Personajes
Olivio (actual)
Morfeo
Pilar, esposa de Olivio
Diana, exnovia de Olivio
Olivio (adolescente)
Manuel, primogénito de Olivio y Pilar
Javier, hijo de Olivio y Pilar
Don Roque
Acto I
Escena I
Sonido monótono periódico: bip-bip, bip-bip, bip-bip. Cesa el sonido. Escenario vacío. En medio, Olivio en posición fetal, amarrado de manos y pies y amordazado. Una luz tenue, amarilla, desciende sobre él. Olivio grita, pero no articula palabra por el amordazamiento.)
Escena II
Se escuchan pasos y Olivio intensifica sus gritos. Sacude su cuerpo y mueve la cabeza para ver quién viene. De la derecha del escenario surge Morfeo, vestido con un traje negro, camisa negra y zapatos lustrosos. La luz ilumina más el escenario, aunque sigue siendo tenue.
Morfeo: Veo que sigues empeñado. (Se acuclilla y acaricia la cabeza de Olivio.) Shh… Nadie te va a oír. Pobre Olivio. Tan miserable.
Olivio: (Trata de decir “por favor”. Morfeo le quita la mordaza.) Por favor, sácame de aquí, te daré lo que quieras.
Morfeo: ¿Lo que quiera? ¿Quién eres tú para ofrecerme lo que quiera? ¿Eres Dios? ¿Eres acaso un genio surgido de una lámpara, dispuesto a escuchar tres deseos y concederlos?
Olivio: Tengo dinero, mucho dinero.
Morfeo: ¿Dinero? ¿Qué es eso? Yo no quiero lo que llamas “dinero”, querido Olivio.
Olivio: Tengo propiedades. Puedo dártelas.
Morfeo: Y dime, Olivio, ¿dónde están tus “propiedades”? Aquí no hay nada más que tú y yo y por lo menos yo tengo un traje. Tus propiedades no son más que ilusión.
Olivio: Sólo déjame ir, por lo que más quieras. Yo no hice nada, yo no puedo ofrecer nada.
Morfeo: Ahora tienes razón. (Se pone de pie y camina hacia el borde del escenario.) No has hecho nada y no puedes ofrecer nada. (Pausa.) ¿Cómo llegaste aquí, Olivio?
Olivio: Ustedes me trajeron.
Morfeo: ¿Quiénes? (Señala al público.) ¿Ellos? ¿Otros? ¿Los ausentes? Tal vez sólo recibiste una invitación y no recuerdas. Estimado Olivio, tenemos el placer de invitarle a un lugar oscuro para amarrarlo al piso, amordazarlo y torturarlo. Ya invitamos también a los testigos, a los espectadores. (Pausa. Morfeo visualiza al público.) Míralos. Ellos tampoco saben por qué están aquí.
Olivio: No me importa quiénes estén aquí. ¡Yo quiero salir!
Morfeo: (Camina hacia Olivio.) ¿No te importa? Claro. Ya recuerdo: a ti nunca te importa nada. Un carajo te importa todo. ¡Olivio, ayúdame! ¡Olivio, échame la mano! ¡No te quedes inmóvil; no gastes tanto de esto y de aquello; deja de vivir así, Olivio; por favor, por favor…! (Lo patea. Pausa.) Y ahora que estás aquí, quieres ayuda. ¿Sabes qué? No me importa que tú estés aquí. ¡Yo quiero que te quedes!
Olivio: ¿Qué ganas con eso?
Morfeo: ¿Que qué gano? Una palabra: jo-der-te. (Sale.)
Acto II
Escena única
El escenario no está iluminado. Una lámpara encendida proyecta la luz a diferentes lugares cerca del techo. Movimientos lentos al azar de la lámpara. Sonido monótono periódico: bip-bip, bip-bip, bip-bip. Silencio de nuevo.
Pilar: (Aún en las sombras. Sus primeras palabras asemejan el sonido anterior:) Yo-he… vis-to… la-luz. (Pausa.) Yo he visto una luz. Algunos dicen que antes de morir, todos ven una luz a lo lejos. Caminan o vuelan hacia ella y, de repente, la plenitud los rodea. (La luz de la lámpara ilumina los rostros de los espectadores y permanece moviéndose.) Yo no he muerto y, sin embargo, veo luz. La luz es cada uno de nosotros, ustedes. También tú, Olivio. La luz emana de ti. Puedo verla. La veo cuando eres feliz y sonríes; cuando juegas con tus hijos y platicas con tus amigos; cuando festejas el triunfo de tu equipo de futbol. Pero también tu luz emerge cuando estás triste o enojado. Es una luz más apagada, distante, como la que ven los que agonizan. (Pausa.) Quizás todos te ven a ti, Olivio, cuando están a punto de morir. Tal vez tú eres aquel guía que los colma de bienvenidas. (Pausa.) Me imagino que ahora mismo podrías ser ubicuo. Estás aquí sin estar. Tu cuerpo yace, mas tu alma espera la llegada. Solo… sigue esperando… como yo.
