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La astrología en El burlador de Sevilla de Tirso de Molina

Flor Pagán Puerto Rico

La noche en negro silencio
se extiende, y ya las cabrillas
entre racimos de estrellas
el polo más alto pisan.
El burlador de Sevilla.Tirso de Molina

La astrología, en conjunto con la mitología grecorromana, juegan un papel muy importante en la ciencia, el arte y la literatura del Renacimiento español: “That astrological literature is interwoven with religious and scientific thought, mythical and rational themes, and that it mirrors real events and fantastic transfigurations” (Eugenio Garín, VI). Los personajes, en sus acciones, están predestinados a un ser o a símbolos de la armonía o a símbolos de la discordia. Los últimos crean el caos y son los provocadores de tragedias en los dramas del Siglo de Oro en España. Esto es así por la doble faz que representan la mayor parte de los planetas, constelaciones y mitos. Por un lado está la bondad, la virtud, el sabio y lógico entendimiento. Por el otro, la maldad, el vicio, las pasiones incontroladas, la obstinación ilógica y la falta de cordura y sensatez.

“The religious nature of astrology which is always maintained at the expense of logic, because planets and constellations were not only cosmic forces whose propitious or inauspicious actions brought weakness or strength according to the cycles of a path fixed by eternity; they were divinities which could see and understand, which brought gladness or grief, had a voice and subservient or dominating” (Garín, VII).

El pensamiento astrológico que influyó en la literatura de los siglos XVI y XVII fue el arábico, cuyo mayor exponente fue Ptolomeo. Según Ptolomeo, existían dos mundos, como decir dos universos: el mundo lunar, que era el mundo de la perfección y lo eterno, y el mundo sublunar que, por el contrario, es imperfecto y humano. En el primer mundo se encuentran los siete planetas del momento histórico renacentista que son los siete cielos planetarios: 7. Saturno, 6. Júpiter, 5. Marte, 4. Sol, 3. Venus, 2. Mercurio y 1. Luna. En el segundo mundo se encuentran los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra; tan importantes como símbolos literarios porque representan sentimientos, pasiones y patrones de conducta de los personajes. De todos los elementos, el más pesado es la tierra. De los vapores que salen de estos elementos surgen los humores que rigen la humanidad en su conducta y que componen el universo. Así la ciencia del momento lo creía y lo afirmaba como un hecho. Los cuatro humores son colérico, sanguíneo, melancólico y flemático. El colérico tiene como elemento el fuego y es, por tanto, caliente y seco, y su dios o planeta es Marte. El sanguíneo se rige por el aire y participa de lo húmedo. Júpiter reina en los sanguíneos. La melancolía la dirige Saturno, su elemento es la tierra, por lo que es frío y seco. Y por último, el flemático tiene bien sea a Venus o a la Luna, y participa de lo frío y lo húmedo por ser agua. De esta forma está visto y dividido el universo que tanto influyó simbólicamente en la literatura renacentista.

Este estudio se basa en el análisis de la primera clasificación, el mundo lunar, en El burlador de Sevilla. Es válido aclarar que la astrología influye en los personajes y sus acciones, pero no determina, pues la fuerza mayor que rige en el vasto universo es Dios, y por manos del Supremo llegará el castigo a don Juan por sus burlas y malas decisiones, no por la astrología.


Saturno y Venus

Saturno es planeta y, también, estrella errante que siempre se opone a Venus, quien representa la armonía y el equilibro en el amor. Don Juan, por ser estrella, es sol brillante en virtud o nobleza de cuna que lo acompaña.

Es hijo aqueste señor
del Camarero mayor
del rey, por quien espero
antes de seis días ser
conde de Sevilla (254).

Conde será desde hoy don Juan
Tenorio de Lebrija (308).

Yo soy noble caballero
cabeza de la familia
de los Tenorios, antiguos
ganadores de Sevilla.
Mi padre, después del rey,
se reverencia y estima.
Y en la corte, de sus labios
pende la muerte o la vida (295).

Pero su color es el negro y esto lo convierte en un sol de noche. Saturno, por tanto, representa la tragedia y la frustración en el amor. Es, a su vez, el planeta más perfecto, pero el más negativo, ya que trae consigo destrucción, muerte y renacimiento. También es el dios de la razón e intelecto como es el de la esterilidad. Simboliza el tiempo que, con su apetito voraz, devora seres, cosas, ideas y sentimientos. En el sentido místico es símbolo de la insuficiencia. Don Juan es Saturno, el sol negro que desata la tragedia en la obra, quien rompe la armonía del amor en tres parejas: Isabela y Octavo, Aminta y Batricio y doña Ana y el marqués de la Mota y desgracia a Tisbea, quien se reservaba casta, libre de las prisiones del amor. Como sol negro, realiza sus malas acciones y burlas al honor femenino siempre en la noche que, como dice el burlador: “Estas son las horas mías” (132).

