Apenas te conozco y ya me digo:
¿Nunca sabrá que su persona exalta
todo lo que hay en mí de sangre y fuego?
Carlos Pellicer
Apenas te conozco, y no me libro del sueño,
del peso de los sillares, de la opulencia
de mi sangre donde no ordenas,
pero eres tierra hendida.
No se esperar mucho, no atizo el fuego,
las brasas arrasan más que lo atónito.
Si no ofreces los labios, igual sangran los licores.
De hallazgo en hallazgo,
la memoria genera sus leyendas,
la minuciosa maquinaria de los espejos,
donde sucede lo que ya no descubro,
sigue engarzando luceros
y una piedra evidente
en cada verso
su celaje.
No sé cómo son estas palabras.
Tuvimos tan pocas palabras
en la yema del sueño,
tan abrupta te fuiste que un abrevadero
de voces es el agua que entinta tu nombre.
No lamentes nada. Los tristes confundimos
la alegría con el deleite umbral
de traducirnos en la boca los luceros.