Acto III
Escena I
Sigue vacío el escenario. Olivio sigue acostado y atado. Morfeo yace junto a él, mirando el techo.
Morfeo: Qué linda son las estrellas, ¿no lo crees, Olivio?
Olivio: Cállate.
Morfeo: La Luna, Olivio, es una belleza.
Olivio: Dios mío, ayúdame.
Morfeo: Yo una vez fui la Luna. Yo me encargaba de recibir la luz del Sol y reflejarla a todos en la Tierra. Yo era quien recibía la mirada de un hombre tirado junto a otro, quien aseguraba también que un día fue Luna. Todos somos Luna en algún momento, Olivio.
Olivio: Pilar… Mi vida.
Morfeo: Olivio (Lo sacude.) ¿Qué tienes?
Olivio: ¿Qué tengo? Que estoy atado.
Morfeo: (Vuelve a mirar el techo.) Estás atado porque tú quieres.
Olivio: Claro, a mí me encanta estar secuestrado. Tanto, que contraté en secreto a varios hombres para que me mantuvieran en cautiverio.
Morfeo: Pobre Olivio, se secuestra a sí mismo. Eres Luna eclipsada.
Olivio: Quiero irme, Morfeo.
Morfeo: ¿Sabes qué, Olivio? (Se pone de pie.) Voy a ayudarte. Tantos días has estado aquí que empiezo a tener compasión de ti.
Olivio: Bien. Ayúdame a quitarme estas sogas, Morfeo.
Morfeo: (Camina al proscenio.) El nudo no lo hice yo.
Olivio: Entonces háblale a quien lo hizo y que me desate.
Morfeo: El hombre que hizo el nudo eres tú mismo, Olivio.
Olivio: Tú nada más quieres burlarte de mí. ¿Ves que tengo cuatro brazos y ojos en la nuca o qué? ¿Crees que estoy pendejo?
Morfeo: Lo primero es obvio que no y lo segundo es obvio… (Pausa.) Olivio, levántate y anda.
Olivio: No puedo.
Morfeo: ¡Olivio! ¡Levántate y anda!
Olivio: (Se incorpora con movimientos lentos e inseguros.) Lo de andar debe ser un chiste.
Morfeo: Ya no tienes sogas.
Olivio: (Mira sus pies y pone sus manos al frente. Las sogas cayeron al piso como si sólo hubieran estado superpuestas.) ¿Qué carajos?
Morfeo: Aquí puedes hacer lo que tú quieras. Bueno, mejor dicho: aquí sucederá incluso lo que no quieras que pase.
Olivio: No comprendo.
Morfeo: Ya lo sé, Olivio. Lo sé todo. (Sale.)
Escena II
Olivio: (Mira a su alrededor.) ¿Dónde estoy? (Camina sin rumbo. Se detiene. Dirige su mirada hacia las sogas en el suelo. Se mira la palma de las manos y las gira. Camina más rápido, rumbo a la salida izquierda. Se detiene. Vuelve al centro. Mira a la derecha y se dirige allá. De nuevo se detiene. Mira al público.) Ustedes. (Se aproxima al borde del escenario.) ¿Quiénes son ustedes? No los conozco. Jamás los había visto. ¿Por qué están aquí? ¿Qué saben? ¡Díganme! ¡Por favor! (Se acuclilla y solloza.) No me acuerdo de nada. Pilar, amada mía, ¿dónde estás? ¿Quién te separa de mí? Hijos míos. Los extraño a todos. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? No sé ya si han sido días, meses o años. No tengo manera de saber nada. (Sonido, esta vez más acelerado: bip-bip, bip-bip, bip-bip.) ¿Qué ruido es ese? Tal vez Morfeo sepa. Lo llamaré.
Escena III
Olivio llama a Morfeo dirigiéndose al mismo lado por el que salió. Entra Morfeo por el lado contrario sin hacer ruido y se detiene muy cerca de Olivio.
Morfeo: ¿Me buscabas?
Olivio: (Se asusta.) Por Dios, Morfeo. (Pausa.) ¿Dónde habías estado?
Morfeo: Aquí, siempre. En otros tiempos, todo el tiempo.
Olivio: Bien, bien. Dime cómo salir de aquí.
Morfeo: ¿Cómo? ¿El señor no lo sabe?
Olivio: Mira, Morfeo, has sido muy amable. Salvo una que otra patada que me has dado, no me has matado y eso lo interpreto como un acto de humanidad. Así que, te ruego, te suplico. No me hagas perder la paciencia. Quiero salir. Dime dónde está la salida.
Morfeo: La salida es aquella por donde uno sale.
Olivio: Sí, Morfeo. ¿Dónde está?
Morfeo: Oh, no es una puerta.
Olivio: ¿Una ventana?
Morfeo: No, dije “puerta”. No es una puerta.
Olivio: ¿Una trampilla? (Se agacha y golpea el suelo con el oído atento.)
Morfeo: No, no es trampilla, Olivio, te digo la verdad.
