular, hay ciertos elementos que agudizan el síndrome del hombre contemporáneo: un ser cosificado, abrumado por la ciudad, la exuberancia corrompida de las formas y una buena dosis de desolación. Sin embargo, en este libro, y en especial en el texto inicial, el humor negro extrapola estos factores hacia una dimensión aparte, nivelando los sentimientos para darle un sitio especial a la ternura y al erotismo.
¡María Luisa era una verdadera pluma!...
durante kilómetros de silencio planeábamos
una caricia que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una
nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón,
en hoja muerta, el aterrizaje forzoso en un espasmo…
¡Qué delicia la de tener a una mujer tan ligera, aunque
nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué
voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes,
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Visto a la ligera, en el texto inicial Girondo parece decirnos que si una mujer no sabe volar, es decir, si no es capaz de elevar al hombre hasta las infinitas alturas del éxtasis sexual, entonces no sirve para nada, lo cual implica una actitud misógina; sin embargo, al penetrar un poco más en el sentido del texto, nos damos cuenta de que esto no es así, puesto que al poeta no le importa el aspecto físico de la mujer e incluso es capaz de enamorarse de María Luisa (según la película El lado oscuro del corazón, el poeta Oliverio se enamora de una prostituta narizona de no muy malos bigotes).
En sus textos, Girondo explora sin temor la rica veta del erotismo. A veces tierno (sin llegar a lo cursi), a veces agresivo, nos entrega en sus poemas pequeños orgasmos matizados por esa mirada suya tan cáustica.
Se acarician, se presienten, se desean
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se demudan…
se mastican, se gustan, se babean...
se desgarran, se muerden, se asesinan,
se rehúyen, se evaden y se entregan.
*
Las chicas de Miraflores, se pasean tomadas de
los brazos, para transmitirse sus estremecimientos,
y si alguien las mira a las pupilas, aprietan las piernas,
de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.
*
Más nudo de musgo de entremuslos de seda que me ceden
tú mi corola mía
oh su rocío
qué limbo
ízala tú mi tumba
así
ya en ti mi tea
toda mi llama tuya
destiérrame
aletea
lava ya emana el alma
te hisopo
toda mía.
En la obra de Girondo, el aspecto lingüístico, el dominio del lenguaje se ha extendido hasta conformar un proyecto original de significación. Girondo escarba dentro de la lengua y, en múltiples ocasiones, selecciona las palabras más deslucidas, las más manoseadas, las más pobres, y las metamorfosea, las viste, las festeja, las recrea, las renueva.
Y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco.
A Oliverio Girondo no sólo no le importa que la lengua pierda su eficacia comunicativa sino que llega a destituirla de su significación. Inconforme con las palabras, intenta sustituirlas por símbolos, las reduce a pura materia en donde cada palabra no es más que un garabato plástico, las hace sonar como los cascabeles de un bufón (lo que Alfonso Reyes llamó jitanjaforas4) y las usa como materiales de dibujo (caligramas). En los textos de Girondo “la comunicación se torna una sinfonía y produce el vértigo de un encuentro inesperado con la lengua. En muchos sentidos, la obra de Girondo supera los intentos innovadores que Vallejo plasmó en Trilce, puesto que Girondo llevó su poesía hasta las últimas consecuencias” (Molina, 1994).
De pronto, sin motivo:
graznido, palaciego,
cejijunto, microbio,
padrenuestro, dicterio;
seguido de: incoloro,
bisiesto, tegumento,
ecuestre, marco polo,
patizambo, complejo;
en pos de: somormujo…
*
Noctivozmusgo insomne
del yo más yo refluido a la gris ya desierta
tan médano evidencia
gorgoteando noes que plellagan el pienso…
*
Así
te tato y topo tumbo y te arpo
y libo y libo tu halo
ah la piel cal de luna de tu trascielo mío
que me levitabisma.
En 1951 apareció en el diario La Nación un poema con el título de “Instancias a un poeta —encallado en las costa del Pacífico—” que preludia el profundo cambio que sufrirá la poesía de Girondo en su último poemario. En dicho poema, el poeta ya exhibía un lenguaje en plena ebullición, utilizando palabras como: “hipomar”, “fofopulpoduende”, “dogoarcángel”, “averritmo”.
En opinión de Enrique Molina (1994), cada frase de En la masmédula es una “galaxia verbal”, una verdadera alquimia de la palabra donde “el lenguaje se precipita en estado de erupción, los vocablos se funden entre sí, se copulan, se yuxtaponen”. Las propiedades combinatorias del lenguaje parecen no tener aquí límites: “almamasa”, “fosanoche”, “sombracanes”, “poslodocosmos”, “egogorgo”, “aridandantemente”, etc. El poeta acentúa las cualidades fónicas de los vocablos como vehículo para una mayor expresividad de esa “pura impura mezcla” que es ahora su poesía.
En el poema titulado precisamente “La mezcla” esa expresividad se funda en la insistente repetición del sonido “f”: “No sólo / el fofo fondo / los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales senos”.
Ocurre algo similar con la “s” en “Noche tótem”: “Son los trasfondos otros de la in extremis médium [...] aliardidas presencias semimorfas / sotopausas sotosoplos”; y con la “n” en “El puro no”: “EL NO / el no inóvulo / el no nonato / el noo / el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan / y noan”; o con la “ll” en “Yolleo”: “Soy yo sin vos / sin voz / aquí yollando / con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla”.