Don Juan, como sol y estrella errante, se opone al equilibro y a la armonía del amor representada por Venus. Por tanto, su persona trae siempre el caos y los conflictos a cada paso que da. En dos ocasiones se le llama “antípoda del sol”, término que significa o se refiere a una persona o cosa contraria u opuesta a otra. El tío de don Juan lo nombra de este modo, al igual que Isabela. Dice el tío: “Porque antípodas del sol / son siempre los poderosos” (247). Este comentario encierra una fuerte crítica con respecto al honor y a la jerarquía social en la que, ambos unidos, se representan en otros personajes medievales y renacentistas que quiebran el orden y la armonía y crean el caos al violar la ruptura de la jerarquía social y la nobleza moral y al abusar de su poder y posición económica y política. Tal es el caso de las hijas del Cid (un infanzón, un simple soldado) con los infantes de Carrión que las violan, maltratan y dejan amarradas en el robledal de Corpes por dos motivos: vengarse del Cid por la burla del león (falta de nobleza moral y de valentía) y por considerarse superiores socialmente al Cid y descendencia. Por ser hijos de reyes que reinarán algún día, humillan al llamar a sus esposas “barraganas”, es decir, no son nadie. Otro caso es el del comendador de Ocaña (servidor del rey) que quiere burlar a la belleza de Casilda, la esposa de Peribáñez (ambos labradores) en una noche que el marido está ausente de la casa. En Casilda se unen los conceptos neoplatónicos de la belleza que se desea y la poesía del amor cortés. La segunda vez que don Juan es llamado “antípoda” es en boca de Isabel para referirse al hombre que le robó su honor de noche.

¡Que se robase una traición el dueño,
la prenda que estimaba y más quería!
¡Oh riguroso empeño
de la verdad, oh máscara del día,
noche al fin, tenebrosa,
antípoda del sol, del sueño esposa! (297)

Y en otro momento, el burlador como Saturno es una “airada estrella”, lo que alude también al mismo sentido de oposición a la armonía del amor.

Di, mujer,
¿qué rigor, qué airada estrella
te incitó, que en mi palacio,
con hermosura y soberbia,
profanases sus umbrales? (244)


Mercurio

El tiempo para don Juan como Saturno es sumamente importante: el tiempo para ejecutar la acción y el tiempo para huir. Siempre está de prisa, apresurado por destruir. No pierde tiempo en ejecutar sus burlas. Tan pronto las piensa como al instante las está ejecutando. Sin embargo, la relación de tiempo entre don Juan y Saturno se basa en el poder como destructor, mas no así la prisa. La prisa del burlador de Sevilla contrasta con el hecho de que Saturno camina con pies de plomo, es decir, muy despacio. Como tiempo destructor, acaba de conocer a Tisbea y ya planea “gozarla” por la noche. Tan pronto como termina con su burla, que su sirviente Catalinón tenga prestos dos yeguas de “pies voladores” para huir inmediatamente. Interfiere otro dios en el concepto de la prisa, pues los “pies voladores” pertenecen a Mercurio, el dios mensajero que, en vez de llevar buenas noticias (luz y armonía), lleva mensajes de oscuridad, dolor y ruptura del orden, y siempre va de prisa como un ladrón, el ladrón del honor. Aparece en las bodas de Anfriso y Aminta y, sin perder tiempo, despoja de su lugar al marido y lo ocupa él, miente a todos (Anfriso, padre de la novia y Aminta) y en la noche entra en la habitación y goza y burla a la novia. También con Isabela (dama principal) el tiempo lo apremia y huye corriendo de manos del rey y de su posible castigo. Encuentra al marqués de la Mota, su amigo, y no bien acaba el marqués de contar su historia de amor, ya arde en deseos de conocer a tal belleza. La suerte, voluble y caprichosa en la mitología, hace que el papel de la cita del de la Mota con su amada caiga en manos de don Juan. Y este, violando todos los códigos de la amistad y la ética, se prepara con prisa para la próxima burla, pero esa suerte voluble lo impidió. A los gritos de doña Ana su padre acude presuroso y don Juan, sin pérdida de tiempo, saca su espada, mata a don Gonzalo de Ulloa y huye rápidamente. Toda esta escena gira de forma tan vertiginosa, a la velocidad del rayo, sin cabida a ningún pensamiento, a la razón. El tiempo se mueve veloz para el burlador en su carácter de Mercurio y así satisface como Saturno su apetito voraz. El honor, entonces, se compara con el pasar veloz del tiempo que se escapa en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo es un carpe diem, rápido y corto en goce de los placeres. Dice don Juan sobre el honor y el placer como el “gusto”:

El burlar
es hábito antiguo mío (262).