Olivio: (Se pone de pie con rapidez.) ¡Ya! ¡Con un carajo, Morfeo! ¡Muéstrame la salida! ¡Señala con tu dedo perfecto la dirección que debo tomar para dar con una salida que no es una puerta!
Morfeo: (Camina lento hacia Olivio. Señala la frente de su interlocutor. Pausa.) Quizá sí sea una puerta después de todo.
Acto IV
Escena I
Luces apagadas. Se escuchan fichas de dominó caer a un tiempo, alguien las revuelve y cesa. Cada jugador acomoda sus fichas y empieza el juego. Después de tres golpes de fichas contra la mesa, se enciende la luz. En la mesa juegan dominó Morfeo y Olivio, sentados frente a frente. Hay además un sofá desgastado y una televisión antigua.
Morfeo: Jaque mate, Olivio.
Olivio: Estúpido. Eso es de ajedrez.
Morfeo: Me comí a tu rey.
Olivio: (Se percata que debe tomar fichas del montón.) Desgraciado, de esas no tengo. (Se lleva todas.)
Morfeo: Jaque mate, Olivio (Saca de su bolsillo una torre y la coloca al centro de la mesa con violencia.) Me he comido a tu monarca supremo.
Olivio: Bueno, haz lo que quieras (Se para y se sienta en el sofá. Simula encender la televisión.)
Morfeo: (Toma la pieza de la torre y juega con ella entre su mano. Pausa.) ¿Tienes sueños raros, Olivio?
Olivio: (Sin dejar de ver la televisión.) No recuerdo la última vez que soñé, Morfeo.
Morfeo: ¿Cuándo fue la última vez que soñaste, Olivio?
Olivio: Creo que cuando tenía seis años, soñé que sería arquitecto. Construí una casa con piezas de plástico, pero quizá el diseño no era el adecuado para la época. Un tanto barroco, si me preguntas.
Morfeo: Oh, no te pregunté acerca del diseño, sino sobre tus sueños.
Olivio: ¿Qué me dices tú, Morfeo? ¿Sueñas?
Morfeo: Yo… No lo sé.
Olivio: ¿Cómo que no sabes?
Morfeo: ¿Qué es un sueño, Olivio?
Olivio: Un sueño es un sueño.
Morfeo: (Mete la torre en su bolsillo.) No suena lógico.
Olivio: Ya está, es exactamente lo que quise decir: un sueño nunca es lógico.
Morfeo: ¿Pero qué es siempre, entonces?
Olivio: Siempre es lo contrario de nunca.
Morfeo: ¡Vaya! Un sueño es lo contrario de nunca. (Pausa.) Quisiera soñar, Olivio.
Olivio: Sueña con ser un caballero, Morfeo. Lucharás por alguien y defenderás el amor.
Morfeo: No. (Se sienta junto a Olivio en el sofá. Mira al suelo.) Creo que una vez soñé de verdad. No estoy seguro. Yo era muy pequeño. Soñé que era un niño, quizá de seis años, y se me ocurrió que podría ser arquitecto.
Olivio: Y construiste una casa barroca.
Morfeo: No. Vi una casa barroca construida por otro niño y la pateé. (Pausa.) La pateé con todas mis fuerzas y golpeé a aquel muchacho para que le llegara mi mensaje.
Olivio: ¿Cuál mensaje?
Morfeo: (Mira a Olivio.) Que el arquitecto sería yo. Él debería ser economista.
Olivio: (Deja de ver la televisión.) Eso es increíble, Morfeo. Me recuerdas a un sueño que nunca tuve. (Pausa. Mira al techo.) ¿Cuándo fue la última vez que dormí, Morfeo? No lo recuerdo.
Morfeo: Yo nunca te he visto dormir aquí, Olivio. Si te vi, fue en sueños ajenos.
Olivio: (Se sienta en la silla que antes había ocupado. Hace una construcción con algunas fichas.) A veces, cuando estoy sentado, me llega un escalofrío. Escucho un zumbido monótono, me hormiguean los brazos y parece que me susurran algo al oído. Algunas veces también siento como si me tomaran del cabello, una especie de caricia. En esos momentos, siento que no seré capaz de moverme, que mis músculos están atrofiados y que permaneceré así el resto de mi vida. Pero la sensación pasa. (La construcción de dominó cae a la mesa.) Creo que seré economista, Morfeo.
Escena II
Entra Diana, mujer guapa, vestida de rojo y con tacones altos. Tanto Olivio como Morfeo la ven entrar con estupefacción marcada en sus rostros. Ella se sienta en el sofá. Morfeo se sienta frente a Olivio.
Morfeo: ¿Quién es ella?
Olivio: Yo te iba a preguntar lo mismo.
Morfeo: Ni puta idea.
Ambos miran a la recién llegada y ella, al cabo de un momento, les devuelve la mirada.
Diana: Saludos, caballeros.
Morfeo: Buenas.
Olivio: ¿Qué tal, señorita…?
Diana: Me llamo Diana, Diana Quiñones.
Olivio: ¿Diana Quiñones? No puede ser. (Se pone de pie con brusquedad y retrocede.)
