Si hablamos de robots o de ciborgs, podemos imaginar lo que las películas de ciencia ficción nos muestran: máquinas humanoides que atacan a la raza humana y pretenden destruirla, como se muestran en Terminator, o bien aquellas máquinas que ayudan a la justicia a castigar a los malos, como Robocop, Yo robot o Chappie. Pero considero que podíamos tener problemas con las concepciones de los términos robot y ciborg.
Robot es una adaptación del vocablo de origen checo “robota”, que significa trabajo o presentación personal (RAE, 2018) y no lo que nosotros entendemos como una máquina programable que puede realizar operaciones y manipular objetos con mayor precisión, calidad y, además, en una menor cantidad de tiempo que lo que tardaría un ser humano en realizar esas mismas tareas.
Un autómata, según la RAE, es un aparato que encierra dentro de sí un mecanismo que le permite hacer determinados movimientos o bien, se considera una máquina automática programable capaz de realizar determinadas operaciones de manera autónoma y sustituir a los seres humanos en algunas tareas, en especial las pesadas, repetitivas o peligrosas; puede estar dotada de sensores que le permiten adaptarse a nuevas situaciones.
Hay muchos tipos de autómatas, siendo los más conocidos las máquinas expendedoras de billetes, cajeros automáticos, las expendedoras de boletos, de comida chatarra, tragamonedas o los que arman y pintan los coches.
Hablar de un ciborg es hablar de personas que poseen dispositivos cibernéticos que forman parte integrada a su cuerpo y estos dispositivos les permiten mejorar o recuperar capacidades perdidas.
El término ciborg lo acuñaron en 1960 Manfred Clynes y Nathan Kline y es un acrónimo del cyber, cibernético, y org, organismo; por tal motivo, un ciborg es una criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos electrónicos.
Los autores del término ciborg habían apostado por realizar mejoras a los trajes de los astronautas para que pudieran vivir en un medio hostil, no pensaban en un simple traje sino en una adaptación que formara parte del organismo creada por el hombre; lo que se pretende es una evolución o adaptación de una máquina integrada al organismo humano.
Expuesto lo anterior, podemos entender que un ciborg es una persona con capacidades mejoradas gracias a dispositivos cibernéticos que forman parte de su cuerpo.
Recordemos cómo la ciencia ficción pintaba a los ciborgs en diferentes películas y series desde los años 60 hasta la actualidad, como “El hombre de los seis millones de dólares”, más conocido como “El hombre nuclear”, o “La mujer biónica”, en las cuales los seres humanos habían sido modificados para poder realizar proezas inimaginables para un ser humano natural.
Ese pudo ser el momento donde los expertos en medicina comenzaron a imaginar cómo las innovaciones tecnológicas podrían aplicarse en la realidad y comprobar si lo que se observaba en la pantalla es factible, entonces nace una nueva área en la medicina: la biónica.
Hablar de la biónica es hablar del área de la medicina definida como el desarrollo de órganos artificiales que recuerdan el funcionamiento natural por medios electromecánicos (RAE, 2018). Pero esta ciencia no nace en el siglo XX, pues existen registros donde se advierte lo siguiente:
El italiano Leonardo da Vinci desarrolló estudios sobre el funcionamiento de los seres vivos durante los años 1507 y 1513, y en dibujos muy explícitos y detallados mostraba las partes y la mecánica del cuerpo humano, con lo cual diseñó aparatos que fortalecían el funcionamiento de ciertos órganos, y por ello fue considerado el primer ingeniero biónico.
En 1960 Jack E. Steele, médico y coronel de la fuerza aérea en Estados Unidos, aseguró que una vez descubierto el funcionamiento real de los sistemas vivos este se podía materializar en los aparatos, permitiendo reproducir dicho funcionamiento en algunas partes de los seres vivos. A él se le atribuye la acuñación de la palabra “biónica”.
Se puede considerar que los primeros ciborgs fueron las personas que perdieron una extremidad superior y utilizaban un garfio que se podía abrir para sujetar cosas, evolucionando hasta las manos mecánicas actuales que inclusive tienen dedos y permiten asir objetos con fuerza o sutileza, dependiendo de la necesidad.
Los marcapasos son otros dispositivos que desgraciadamente se están utilizando cada vez más. La finalidad principal es estimular al corazón para que mantenga una frecuencia cardiaca en pacientes con ritmo cardiaco irregular.
