La filosofía o, mejor dicho, el filosofar, es necesario para hacernos
ser plenamente lo que ya somos, esto es, humanos. El hecho de filosofar
principalmente ayuda y “sirve” al propio que filosofa, al que piensa y
se hace preguntas. Y es que el ser humano, en cuanto humano, necesita
filosofar, no puede evitar filosofar. Todos nos hacemos desde niños
preguntas filosóficas (por qué esto, por qué lo otro…) hasta desesperar
a nuestros padres y profesores. Y lo hacemos no para este o aquel fin
práctico, sino porque lo necesitamos, nos urge conocer los porqués y
paraqués de la vida, del mundo, de nuestra existencia.
La mundialización de la humanidad como proyecto de vida es un proyecto de largo alcance en materia educativa. Formar para la vida en el marco de la globalización es el reto la ciudadanía mundial, como una construcción continua, diversa, incluyente y convergente del individuo en relación con su sociedad, en función de la formación de su propia autonomía, que es codependiente con el otro y lo otro, de tal forma que se identifica, dialoga y se compromete con un proyecto de vida que es común, superior a él y determina su razón de vivir con calidad y humanidad.
La educación no puede seguir formando masas sociales, sino seres humanos integrales que comprenden su historia y el sentido de su estar en el mundo, su ser-ahí, seres humanos preocupados por mejorar su sociedad y su futuro. Es por esto que es importante centrarse en las narrativas, en el lenguaje, en el conocimiento de las tradiciones que le darán unidad al saber, además de aprehender a conjugar su individualidad con la vida compartida.
Palabras clave: ciudadanía, ética, humanización, filosofía, historia.
La historia nos ubica en el proceso de pensar en el recuento de los hechos, por consiguiente, en el uso del lenguaje, en tanto que la filosofía en la actitud de descubrirlo todo, en el asombro, construimos la explicación del presente o, mejor dicho, de la ilusión de presente, que nunca existió, de la idea de recuperar el contexto, de explicarlo, y en ese acto cognitivo el presente es y deja de ser.
Mirar el presente es reconocer nuestra percepción del tiempo y del espacio, es un acto de asombro, de preguntar y responder, de dar nombre y significado a lo que acontece a diario. El sentido del sinsentido como vocación, la filosofía en este sentido no existiría.
La realidad es un presente dado dándose, en un movimiento que invita a replantear lo conocido y reconsiderar a partir del lenguaje como instrumento de pensamiento la idea de futuro y de pasado. Por la fuerza del asombro, tenemos una necesidad especial de comprender los cambios de nuestro presente, esto es, lo que en el fondo siempre se ha hecho como actividad filosófica a lo largo del tiempo y que es básicamente comprender el cambio y, en paralelo, comprender la vida, la existencia humana o, más precisamente, los actos que determinan nuestra humanidad.
Es un lugar común en la narrativa actual de la escuela, que la función de la educación garantice que los individuos aprendan a construir un mundo mejor, donde la idea de beneficios individuales forme parte de esta tarea histórica del presente, pero también de crear y recrear espacios democráticos de convivencia con respeto a la diversidad.
La formación ciudadana busca que cada ciudadano conquiste su libertad, partiendo del encuentro con el otro. Esto lo llevará a desarrollar su existencia en igualdad, solidaridad, respeto y diálogo para resolver los conflictos. Es un imperativo ético cultivar un pensamiento decolonial, emancipatorio, donde se incluyan las voces, necesidades e interese de las personas en sus relatos.
Desde esta perspectiva es vital para comprender-nos encontrar las fuentes de nuestro conocimiento, instaurado en clave de diálogo con los demás saberes, instituciones y discursos a la hora de hablar de ciudadanía del mundo. Por tal razón, aprender en la interacción con el otro y lo otro es fundamental en la formación democrática y ciudadana, que vincula proyecto de vida con la idea de felicidad, seguido de respeto profundo por los mínimos de justicia y por los valores que los hacen necesarios, el afán por desarrollar y ejercitar la autonomía personal y el deseo de autorrealización personal, mismos que son los legados de toda verdadera y coherente educación.
En esta percepción de formación ciudadana, que es asumida como un estilo de vida, debe ser analizada y resignificada desde el contexto inmediato en medio de un horizonte de posibilidades de orden global, tanto a nivel social, cultural, económico y político, esto es, en las dinámicas de la idea de lo global y lo local.