Morfeo: Ah, señorita Quiñones. (Se para para estrechar su mano y besar su mejilla.) Qué gusto verla por acá. Luce irreconocible. Muy guapa.
Olivio: Morfeo, ¿qué es esto? ¿Una especie de broma?
Morfeo: Espero que sí, porque no me estoy riendo.
Olivio: No, no, no. (Ríe.) Tú no eres Diana Quiñones. Sólo es una señorita muy guapa, cómplice de este pelele.
Morfeo: Modera tu lenguaje, compañero.
Olivio: ¡Modero mis huevos! Es suficiente con tenerme encerrado y ahora me vienes con que esta mujer es nada menos que Diana Quiñones.
Diana: ¿Qué tiene de malo, Olivio? Tranquilízate, por Dios.
Olivio: Te ves igual que la última vez que te vi… Quiero decir: te ves igual a la primera novia que tuve.
Diana: (Ríe.) Siempre tan simpático, Olivio. Por eso te quiero tanto.
Olivio: ¿Qué quiere de mí, señorita?
Diana: Nada. Sólo espero.
Olivio: ¿Qué espera?
Diana: No, tontito. “A quién”, no “qué”.
Morfeo: ¿A quién esperas, Diana?
Diana: Pues ¿a quién más? A mi novio Olivio. Me dijo que viniera a su casa a ver unas películas y aquí estoy. Creo que viene llegando. No hagan mucho ruido.
Escena III
Entra un Olivio adolescente, más apuesto. Se dirige presuroso a Diana con una sonrisa y la besa con pasión. Ella corresponde. Después de un momento, ella le golpea el trasero y lo aparta.
Diana: (Incorporándose.) Olivio, querido, basta. ¿No ves que tenemos visita?
Olivio adolescente: Se estaba poniendo bueno, muñeca. Mucho gusto, compadres.
Anonadado Olivio y entusiasmado Morfeo saludan al recién llegado. Olivio adolescente se acomoda en el sofá, abrazando a Diana, y enciende la televisión.
Acto V
Escena I
Escenario bien iluminado. Olivio y Pilar, sentados a la mesa en el centro, bebiendo café. Hay dos sillas vacías. Olivio mastica con rapidez. Ve a Pilar directamente. Pilar sonríe cuando entrecruzan ella y Olivio la mirada.
Olivio: ¿Qué tal está el pollo?
Pilar: Muy sabroso. ¿Quieres probar?
Olivio: No, gracias. (Mastica. Traga.) ¿Vienes seguido por aquí?
Pilar: Sí.
Olivio: ¿Eres de la universidad?
Pilar: (Mastica. Traga. Sonríe.) ¿Me estás entrevistando?
Olivio: Tal vez. ¿Te molesta?
Pilar: Tal vez.
Olivio: (Deja de comer.) Yo también estoy en la universidad. Economía.
Pilar: Mira, tan decente que me parecías.
Olivio: ¿Y tú?
Pilar: ¿Me estás entrevistando?
Olivio: Tal vez. ¿Tienes novio?
Pilar: Tenía pollo (Deja de comer.)
Olivio: Muy sabroso, me han dicho.
Pilar: ¿Qué tal el espagueti?
Olivio: Muy… boloñés. (Ambos ríen.) Estoy a punto de graduarme. Mi tesis es sobre los ciclos económicos del siglo XX en México. ¿Sabías que durante veinte años el peso se mantuvo a doce con cincuenta respecto del dólar? Ahora el cambio está en más de dos mil doscientos. Ah, qué Miguel de la Madrid.
Pilar: (Hace una mueca.) Creo que ya es hora de que me vaya.
Olivio: No te vayas, mujer necia que acusáis a Olivio sin razón.
Pilar: (Ríe.) Tonto. ¿No ves que sois la ocasión de lo mismo que culpáis?
Olivio: Veo que mi director de tesis no concuerda conmigo. Según yo, el escenario podría repetirse: el dólar se mantendrá estable durante un tiempo y luego, ¡pum!, otra caída. Tal vez en treinta años el cambio esté a veinte mil pesos. Aunque… si le quitáramos tres ceros…
Pilar: Tendrías que agregar que un actor de telenovela será presidente.
Olivio: (Pausa.) Eres mi alma gemela, Pilar. (Le toma las manos.)
Pilar: (Se apena y agacha la cabeza.) Aquí no, que nos ven.
Olivio: (Se hinca frente a Pilar.) Cásate conmigo, Pilar.
Pilar: Por supuesto, querido Olivio.
Olivio: ¿Prometes estar conmigo? ¿En la salud y en la enfermedad?
Pilar: Hasta que tu muerte nos separe.
Olivio: Ya puedes besar a Julieta.
Pilar: Oh, Romeo, Romeo, ¿dónde estás que no te veo? (Se besan.)
Escena II
Entran Manuel y Javier. Besan a Pilar y Olivio y se sientan.
Manuel: Papi, ya no quiero venir a este lugar, está feo.
Olivio: Manuel, aquí es el restaurante favorito de papi y de mami, así que nos gusta venir aquí. No seas grosero. (Se soba la cabeza.)
