Para aquellos que cursamos la educación básica hace cuatro décadas, o más, nuestras lecciones de historia conformaban un corpus maniqueo y nacionalista que alojó poco a poco, en nuestro inconsciente colectivo, un complejo de víctimas ante la “perversidad de lo extranjero”. Pero con los años la literatura y el arte nos enseñaron a entender la correspondencia e influencia entre culturas y a situar, en su debida dimensión, los horrores bélicos del colonialismo, la esclavitud, el fanatismo religioso de la colonización en América, así como las bondades de la riquísima cultura española y sus elementos celtas, árabes, griegos, latinos, asiáticos o africanos; y con ellos se transformó y enriqueció la cultura americana.
La década de los noventas, en el siglo pasado, fue un periodo fértil de reflexión en Hispanoamérica al cumplirse quinientos años del encuentro entre el jarro y el caldero (Alfonso Reyes dixit): surge el posmodernismo en la literatura Iberoamericana y con ello un cúmulo de obras culturales que consolidaron el fin de siete décadas de visión histórica forjada por el nacionalismo revolucionario del partidazo en el poder. La cultura se adelantó a la alternancia política.
Artes y oficios en la Nueva España es ejemplo de esa tendencia desmitificadora de la historia, la cultura y el arte de la época colonial al resaltar su importancia y su vigencia hasta nuestros días. El libro se encuentra dividido en 4 partes además de una sección con la bibliografía complementaria y 31 fotografías a color y una en blanco y negro de diversos objetos artesanales.
En las artes aplicadas
Estas culturas no solo aportaron elementos a las artes aplicadas, sino que perfilaron los aspectos culturales de las sociedades desarrolladas en América desde el siglo XVI hasta el XIX.
Un aspecto fundamental de la evangelización y aculturación de los indígenas americanos fue la capacitación en las artes mecánicas u oficios que recibieron en casas y escuelas conventuales. Entre los centros de enseñanza artesanal más importantes se consideran los ubicados en San José de los Naturales y Santa Fe en México, y las de Tiripitío y Santa Fe en Michoacán. En ellos se enseñaba forja, bordado, plumaria y laca.
Los artesanos españoles conservaron la tradición medieval de los gremios; este tipo de organización prevaleció hasta los dos primeros tercios del siglo XVIII, consolidándose sobre todo en México y en Puebla.
En esta parte del libro, Gámez hace un recuento de los oficios más importantes en la sociedad colonial, tanto por su aportación técnica como estética: la herrería, carpintería, laca, plumaria, textil, cerámica y la platería, al cual dedica la última parte del libro, debido a que era el más importante de todos. laca, plumaria, textil, cerámica y la platería, al cual dedica la última parte del libro, debido a que era el más importante de todos.
Por tratarse de oficios desarrollados en Europa y casi ausentes en la cultura prehispánica, los herreros y carpinteros trasladaron a América además de técnicas y diseños árabes, chinos e ingleses, el concepto de espacio cerrado a voluntad, tanto al interior de un espacio arquitectónico como dentro de un mueble.
La utilización de laca y de pluma en la fabricación de objetos útiles, proveniente de las culturas prehispánicas, permaneció y se perfeccionó durante la época colonial. De hecho este tipo de artesanía impresionó desde un inicio a los españoles, por lo que los misioneros se encargaron de protegerlo y difundirlo.
En la artesanía textil y cerámica es en donde más patente se hizo el mestizaje de la Nueva España, ya que en ambas se utilizaron técnicas y materiales originales de ambos lados del Atlántico y del Lejano Oriente. Como muestra de la confluencia cultural, Gámez señala dos prendas nacionales: el rebozo y el sarape.
Tres razones son las que determinan la importancia del gremio de los plateros en la Nueva España: la riqueza argentífera, la unión de dos tradiciones orfebres y la gran demanda de piezas de plata de la sociedad para todas sus actividades.
Estéticamente, la platería también fue depositaria de las corrientes predominantes en Europa desde el renacimiento hasta el barroco y de manera muy discreta elementos indígenas como la abundancia en el ornato y la planimetría.
Gámez enumera ocho títulos de obras relacionadas con el tema. Lo notable es que se trata en su totalidad de textos editados en México.
En todas las fotografías se especifica origen, fecha de elaboración, material, dimensiones, una breve explicación de su uso y la colección a la que pertenecen. Los objetos fotografiados son los siguientes:
Gámez Martínez, Ana Paulina (2000). Artes y oficios en la Nueva España. México: CONACULTA (Círculo de Arte).
1 Gámez las define como la confección de objetos útiles pero al mismo tiempo hechos con la intención de alcanzar la belleza que dictaban las corrientes estilísticas de la época, p. 8.
2 Forja: proceso de modelado del hierro y otros materiales maleables golpeándolos o troquelándolos después de hacerlos dúctiles mediante aplicación de calor. Las técnicas de forjado son útiles para trabajar el metal porque permiten darle la forma deseada y además mejoran la estructura del mismo, sobre todo porque refinan su tamaño de grano. El metal forjado es más fuerte y dúctil que el metal fundido y muestra una mayor resistencia a la fatiga y el impacto.
Bordado: labor de embellecimiento de una tela mediante dibujos realizados con hilos y una aguja. La palabra bordado deriva del francés medieval borde.
Arte plumario (o plumaria): técnica ornamental realizada con plumas de ave, empleada por la mayoría de las culturas indígenas americanas para la elaboración de tocados y todo tipo de adornos humanos.
Laqueado: proceso de aplicación de un barniz sobre la superficie de un material, generalmente madera, tanto por motivos decorativos como de protección.