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Genio inverosímil o la memoria de mis huesos

Margarita Hernández Contreras


Releo dos libros; uno en español que probablemente leí en los ochenta, Rayuela de Julio Cortázar y otro que seguramente leí a comienzos de los noventa, The Color Purple de Alice Walker.


Julio

Tengo que decir que en realidad los estoy disfrutando mucho más en esta segunda vuelta. No soy muy dada a releer libros, como tampoco soy muy dada a ver películas más de una vez. Para mí, por lo general, la segunda vez encuentro menos placer. Recuerdo haber leído Éxodo de Leon Uris, mi libro súper predilecto de la adolescencia. Mi libro era en español y recuerdo que me hizo llorar más de una vez. La segunda vez lo leí en inglés y no me resultó tan conmovedor. También lloré como bebé cuando vi la película de Benigni La vida es bella por primera vez, mientras la segunda vez, aunque estrujante, no me hizo llorar. Por esto es que no quiero volver ver la película Crash. Mi primera vez fui solita al cine y sollozaba a viva voz. Mis lágrimas me parecieron purificantes. No quiero volverla a ver y sentirme indiferente a su belleza y a su historia.

Pero bueno, válgame, ese Cortázar, qué tipo más brillante, ¿eh? A veces creo que me gustaría que viviésemos la vida como Oliveira, con su ácida y filuda inteligencia que te hace analizar todo en la vida y luego tener el lujo de poder conversar con tus amigos de un modo profundo y significativo. Ay, cuando hablan de jazz y literatura no es de sorprender que La Maga se sienta estúpida, ¿quién no? Cada rato me descubro devolviéndome un par de hojas para tratar de encontrar de qué diablos están hablando y cuando salgo de la plática sigo confundida y con preguntas.

Los héroes de mi esposo son Cortázar y el peruano Vallejo. Leí Rayuela por curiosidad pero sin duda 62/Modelo para armar e Historias de cronopios y de famas los leí por Raúl. Es por él que sé de la carga poética de morirse un jueves de aguacero en París. Raúl se ha leído todas las obras de Cortázar y creo que también las de Vallejo.

Cuando trato de imaginarme una realidad como la que viven Oliveira y el resto del Club de la Serpiente, puedo ver cuán irreal es todo esto. ¿Quién decide quedarse con una pianista que se considera una genio hasta el punto de acusarlo de que alguien como Horacio la hostiga sexualmente? ¿Quién como Horacio se queda con una indigente, se emborracha con ella hasta que ella se da la confianza de querer “mamarle la pija”? Por favor, qué locura. ¿Cómo puede alguien como Horacio descubrir un bebé frío de muerte en la cama y no decir ni hacer nada? Creo que estas cosas pasan en la literatura, para que uno pueda cuestionarse más rollos existenciales que creo soy demasiado estúpida para pensar, mucho menos preguntar. Pero sé reconocer la brillantez de Julio. Gracias a él y con él he caminado (felizmente) cuadras y más cuadras por las calles recién llovidas de París, cuestionando el mundo con su inteligencia que no cesa ni descansa. Me he sentido tan sola y tan tonta como La Maga, y me he identificado con ella, totalmente cautivada y en desventaja ante Horacio y Ossip y Etienne y el resto de estos bohemios cultos, y su surrealismo, su torrente de conciencia y demás mèrde.

Por supuesto, The Color Purple es una experiencia más triste. Habla de otro mundo, un mundo que tristemente para mí es más inmediato, más real y cierto que el de Oliveira. Es un mundo con el que me relaciono mejor. Estoy familiarizada con sus personajes y sus fallas y sus historias. Es un mundo de algún modo conocido por mí. Tal vez son mis huesos y mis genes los que recuerdan un mundo como el de Celie.

Espero que mi hija tenga oportunidad de leer estas obras maestras. Así de tanto valen la pena.


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