Javier: Cierra los ojos, Manuel. Sueña que eres un cabellero.
Pilar: Caballero, Javier.
Javier: Gracias, mami.
Manuel: Yo también quiero ser cabellero.
Olivio: Cierra los ojos, Manuel.
Manuel: (Cierra los ojos.) Está muy oscuro.
Olivio: ¿Y qué ves?
Manuel: Estoy solo, en medio de la nada.
Olivio: Entonces ábrelos.
Manuel: (Sigue con los ojos cerrados.) Espera, alguien viene. Está vestido de negro.
Javier: ¡Es el coco! (Le hace cosquillas a Manuel.)
Escena III
Entra don Roque y los saluda con mucha efusividad.
Don Roque: Pilar, Olivio. Siempre encantado de servirlos. Parece que fue hace treinta años por primera vez. Aún no se graduaban. Tan jóvenes, tan lindos.
Pilar: No ha pasado tanto tiempo, don Roque.
Don Roque: Sí, perdón. Disculpe a este viejo, señora. ¿Qué les traigo?
Olivio: (Se soba la cabeza. Frunce el ceño.) Pilar, no me siento bien.
Pilar: Olivio, debes dormir mejor.
Olivio: Sabes que tengo insomnio.
Pilar: Descansaste muy mal. Ve al auto por unas pastillas.
Olivio: Sí, te haré caso. (Sale.)
Escena IV
Don Roque: ¿Cómo sigue Olivio?
Pilar: Muy mal. Sigue dormido.
Don Roque: Mira, y tú tanto que le decías que durmiera.
Pilar: Ya no sé qué hacer, don Roque. ¿Qué será de mí?
Don Roque: Bueno, los niños están aún muy pequeños.
Pilar: Lo extraño mucho, don Roque.
Don Roque: ¿Su abuela cuidará de Javi y Manolo?
Pilar: Todas las noches leo algo junto a él. Creo que aún puede escucharme.
Don Roque: El sonido viaja rápido, pero el sentimiento se esparce más pronto.
Pilar: ¿Es vana la esperanza? No me queda nada.
Don Roque: El recuerdo permanece.
Pilar: (Pausa.) El sentimiento viaja rápido y el recuerdo, al igual que Olivio, se desvanece.
Acto VI
Escena I
Pilar se mueve despacio en su mecedora, a la izquierda del proscenio. Lee un libro. Una luz tenue cae sobre el centro del escenario. Se escucha la lluvia caer.
Pilar: (Aparta la mirada del libro, lo cierra lentamente y lo coloca con suavidad en su regazo. Suspira.) Tu libro favorito, Olivio. (Acaricia la cubierta del libro. Lo toma de nuevo y le da vueltas ante sus ojos.) Eres tú, querido. (Abraza con fuerza el papel. Llora.) Oh, amado Olivio, tú estás aquí, en este empastado, en las páginas de esta obra. Eres la tinta impresa y tuyas son las arrugas de las hojas. Yo te leo, te disfruto, te subrayo, te hojeo. Olivio. Olivio. Yo me aprendo tus frases favoritas. Yo me enojo porque decides que la suerte de los personajes sea tan mala. Tú nunca fuiste malo, Olivio. (Pausa. Mira el centro iluminado del escenario.) Parece que aún te veo. Te encantaba leerme, Olivio. Me hablabas mediante tus libros favoritos. Teatralizabas los déficits y te burlabas de la devaluación. Una vez aventaste muchos billetes y te proclamaste millonario. (Cierra los ojos y abraza de nuevo el libro.)
Escena II
Entra Olivio, con muchos billetes en los brazos. Se coloca al centro del escenario.
Olivio: (Arroja todos los papeles moneda al cielo.) ¡Mira, mi amor! Somos millonarios. (Ríe.)
Pilar: (Se pone de pie y corre hacia Olivio para abrazarlo.) ¡Olivio! ¿Dónde habías estado?
Olivio: Jamás me he ido, querida.
Pilar: No te vayas, Olivio. Te extraño mucho.
Olivio: (Apoya su cabeza en la cabeza de Pilar.) No me iré, Pilar, nunca jamás.
Pilar: A veces pienso que estás aquí. (Mira a Olivio.) Tus libros, Olivio. Me los he aprendido de memoria.
Olivio: ¿En serio? Yo nunca pude hacerlo.
Pilar: El otro día, una señora me preguntó por un domicilio en la avenida Presidentes. Yo le dije: Claro, es en un lugar de Presidentes de cuyo nombre no quiero acordarme.
Olivio: (Ríe.) ¿Y qué te dijo?
Pilar: Me dijo: (Tono solemne.) Se lo agradezco terriblemente, señora.
Ambos ríen, abrazados. Se besan de vez en vez y se acarician.
Pilar: Olivio.
Olivio: Pilar.
Pilar: ¿Eres real?
Olivio: Más bien plebeyo, mi amada.
Pilar: ¿Eres o no eres?
Olivio: Esa es la cuestión.