Sevilla a voces me llama
el burlador, y el mayor
gusto que en mí pueda haber
es burlar una mujer
y dejalla sin honor (274).

Mercurio es el dios mensajero. Catalinón lo representa al final de la obra, pues es el mensajero portavoz de la muerte de don Juan y de la pureza de doña Ana, la única mujer que no fue seducida por el burlador.


Júpiter y Marte

Júpiter es el sexto planeta. Entre los dioses grecorromanos corresponde a las virtudes supremas del juicio y el libre albedrío. Es un planeta benévolo y está representado por el rey, la figura que reparte justicia según su voluntad o albedrío. Y así es, este rey no es lo justo que se espera de él, ya sea por debilidad o por lealtad al padre del burlador, su amigo y comendador. El rey quiere mandar en los albedríos de los demás personajes, pues quiere casar a todos sin contar con la aprobación y decisión del otro con respecto a la pareja elegida. De esta forma pretende restaurar la armonía del caos. También don Gonzalo de Ulloa, padre de doña Ana, se convierte después de muerto en un Júpiter que viene a hacer justicia ante las ofensas recibidas en vida y en muerte por don Juan. En vida, le quitó el honor a su hija y, en muerte, le falta el respeto al mesarle las barbas. Esta grave ofensa de honor en el código medieval entre caballeros aparece en El Cid, donde el Cid pondera que nadie jamás ha mesado sus barbas, pero él sí lo hizo a un conde, pues le corta un pedazo de su barba en una lucha, lo que le cuesta tener un enemigo poderoso que será el causante del destierro del Cid, quien lo acusó de robar las parias o impuestos al rey Alfonso VI, su señor. Júpiter, como dios, tenía la costumbre de adoptar diferentes disfraces para raptar y seducir a las mujeres. En este sentido don Juan es otro Júpiter, pues en dos ocasiones adopta dos disfraces diferentes para usurpar las personalidades de los amantes de las mujeres seducidas, Isabel y doña Ana. Es por que a Isabel se compara con Europa: “¿Sois vos la Europa hermosa / que esos toros os llevan?” (299).

Don Gonzalo no sólo representa a Júpiter en la justicia, sino a Marte en su desborde de pasión. Marte es el planeta de las pasiones y el de la valentía (la guerra, la batalla, el combate). La pasión de don Gonzalo por el sentido del honor le enfurece de tal modo que sólo quiere luchar con don Juan y matarlo, pero el adverso destino se torna en su contra y la espada del burlador de Sevilla lo hiere de muerte.


Sol

El sol es la vida, la vitalidad y encarna luz y todo lo positivo, “the highest god amongst the gods of heavens” (Garín, 66). Doña Ana es “el sol de las estrellas de Sevilla” por su “virtud” (270) que se convierte en la fuerza opuesta al sol negro de don Juan, cuya luz es la única que puede frenar y vencer al burlador. Inclusive es la única mujer que no será seducida, aunque queda sin honor, ya que don Juan traspasó el velo con cerradura que la protegía y escondía, la puerta de su aposento, como si fuese el velo de la cara. Sin seducción no está manchada en su honor y, por lo tanto, sigue siendo “un puro sol” (270), aunque se eclipsará en un momento en defensa de su libre albedrío para no ser casada por el rey en contra de su voluntad: “un manto tapado donde un puro sol se esconde” (270). Don Juan reconoce la virtud de esta mujer cuando le dice a don Gonzalo: “A tu hija no ofendí /que vio mis engaños antes” (316). Doña Ana queda con su honor restaurado y se restablece el orden cuando Catalinón trae las noticias de la muerte del burlador y, a la vez, la confesión de este de que nada pasó con doña Ana.


Venus, Virgo y el mito de la serpiente como otra visión de Saturno

Tisbea, por su parte, representa a Venus y también a Virgo. Como Venus es el fuego de la pasión, es estrella de la mañana y de la noche, lo que convierte a Venus en solar y lunar. Tisbea como Venus es la pasión fogosa, ardiente, el fuego del amor: “¡Fuego, zagales, fuego, fuego y rabia! / ¡Amor, clemencia, que se abrasa el alma!” (266). El mito de Venus dice que esta surgió del mar. Don Juan, en un momento, participa de este mito cuando renace de la furia del mar y cae en brazos de Tisbea, su salvadora: “y en vuestro divino oriente renazco” (255). Como estrella que se ve de día, Venus es “un claro cielo” (256) y así se expresa don Juan: “Gran parte del sol mostráis, / pues el sol os da licencia” (256).