Un marcapasos consta de un generador de impulsos eléctricos y un cable que conecta el generador de impulsos con el corazón. Este dispositivo fue creado por el ingeniero Wilson Greatbatch en 1958 y patentado en 1962. El también ingeniero electrónico colombiano Jorge Reynolds Pombo creó, en 1958, el marcapasos artificial externo con electrodos internos.
El creador del marcapasos artificial externo se encuentra, desde hace cuatro años, estudiando y experimentando un marcapasos con nanotecnología que reduciría su costo de 12,000 a 1,500 dólares aproximadamente; además, la intervención quirúrgica para su implantación sería ambulatoria.
La aplicación de la cibernética que más conocemos, y que más maneja la humanidad, es la que se utiliza en medicina, pero también por diversión podemos observar cómo personas desean extender sus capacidades implantando dispositivos que les permitan mejorar su visión, agudizar el oído o estar conectados todo el tiempo a internet para recibir información sobre ciertos lugares o transmitir en tiempo real los eventos que mira.
Toda la información que se recopila se almacena en grandes servidores en la nube, donde se conjunta información de diferentes dispositivos en una red neuronal y esta, a su vez, almacena y aprende actitudes y formas de pensar del ser humano.
En los últimos años, por curiosidad o diversión, y con el apoyo de impresoras 3D, se ha generado una tendencia a desarrollar modelos impresos de armas de fuego, coches, automóviles y juguetes.
En medicina se utilizan estas impresoras para elaborar prótesis corporales principalmente de extremidades superiores complejas que suelen ser más económicas que las que se compran en una tienda especializada. El costo de dicha prótesis se reduce drásticamente, de los $2,000.00 a los $5,000.00 por una prótesis, en lugar de los $15,000.00 o $100,000.00 que cuesta en los lugares convencionales.
Estas impresoras funcionan con termoplástico en polvo que mediante calor, y después de varias pasadas de la impresora, va formando el diseño hasta completar lo que se pretende imprimir, pudiendo ser prótesis que serán utilizadas por humanos o animales.
Actualmente conocemos la necesidad que tenemos de órganos como riñones, córneas, corazones, tejidos o huesos, cuya carencia ha generado listas de espera enormes; el principal motivo es la incompatibilidad de los órganos entre donador y receptor, situación que se ha comenzado a solucionar con impresoras 3D.
Ingenieros de la Wake Forest University, ubicada en Winston-Salem, Carolina del Norte, son pioneros en la impresión de tejidos con una solución de hidrogel, combinación de agua y células humanas, además de otros productos biodegradables que le dan fuerza y estructura a la impresión. Con estos materiales se imprimen órganos, tejidos y huesos. En la impresión de los órganos se entraman microcanales dentro del tejido, lo que permite que nutrientes y oxígeno ingresen al cuerpo.
Aunque pareciera una historia de ciencia ficción, hay más ciborgs entre nosotros de los que imaginamos, no sólo quienes usan prótesis médicas, sino también personas que están extendiendo sus habilidades físicas elaborando ellos mismos sus prótesis.
Con la miniaturización surgen los nanobots que, como su nombre lo dice, son robots muy pequeños que dentro de poco tiempo llegarán a formar parte del cuerpo del ser humano combatiendo tumoraciones, bloqueo arterial y otro tipo de procedimientos quirúrgicos que podría necesitar el ser humano, siendo la implantación de estos robots en el cuerpo humano menos invasiva que los procedimientos con laparoscopia. Los nanobots serán inyectados y mediante un dispositivo electrónico serán guiados hacia el lugar afectado, donde realizarán el proceso programado.
Todos estos proyectos comienzan en la ciencia ficción, en películas como Inteligencia artificial, Her o Exmáquina, por mencionar algunas, que plantean el dilema de si la conciencia humana, alma o espíritu, se puede guardar en un dispositivo e implantarlo en un cuerpo metálico o, bien, si se puede lograr que las computadoras posean sentimientos muy parecidos a los del ser humano.
La sociedad debe comenzar a analizar qué alcances legales, éticos, morales y religiosos se deben considerar y normar la utilización de este tipo de dispositivos y órganos generados artificialmente, si deberán ser utilizados exclusivamente para mejorar la salud de un ser vivo o también para extender las habilidades humanas y el propósito de estas.
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