Pilar: Olivio, ¿cuál es más digna acción del ánimo: sufrir los tiros penetrantes de la suerte injusta u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darles fin con atrevida resistencia?
Olivio: (Suspira.) Dormir es morir, Pilar.
Pilar: ¡Calla! (Lo aparta.) No blasfemes. Sueño es vida. No me hables de muerte, que siento que me desvanezco. Siento que soy tan frágil como un holograma, como una ilusión. Soy vana y me desintegro y tus brazos sujetan el aire vacío.
Olivio: Yo te quiero mucho, Pilar de mi corazón.
Pilar: Yo no te quiero. ¡Yo quiero a Olivio, yo quiero que despiertes y me des a mi Olivio! (Llora. Olivio intenta abrazarla.) ¡Vete! ¡No te necesito!
Olivio: (Vacila un instante.) Volveré, Pilar. Te lo prometo. (Sale.)
Escena III
Pilar: Yo te aborrezco, Olivio. Tú puedes soñar que eres más joven y que tienes otra vez a tus novias favoritas. Puedes trepar el monte Everest y puedes construir una vida diferente, lejos de mí. Lejos de tus hijos. ¿Qué nos dejaste, Olivio? Sólo tus libros, ¡tus malditos libros que no se van de mi cabeza! (Toma el libro y lo tira fuera del escenario. Se arrepiente. Baja por él y vuelve a subir y a sentarse en la mecedora. Acaricia el forro.) Shh… Sigue dormido, Olivio, tranquilo. Discúlpame. Me faltan muchas fuerzas para esperarte… Incluso me faltan más para no esperarte.
Acto VII
Escena única
Escenario bien iluminado. Manuel y Javier juegan al centro con bloques de construcción de plástico.
Javier: Soñé un sueño.
Manuel: Es normal, Javi.
Javier: ¿Qué sueñas tú, Manuel?
Manuel: A veces sueño que soy un superhéroe. Otras veces, soy un economista, como papá.
Javier: ¡Qué aburrido!
Manuel: Bueno, yo no elijo mis sueños. Pero sí es aburrido soñar que salvo al mundo.
Javier: ¿Dónde crees que esté papá?
Manuel: Mamá dice que está soñando.
Javier: Sí, pero, ¿dónde está?
Manuel: Pos en el hospital, Javi.
Javier: ¿De veras? Si yo estuviera soñando, no estaría en el hospital.
Manuel: Entonces él también tiene sueños aburridos.
Pausa.
Javier: Mira, hice una casa.
Manuel: Le falta el techo y parece una torre.
Javier: No, es perfecta. Esta torre está hecha para saludar al Sol, a la Luna y a las estrellas. Es como un quemacocos.
Manuel: ¿Y la lluvia?
Javier: Muy fácil, sólo deslizas el techo y ya: una torre convertible.
Manuel: Eres un genio, hermano. Algún día, quizá, llegues a ser arquitecto.
Javier: ¿Arquitecto? ¿Qué es eso?
Manuel: Son los que construyen casas.
Javier: No, Manuel. Yo construyo torres convertibles.
Manuel: Tienes razón. Tú eres más importante que un arquitecto, eres un genio. Tal vez cuando seamos mayores y tú vivas en tu convertible, tenga ganas de demolerla para vengarme de ti.
Javier: ¿Por qué? ¡Yo no te hecho nada!
Manuel: ¿Te parece poco ser un genio a costa de mí?
Javier: Mi papá me entiende.
Manuel: Sí, pero él no está aquí, está soñando.
Javier: Yo también sueño, Manuel.
Acto VIII
Escena I
Sonido: bip-bip, bip-bip, bip-bip. Escenario con iluminación tenue. Morfeo y Olivio están sentados en una barra, bebiendo tequila.
Olivio: No sé qué hacer, Morfeo.
Morfeo: ¿Alguna vez has sabido?
Olivio: (Se queda mirando a Morfeo un buen rato.) ¿Por qué me odias tanto, Morfeo?
Morfeo: Si te odio no me doy cuenta. Es sólo que… no quiero que te vayas.
Olivio: ¿Por qué no?
Morfeo: Me quedaría solo otra vez.
Olivio: Imagino que a ti no te importaría estar solo. Tienes mucho espacio aquí y puedes hacer lo que se te antoje.
Morfeo: No. Yo sólo vivo en tus sueños, Olivio. Y tú nunca sueñas.
Olivio: (Toma el resto de su tequila de un golpe.) Estoy decidido: me voy. (Se levanta.)
Morfeo: ¿A dónde vas?
Olivio: A donde sea. Necesito encontrar la salida y regresar con mi familia.
Morfeo: ¿Para qué?
Olivio: Necesitan de mí.
Morfeo: Yo necesito de ti. Ellos seguirán con su vida yo… estoy muriendo.
Olivio: Te reviviré en mis sueños, querido Morfeo. (Se dirige hacia un costado del escenario. Se detiene en seco.) ¿Oíste eso? (Sonido: bip-bip, bip-bip…)
Morfeo: Yo no escucho nada.