Como Virgo, Tisbea vive sola en su templo de castidad, una cabaña en la playa, alejada de la civilización. No se rige por las reglas sociales. Es la mujer esquiva de la literatura renacentista que ha decidido estar sola, sin pareja, sin amor, que se basta a sí misma como también lo será la Marcela de Cervantes en la primera parte de El Quijote. Don Juan, un Saturno que todo lo destruye, irrumpe en la casa de la casta Diana, la diosa del signo Virgo, manifestado en Tisbea la pescadora, y destruye y profana el templo sagrado de la castidad, creando tal incendio que, metafóricamente, toda el agua de la playa no lo puede apagar: “¡Fuego, fuego, que me quemo, / que mi cabaña se abrasa” (265). No obstante, ella es pescadora. Esta vez pescó del mar al hombre, a la pasión reencarnada en don Juan, a la que ella le huía por lo que se había volcado en su opuesto, la castidad. También Tisbea, en la pasión que la devora es, a su vez, Venus, donde el mito se consagra y se entrega, se consume y se devora en el fuego de la pasión a sí mismo en un todo, en un círculo cerrado y completado por don Juan. Tisbea y don Juan son igualmente intensos y pasionales y se aman esta vez sin la prisa que caracterizaba al burlador en sus otras burlas y sin los convencionalismos sociales que quitan libertad de acción y de expresión, quitan libre albedrío (voluntad para decidir a quién y cuándo amar), de lo que no gozaban las otras mujeres seducidas por el burlador. Don Juan como Saturno devora a Tisbea.

Y como “culebra”, según define Batricio al burlador, es también el mito de la serpiente con su cola en la boca, devorándose continuamente a sí misma en su pasión, y que remite a la naturaleza cíclica del tiempo y al eterno retorno. Otra expresión del mito de Saturno. La serpiente simboliza el tiempo y la continuidad de la vida. Es, también, la representación de la unidad de todas las cosas, lo material y lo espiritual que nunca desaparecen, sino cambian de forma perpetua en un círculo eterno de destrucción y nueva creación. Esto es lo que ocurre entre Tisbea y don Juan. La pasión que los une de forma igual y pareja es círculo y unidad. Y es, igualmente, un símbolo de purificación que representa los ciclos eternos de vida y muerte. Don Juan purifica su fuego en el agua de Tisbea para volver a empezar, el eterno retorno a su pasión, a la vida. En algunas representaciones la serpiente es una mitad clara y otra oscura haciendo recordar la dicotomía de vida y muerte, destrucción y creación. Para explicar la naturaleza del amor, Tisbea es la mitad clara y don Juan la otra oscura. También esta dicotomía se representa en otros símbolos similares como el ying y yang oriental.


Luna

El último planeta es la luna. La mujer y la fortuna se comparan con la luna, por ser ambas mudables, cambiables. Aminta se presenta a sí misma como la luna de Batricio, quien es, a su vez, el sol. Pero luego Aminta cambia por tener mejor fortuna y querrá ser la luna de don Juan.

Por ti ser luna merezco.
Tú eres el sol por quien crezco (285).

Lindo sale el sol de abril,
con trébol y toronjil;
y aunque le sirva de estrella,
Aminta sale más bella (285).

En la alegría de la boda, el sol de Batricio queda eclipsado por su luna (Aminta), lo cual será verdad, pero no para alegría, sino para melancolía de Batricio. “Deste sol claro y luciente / que eclipsa al sol su arrebol” (285).


