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Los versos de Helios Estévez

René Michel


Su poesía ha sido entretejida a la dolorosa distancia del Bierzo y de su amada España. La editorial Página Seis ha dado a la luz una nueva edición (la cuarta) con los versos de Helios Estévez que se promueve en México, pero, sin duda, debería hacerse también en España. Mucho del sentimiento de los poemas que alberga Cantos a mi madre y otros poemas se fragua en estas tierras mexicanas tan queridas por el poeta Estévez. Mucho del amor y del dolor se cocinó aquende y allende las fronteras del mar que divide al llamado “Viejo” del “Nuevo Continente”. El formato media carta en horizontal con la portada en predominio blanco y con un asomo del paisaje del Bierzo que se puede disfrutar a lo largo del reverso del frente completo del libro, así como la caja amplia donde se hallan las diez partes que hacen al conjunto, los tres últimos dedicados a los “Cantos a mi madre”. Se trata de un libro de poesía para acompañarnos sin necesidad de mayor tecnología que hojear a placer y libre albedrío sus páginas que se dejan leer muy bien por la elección de su tipografía y de su atinado tamaño.

Vayamos al libro. Su poesía, diré con jirones de sus palabras, es su “alma al sol pidiéndole a Dios”, “hecha herida”, que “se fue al mar / buscando en la otra orilla / libertad”. La poesía de Helios Estévez son “los recuerdos”, “aquel silbido del tren”, “aquella campiña”, “aquel primer te quiero”, “la música”, “el llanto”, “los amigos”. Y otra vez el recuerdo bucólico de la era y de la niña “que había nacido bella”; de la nostalgia como una avispa con su carga de inocencia perdida y de esperanza: “Florecerán los versos / y brotarán de las almas / pétalos celestes / cada noche al alba”.

Portada

Helios Estévez es un transeúnte de México y de España o también viceversa, que ha recorrido por necesidad apremiante del destino, del “hombre y sus circunstancias” (Ortega y Gasset dixit), dos de sus entrañables patrias: la del añorado origen y la de la amable y venturosa acogida. Un caminante de dos naciones enormemente sentidas y de una patria chica que siempre lo acompaña y a la que como una súplica insoslayable pide algún día volver: “Déjenme volver a mi pueblo, / aunque sólo sea / dos días antes de mi entierro”. Ruego reiterado del otrora niño Helios que allá tiene sus remembranzas más conmovedoras “Déjenme volver a mi pueblo, / quiero abrir mi viejo armario, / sacudir el polvo de mis recuerdos / que se quedaron en mi barrio, / impregnado de olor a campo, / borracho de aire fresco, con el eco de aquellos cantos y todo el dolor de mis versos”.

La poesía del bardo Estévez como lo han percibido es la de las reminiscencias de antaño traídas por el clamor de sus versos; es la poesía de esa edad dorada de la que habla Darío, de esa edad anterior a la juventud, la de la inocencia y, por ende, la del asombro primigenio: “Y quiero beber el viento / las feroces bocanadas / y quiero detener el tiempo / y quiero sosegar el alma / de aquel niño que iba a la fuente / con el cántaro por agua”. De aquel niño colectivo que se unía a las faenas del campo, de aquel niño feliz en la aldea dorada.

Los versos de Helios Estévez son sencillos, traslúcidos, colmados de verdades rotundas: “Por qué tanta prisa / si la vida es una meta / de una carrera infinita / sin saber a dónde llega / ni tampoco quien la habita”. Versos lapidarios sus versos: “Que la vida es amar / los manjares de la tierra, / ¿quién nos dice dónde parar / y si va a ser primavera? / si casi todo es azar / de esperanzas nuevas / que habrá que cultivar / como racimos de estrellas / hasta ese día final / de fundir los huesos con la tierra”.

La poesía de Helios Estévez es de una oralidad tal que dialoga con Dios como los buenos poetas españoles: Lope de Vega, Luis Cernuda, León Felipe. Su poesía, más que de la ruptura, es la de la tradición de su amada España. Versos que son madrigales, poemas de amor: “No te vayas, mujer, que la aurora se puede enfadar / o el sol del atardecer / si no nos ven amar / poro a poro nuestra piel / hasta ese día final / como si fuera la primera vez”; y versos que son elegías por la lastimadura de la cicatriz sangrante del exilio: “Yo los vi morir heridos / sin el clavel de la esperanza / por una guerra sin sentido / y una posguerra de venganza”.

La poesía de Helios Estévez es de una oralidad que hay que escuchar dado que es la única manera de oír la voz entera de un poeta que recuerda a su pueblo, a sus amigos, a la guerra y que canta con gran pesar las penas de la madre angustiada: “Te recuerdo, madre, / con la mirada perdida, / en un horizonte sin calles / ni tricornios en la esquina”.

Sin embargo, la lectura de este libro requiere del complemento de la voz del autor que, al escucharlo leer en voz alta, cuantifica emocionalmente cada verso. Habría que pensar en un disco que acompañe con la lectura maravillosa del poeta Helios Estévez a este libro que casi es redondo por esta pequeña ausencia.

¡Enhorabuena por la editorial y por el poeta!


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