Olivio: (Pone atención y mira en todas direcciones.) ¿Qué es eso, Morfeo?
Morfeo: Estás borracho.
Escena II
Se escuchan una puerta cerrarse y varias pisadas. Entran Pilar, Manuel y Javier, vestidos de tonos oscuros. Se detienen en medio del escenario.
Olivio: ¡Pilar! ¿Eres tú? (Abraza a Pilar y le besa varias veces la mejilla.)
Pilar: (Inexpresiva, como si no hubiera recibido ninguna caricia.)
Olivio: ¿Qué pasa? ¿Estás molesta? Mira: me encontraste, estoy vivo. Pilar. ¡Pilar! (Pilar mira hacia el techo, buscando el origen del sonido. Olivio sacude a sus hijos y los llama.) ¡Manuel! ¡Javier! ¿Qué les hiciste, Morfeo?
Morfeo: Yo no hice nada, Olivio. Estás hablando con el aire.
Olivio: ¿Estás ciego? Aquí está mi familia.
Morfeo: (Se pone de pie y mira hacia donde está parado Olivio.) Yo no veo nada.
Olivio: (Se dirige a Morfeo y lo toma de su saco.) Escúchame, hijo de puta. Que me encerraras te la podría perdonar algún día, pero deja a mi familia fuera de esto y explícame qué pasa.
Morfeo: (Ecuánime.) Señor Olivio, si su familia estuviera aquí —y no estoy asegurando nada— usted podría hablar con ellos. Parece —sin que todavía yo reconozca nada— que usted no puede comunicarse con ellos.
Olivio lo empuja. Mira a su familia. Nota que todos ellos tienen cara triste. Javier mira a Morfeo. Saca de su bolsillo varias piezas de plástico para construir. Morfeo le regresa la mirada a Javier. Saca de su bolsillo la torre con la que jugó dominó con Olivio.)
Javier: (Va con Morfeo.) Papá. Te regalo estas piezas. Construye una torre.
Morfeo recibe las piezas con una mano y entrega su torre con otra. Javier guarda la torre en su bolsillo. Pilar, Manuel y Javier salen.
Escena III
Morfeo: (Sigue viendo las piezas.) Al hermano de ese niño lo soñé una vez.
Olivio: Son mis hijos, desgraciado.
Morfeo: Unos niños adorables, Olivio.
Olivio: Por eso quiero volver con ellos, Morfeo.
Morfeo: No, Olivio. Necesito que te quedes. Tú y yo tenemos mucho que conversar.
Olivio: ¿Por qué?
Morfeo: Yo nací el mismo día que tú naciste, Olivio, el 5 de diciembre de 1964. Fui a la misma escuela que tú; nuestros amigos a veces eran diferentes, pero muchas ocasiones eran los mismos. Tuve sueños, Olivio. Y tú los arruinaste. Tú querías seguir con tu vida y nunca me prestaste atención. Yo te quería mucho, te apreciaba y por eso fui cediendo poco a poco. Tú me traicionaste, Olivio. Me diste la espalda. Lo que tú querías era matarme para vivir feliz. Te importó un carajo. Pudimos hacer grandes cosas, tú y yo, Olivio. Pero querías ser exitoso. Querías tener dinero, ir a funciones de cine y de teatro, ver historias que te maravillaban sin saber que aquí, en este escenario, pudiste crear las que tú quisieras. No sabías que cuando tus ojos pasaban por las líneas de aquellos libros tan apreciados por ti, aquí cobraban vida don Quijote, Hamlet, Juan Preciado, el gordo Comodoro, y un infinito etcétera. (Pausa.) Si quieres irte, vete. Yo no puedo detenerte. Mi poder no se compara al tuyo. Tú te ejercitaste, creciste, como cáncer. Eres un huésped simbiótico que tomó todo de su presa. Adelante. Vete. Pero yo no sé las consecuencias.
Olivio: ¿Qué consecuencias?
Morfeo: Siempre tan sordo, Olivio… Te digo que no sé.
Olivio: ¿Crees que me importas, Morfeo? ¿Que te voy a escuchar después de que me mantuviste privado de mi libertad tanto tiempo? ¿Pretendes que me crea que tú y yo somos como hermanos? ¿Yo soy el egoísta? Sólo quieres tu bienestar. Yo habría estado dispuesto a ayudarte si no hubieras sido tan cruel conmigo, si me hubieras explicado qué pasaba. ¿Y ahora lloras y dices que yo soy peor? Pues ve a chingar a tu madre, Morfeo.
Morfeo: Como quieras. (Sale.)
Escena IV
Olivio: ¿Sería posible? ¿Acaso Morfeo dice un poco de verdad? ¿Soy yo quien peca de egoísta y lo mato cuando vivo? ¿En los sueños puede él aparecer y yo entonces me ausento? ¿Debería abandonarlo y matarlo para siempre? ¿O quizá ya lo he hecho y no haya marcha atrás? Abandonarlo sería abandonarme, perderme para siempre en un sueño interminable. Y de este sueño ya no podría despertar. Quisiera volver a vivir y despreocuparme de todo esto, de este lugar tan frío y solitario, donde habita Morfeo y sus recuerdos. (Se acuclilla.) ¿Aún recuerdo yo la realidad?
