Los versos de Dante Alejandro Velázquez se integran en estrofas, en poemas juguetones, los cuales en su flujo rítmico desgranan momentos cotidianos de la vida, presentándolos —paradojas del arte— como instantes trascendentes en los que vale la pena detenerse para reflexionar sobre nuestro estar en el mundo.
Dante, arquitecto de profesión y oriundo de Lagos de Moreno, recurre a sus experiencias personales y profesionales para mostrarnos universos a los que no tendríamos acceso de otra manera. Incluso el empleo de “tecnicismos” —utilizados, más que por los arquitectos, por los profesionales de la construcción (albañiles)— nos regala otra manera de nombrar (habitar) el mundo. El espacio campo-ciudad aparece como un elemento implícito, asomándose aquí y allá, imbricados en una misma esencia.
Leemos en una alusión específica a su profesión:
La arquitectura es un mecanismo
de placer que se deja acicalar
entre frisos y parteluces,
por engranajes que llevan
a una piedra clave llamada tiempo
donde el placer reposa.
Los títulos de cada sección son elocuentes para definir los propósitos artísticos de su autor: “Suburbio acá”, “Sumbanana”, “Siete arquitectos”, “Chubascos” y “Cuatro canciones”, cada una enfatizando los aspectos trascendentes de lo cotidiano.
La casa como espacio vital rebasa la alusión particular referida a un individuo, transformándose en la representación de todos los anónimos que habitan una vivienda en cualquier rincón del mundo, condenados todos a esa vida de rutina. Aunque, por sí misma, la rutina no posee una connotación negativa; esta cuestión depende de cómo la sobrelleve cada sujeto.
Con los años, la casa del anónimo
será condenada a la rutina
entre tantas otras rutinas de su barrio
y tantos barrios en esta sopa de edificios
parques, calles y carros.
Página tras página, el lector se asoma a una poesía que fluye por su naturalidad, su espontaneidad, despertando su complicidad, como si se tratara de las gracias de un niño que alegran el día de los extraños que por ventura son testigos de esas gracias.
Los versos rezuman simpatía, afabilidad; el lector parece observar los objetos y los sucesos a través de un prisma de gusto por la vida, como si se revistieran de una nueva naturaleza que les transfiere un valor que va más allá de lo material o lo utilitario; el lector se reconcilia con su entorno y todo adquiere un carácter trascendente.
Quizá sería exagerado señalar que los hechos cotidianos se elevan a la categoría de sucesos épicos, pero el hecho de que se revistan de su esencia vital los lleva a trascender la circunstancialidad que los define.
En los poemas de Suburbio acá encontramos un humor juguetón que refuerza ese amor por la vida y todo lo que la conforma.
Dante Alejandro Velázquez Limón, Suburbio acá, ediciones Papalotzi, Guadalajara, 2022.