Este proyecto formativo debe ser transversal y multidisciplinar, donde se impliquen, entre otros referentes, los siguientes aspectos:
Lo anterior implica ensanchar las reflexiones entre globalización, cosmopolitismo y ciudadanía del mundo, razón por la que es vital incluir el contexto geográfico que marca principios esenciales tales como identidad, ecología de saberes, inclusión y desarrollo humano.
La formación ciudadana debe vincularse con los retos y tareas configuradas para la ciudadanía mundial de acuerdo con lo establecido por la ONU, los objetivos del desarrollo sostenible (2016), en virtud de que estos principios y estas metas se constituyen en el marco conceptual y categorial para configurar una sociedad democrática y ciudadana.
Abordar los temas relativos a la pobreza, el hambre, la salud, la educación, la sostenibilidad, la equidad de género, el acceso al trabajo justo y la economía solidaria, entre otros, será fundamentales para articular los compromisos de cada individuo para construir un proyecto de nación que promueva una mejor calidad de vida para todos.
Este estado de relación será posible gracias a la acción de la palabra que expresa ideas, ideologías e imaginarios. El reto es construir una humanidad mundializada en beneficio del ser humano individualizado.
Pensar globalmente y actuar localmente. La ciudadanía es el reconocimiento de una serie de derechos políticos y sociales que le permiten a una persona intervenir en la política, esto es, la ciudadanía implica un estado de conciencia y libertad sobre el relato como horizonte de realidad que deseamos como viable, posible y realizable, al tiempo que es una actividad colectiva por la construcción de un mundo mejor.
La ciudadanía hace posible la democracia como compromiso individual y social como responsabilidad ética y por consiguiente la ciudadanía representa el punto de unión entre la razón de adhesión o pertenencia a una comunidad y el de justicia con esa misma comunidad. La ética como coordinación de valores de un individuo presume la existencia de una visión del mundo y en consecuencia una percepción política de acción y participación democrática que favorece la identidad y el derecho a tomar decisiones en los proyectos comunes, y en consecuencia ser partícipes de los ideales de libertad, igualdad, justicia y solidaridad.
El proyecto de vida de un sujeto responsable desde este marco de la participación ciudadana se constituye como discurso, como relato de encuentro y superación de las contradicciones de los accionistas de la empresa-fábrica y de todos los sectores sociales como actores económicos que son beneficiados. El mercado es el gran educador de las formas de ciudadanización de la sociedad civil.
En este escenario de acción y legitimación de las relaciones de producción, el trabajo sigue siendo el principal medio de ingreso y sustento ciudadano, el trabajo como elemento que modela la identidad personal, vehículo de participación social y base de la educación y la humanización, por tanto la tarea de la filosofía, además de coordinación de valores como escenario de relaciones de producción y consumo, esto es, económicas de justicia y legitimación del orden establecido, es de esclarecimiento del discurso que lo hace posible como acción comunicativa.
El discurso será considerado como la conciencia moral del poder público, como espacio institucionalizado de participación, todos incluidos en la ley, en la igualdad, la libertad de palabra, pensamiento y culto, el derecho a la propiedad y construir contratos a crear ciudadanía en el marco de la diversidad y el multiculturalismo. El ciudadano del mundo actúa, toma en cuenta en su obrar, los fines o ideales que cualquier ciudadano podría tener, de esta forma valores como la libertad, la justicia, la lealtad, la honradez, el profesionalismo, la productividad, el diálogo y el bien común, deben ser principios rectores de la ciudadanía mundial.
La filosofía es una actividad humana, puesta y dispuesta a explicar el presente como idea de comprensión de la realidad y dar sentido a lo que somos, hacemos y queremos ser como especie humana. Hacemos del lenguaje un instrumento de comunicación, pero reconociéndolo como base y fuente de nuestro pensamiento.
El filosofar es lo que nos da sentido como seres racionales, es lo que permanece a lo largo del tiempo. La filosofía es y será la constante de nuestras vidas, es lo que nos hace humanos, demasiado humanos, por tanto, cultivemos la actividad del filosofar.
En los procesos educativos y pedagógicos la formación del hombre termina en ciudadanía, en cuanto que le provee el espacio para encontrarse con el otro en medio de lo otro, a reconocer al otro en toda su plenitud y en su diferencia, la cual se aprende a respetar, a dialogar como seres racionales y sujetos de lenguaje y palabra, a ser solidario generacionalmente, a pensar global y actuar localmente, a valorar la libertad.
La ciudadanía por consiguiente es una condición del ser humano en relación con la sociedad presente, situación que le demanda en lo individual una postura concreta de pensar, decidir y actuar en la búsqueda de soluciones plausibles y construidas, entre todos y en condiciones de igualdad, para su desarrollo integral como ser humano.
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