Escena V
Entra Pilar, con la misma vestimenta de colores opacos.
Pilar: (Va al lado de Olivio.) Mi querido Olivio.
Olivio: Pilar, te necesito.
Pilar: Te necesitas a ti mismo, Olivio.
Olivio: Quiero volver.
Pilar: Volver sería morir.
Olivio: No. (Se pone de pie.) Yo estoy vivo. Lo sé, lo siento. Puedo moverme, puedo pensar. Respiro, Pilar.
Pilar: Te mueves en tu mente, Olivio. Respiras gracias a una máquina.
Olivio: Pero necesito regresar y verte… Ver a los muchachos.
Pilar: Ya nos hemos ido, Olivio. No nos alcanzarás.
Olivio: (Llora.) No, Pilar, no me digas eso.
Pilar: Lo lamento, Olivio. Uno no puede esperar para siempre. Una eterna espera sería la muerte o el sueño perpetuo.
Olivio: ¿Aún sueñas conmigo?
Pilar: Sueño que te conozco en un restaurante, querido. Estás frente a mí, comiendo espagueti a la boloñesa y tomando refresco. Y nos miramos mutuamente. Y nos amamos a la distancia y nos entregamos en cada mordisco.
Olivio: Deja que salga, Pilar, que llegue hasta ti.
Pilar: Ya no puedes alcanzarme, Olivio.
Olivio: ¿Has dejado de amarme?
Pilar: ¿Qué es el amor?
Olivio: El amor eres tú, querida, como la poesía.
Pilar: La poesía no soy yo.
Olivio: Entonces serás novela o teatro. Yo te escribiré todos los días, Pilar, te reinventaré. Vivirás en mis escritos para siempre, sin importar que esté dormido. Me conformo con eso, siempre y cuando me ames.
Pilar: La esperanza es vana.
Olivio: ¡Quiéreme! ¡Pídeme que vuelva!
Pilar: Nunca más.
Olivio: Pilar, estaremos juntos por la eternidad.
Pilar: ¡Nunca más!
Olivio: Espérame un poco más. Abriré los ojos.
Pilar: Mis sueños se agotan, Olivio.
Olivio: Entonces sueña conmigo, sueña en mí.
Pilar: Imposible. (Se aparta.)
Olivio: No te vayas.
Pilar: Adiós, mi bienamado. Descansa en paz (Sale. Olivio se acuesta en posición fetal. Llora.)
Acto IX
Escena única
Sonido monótono periódico: bip-bip, bip-bip, bip-bip. Cesa el sonido. Escenario vacío. En medio, Olivio en posición fetal, amarrado de manos y pies y amordazado. Una luz tenue, amarilla, desciende sobre él. Se escuchan pasos. Sacude su cuerpo y mueve la cabeza para ver quién viene. De la derecha del escenario surge Morfeo, vestido de traje blanco, camisa blanca y zapatos negros. La luz ilumina más el escenario, aunque sigue siendo tenue.
Morfeo: (Le quita la mordaza a Olivio.) ¿Qué haces, Olivio?
Olivio: Me secuestro.
Morfeo: Justo cuando pensé que empezabas a comprender mejor la realidad. (Suspira.) Tan baboso. (Empieza a desatar los nudos de los pies y las manos.)
Olivio: Calla. Tú querías que me quedara.
Morfeo: No si estás como marica, apartado de mí y autosecuestrado. Yo quería ayudarte. Ayudarnos.
Olivio: Estás loco, Morfeo.
Morfeo: Lo dice el hombre que se pone sogas a sí mismo.
Olivio: Jaque mate.
Morfeo: En efecto, mi amigo. (Termina de desatarlo.)
Olivio: (Se sienta en el suelo.) Morfeo, ¿crees que deba irme?
Morfeo: Si te vas, te seguiré.
Olivio: ¿Lo prometes?
Morfeo: No lo prometo; lo temo.
Olivio: Creo que nadie me espera en casa.
Morfeo: Estás en casa, Olivio, porque estoy contigo.
Olivio: (Abraza a Morfeo.) No eres tan malo, después de todo.
Morfeo: Y tú no eres tan pendejo como… (Mira al público.) Bueno, sólo digamos que hay gente que disfruta torturarse en la mente ajena.
Olivio: (Ríe.) Estás loco.
Morfeo: (Ríe.) No. Estoy vivo.
Olivio y Morfeo entrecruzan los brazos, cada uno en la espalda del otro y caminan hacia el fondo del escenario. La luz se apaga paulatinamente. Un sonido continuo: biiiiiip…
Telón
Haidé Daiban Argentina
Rubén Hernández
Antonio Neri Tello
Paulina García González
Rolando Revagliatti Argentina
Luis Rico Chávez
Ana Romano Argentina
Juan Manuel Ruiz García
Fernando Sorrentino Argentina
Pedro Valderrama
Ramón Valle Muñoz
Julio Alberto Valtierra