Las constelaciones: sagitario, capricornio y tauro

A la vez que don Juan devora sentimientos amorosos, destruye el amor como armonía neoplatónica de parejas para mostrar el otro lado, el carpe diem, el goce, y tanto hombres como mujeres terminan burlados. La burla donjuanesca se representa en las constelaciones capricornio y tauro que aluden a la infidelidad a través del símbolo de los “cuernos”. Octavio era el sagitario de Isabela y se convierte en capricornio. El marqués de la Mota y Batricio se convierten en tauro, en “toros”. Chirón o Quirón era un centauro justiciero y sabio, recibió una herida accidental a manos de su amigo Heracles. Arrojado de su morada en la cumbre de Pelión, hizo su morada en Laconia. Renunció a su inmortalidad y fue puesto por Zeus entre las estrellas como la constelación Sagitario (el arquero). Isabel, inadvertida y accidentalmente, (pues confunde a don Juan con Octavio), hiere al duque Octavio y, por esto, fue la causa de su destierro, renuncia a su tierra con dolor por la herida de amor que le causa Isabela. Octavio, el que era un sagitario (noveno signo zodiacal) pasa a ser un capricornio (décimo signo zodiacal), dios representado en un macho cabrío, con cuernos y patas de cabra. Para un auditorio del siglo XVII, la alusión a un animal cornudo connotaba la infidelidad. Y esta es la implicación de la broma de Catalinón a capricornio que retrata la condición de Octavio. El arco y la fecha de sagitario, vistos como símbolos para el amor en Octavio y a quien se le escapa la presa, se convierten estos símbolos en capricornio por la burla de don Juan.

Tauro es el segundo signo del zodiaco y lo representa un toro, otro animal con “cuernos”, y que también denota la infidelidad de otros dos amantes, Batricio y el marqués de la Mota. El marqués se representa como “toro”: “—¿Echaste la capa al toro? / —No, el toro me echó la capa” (281). Lo mismo hace Batricio.

Mas si tiene de ser toro,
¿qué mucho que esté corrido?
(No daré por su mujer
ni por su honor un cornado) (287).

Aquí hay un juego de palabras entre “corrido” y “cornado”. “Corrido” significa correr o perseguir al toro en la corrida, también es sinónimo de irritado y, por último, alude a la condición sexual de que ya recibió cuernos (infidelidad). “Cornado”, por su parte, es herir y enterrarle una varilla al toro en la corrida que, a su vez, se refiere a una moneda de poco valor (Diccionario de la Lengua, 368). Todo esto se traduce en que Aminta quedará sin honor, por lo que no valdrá un “cornudo” como moneda y, además, ella hiere a Batricio en las bodas. Dice Batricio: “Corrido / estó; bien sé yo que ha sido / culebra y no casamiento” (290). Batricio está en peores circunstancias que el marqués, pues está corrido como toro, pero por “culebra”. El símbolo de la “culebra” alude a don Juan como un demonio presente en las bodas para destruir el sacramento del matrimonio en alas del goce y del engaño que sufrirá Aminta y Batricio.


Las estrellas

Llama la atención la presencia constante de las estrellas en el discurso de don Juan. Estas aparecen en todos los episodios que se produce una burla por parte de este. Como símbolo parece confirmar que las estrellas están avisando el fin trágico de don Juan, su muerte, de forma descendente. Funcionan como mensajeras, a lo que dice Cirlot al respecto: “Being nocturnal, their symbolism is associated with that of night; they are also linked with the idea of multiplicity (or with disintegration) because they appear in clusters, and with order and destiny because of their disposition and location” (295-296). En la burla de Isabela, el rey pregunta por la “airada estrella” que incitó a Isabela a perder su honor. Luego Octavio alude a lo siguiente: “Decidme, señor, ¿qué dicha / o qué estrella me ha guiado / que de mí el rey se ha acordado?” (246). La estrella que creía Octavio ser para su bien se convirtió en su mal, pero luego sería para el mal de don Juan. Tisbea, loca de dolor al verse burlada, maldice a don Juan con las estrellas. “Rayos de ardientes estrellas / en tus cabelleras caigan” (265-266). El marqués de la Mota, cuando se acerca a la casa de doña Ana, dice: “¿Por qué anda el fuego emulando estrellas / dividiéndose en escuadras?” (283). Y en la burla final, la de Aminta, don Juan invoca a las estrellas para que le ayuden en esta empresa, pues va a profanar el santo sacramento del matrimonio, la más grave falta de todas las cometidas por el burlador. “Estrellas que me alumbráis, / dadme en este engaño suerte, / si el galardón en la muerte / tan largo me lo guardáis” (292).


Conclusión

En fin, la astrología en El burlador de Sevilla se utiliza con un propósito simbólico para así representar los temas principales que constituyen el motivo de esta obra en particular: el tema del honor y el tema del exceso de confianza en la bondad suprema. El tema del honor se presenta haciendo uso de las constelaciones, el octavo cielo, en especial aquellas que aluden a la infidelidad, por ser representadas con animales con cuernos, capricornio y tauro. Aunque el castigo o contrapassio o justicia poética que recibirá el burlador sean mandados por la ley suprema, son las estrellas las que van anunciando, como mensajeras, el desenlace trágico de don Juan.


Bibliografía

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