Y finalmente, veamos el poema “Mi lumía”, donde prácticamente todo es lenguaje inventado o re-creado:
MI LUMÍA
mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
y me nirvana el suyo la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus erpsiquisedas sus decúbitos lianas y dermiferios limbos y gormullos
mi lu
mi luar
mi mito
demonoave dea rosa
mi pez hada
mi luvisita nimia
mi lubísnea
mi lu más lar
más lampo
mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de misterio
mi lubella lusola
mi total lu plevida
mi toda lu
lumía.
Con esta última aventura poética Girondo mantiene su constante camino de experimentación y evolución poética marcada por un trayecto sin límites hacia el interior del ser y la poesía, a través de un proceso de desmembración de la realidad que culmina con la indagación angustiada de una nada existencial que es a la vez un todo poético.
Considero que Oliverio Girondo ofrece una figura peculiar, una fiereza indomesticable (se recibió de abogado para jamás ejercer como tal) y un ímpetu que se relaciona muy bien con la imagen de un escritor que hizo de la palabra y de la realidad el prodigio de una poesía fresca, novedosa, sorprendente, inusitada, por lo cual llegó a convertirse en l’enfant terrible de la vanguardia argentina.
Para terminar, cito lo que Oliverio Girondo escribiera para una obligada presentación (obligada por parte de su editor) a Veinte poemas para ser leídos en el tranvía:
Un libro —y sobre todo un libro de poemas—
debe justificarse por sí mismo, sin prólogos
ni estudios que lo defiendan o que lo expliquen.
Y creo que Oliverio estaba en lo cierto. Así que basta de cháchara y elucubraciones y mejor te invito a beber la poesía de Girondo directamente de las botellas.
1 El lado oscuro del corazón es una película argentino-canadiense dramático-surrealista escrita y dirigida por Eliseo Subiela y protagonizada por Darío Grandinetti, Sandra Ballesteros, Nacha Guevara, André Mélançon y Jean Pierre Reguerraz. Se estrenó 21 de mayo de 1992. La trama está basada mayormente en la poética de Oliverio Girondo, y en menor medida en poemas de Mario Benedetti, Juan Gelman y Vicente Huidobro.
2 L’enfant terrible (niño terrible o niño temible) es una expresión francesa para referirse a los niños particularmente ingenuos que hacen preguntas terriblemente embarazosas a los adultos, especialmente a sus padres. Sin embargo, su uso más extendido es el de una persona, generalmente joven, que tiene opiniones o actitudes fuera de la ortodoxia, innovadoras o vanguardistas.
3 Todos los poemas se tomaron de Raúl Antelo (1999).
4 Se denomina jitanjáfora a un enunciado lingüístico constituido por palabras o expresiones que en su mayor parte son inventadas y carecen de significado en sí mismas. En una obra literaria, su función poética radica en sus valores fónicos, que pueden cobrar sentido en relación con el texto en su conjunto. El término proviene del escritor Alfonso Reyes, quien lo tomó de la poesía de Mariano Brull (Cuba 1891-1956), donde éste juega con sonidos, inventando palabras sin sentido aparente. La palabra “jitanjáfora” aparece en unos versos, como se aprecia a continuación: “Filiflama alabe cundre / ala olalúnea alífera / alveolea jitanjáfora / liris salumba salífera”, Mariano Brull, “Leyenda”.
Antelo, Raúl (coord.) (1999). Oliverio Girondo. Obra completa. Madrid: Fondo de Cultura Económica (Colección ALLCA XX).
Gomís, Anamari (2010). “Nota introductoria”. En Oliverio Girondo. Material de Lectura. Serie Poesía Moderna 69. México: UNAM.
Marín, Susana (2014, diciembre). “Análisis del poema ‘Espantapájaros’ de Oliverio Girondo”. En Poemario. Recuperado de https://poemario.org/espantapajaros/.
Ministerio de Cultura Argentina (2020). “Siete poemas ingeniosos de Oliverio Girondo”. Recuperado de: https://www.cultura.gob.ar/oliverio-girondo-7-poemas-imperdibles_7045/.
Molina, Enrique (1994). “Hacia el fuego central o la poesía de Oliverio Girondo”. En Obras completas de Oliverio Girondo. Buenos Aires: Losada.
“Oliverio Girondo. Vida y obra”. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Oliverio_Girondo.
Orozco, Olga (1978, mayo). “Oliverio Girondo frente a la nada y lo absoluto”. En Cuadernos Hispanoamericanos. Número 335. Biblioteca virtual Cervantes. Madrid. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/obra/n-335-mayo-1978/.
Schwartz, Jorge (1996). “La trayectoria masmedular de Oliverio Girondo”. En Cuadernos Hispanoamericanos. Números 553-554. Biblioteca virtual Cervantes. Madrid. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/obra/cuadernos-hispanoamericanos--162/.
Tania Anaíd Ramos Puerto Rico
Teresa Figueroa Damián
Amaranta Madrigal
Margarita Hernández Contreras
Flor Pagán Puerto Rico
Poleth Rodríguez Luna
Carlos Javier Jarquín
Luis Rico Chávez
Veselko Koroman Croacia
Fernando Zabala Argentina
Paulina García González
Rolando Revagliatti