La celebración de san Antonio en la comarca Timulí nunca fue tan alegre como aquella noche, luego de la repartición de los nacatamales, chicharrones con yuca y guiso de pato. Wilmer estaba solícito a cualquier petición de baile.
—Es que dice mi hermana que si le cede una pieza…
Al instante sonó una música chinamera, y Wilmer se sacudió con la muchacha al ritmo de las mejores canciones, en aquellos lares donde las cumbias viejas nunca pasan de moda.
El día que terminó, o más bien que lo terminó su novia de tres años, nos habíamos quedado en la casa de Eddyn cerca de la loma Tamanes, hoy mirador Sandino. A las dos de la mañana se escucharon los sollozos de aquel pobre destrozado por el sentimiento del abandono y la decepción. Yo me quedé en silencio al otro extremo de la sala, acostado en una tijera con forro de saco. Al encender la luz descubrí a Eddyn en posición de bateo con una raja de leña listo para golpear al pobre Walter y así evitar un posible suicidio.
Recordaríamos este episodio durante muchos años.
Claudia tenía cinco años cuando jugaba a lavar ropa en el patio de su casa. Cerca del lavandero un pozo excavado a mano. En el pozo una bomba para extraer agua que funciona empujando una palanca hacia arriba y hacia abajo. Verónica quiere extraer agua; sin embargo, el tubo se zafó del grifo. Verónica mueve una tabla mientras intentar meterlo. Claudia piensa que es más hábil que Verónica. Luego de varios intentos y de giros en forma de reloj, cae al fondo del pozo. Claudia hoy tiene 36 años y no entiende por qué es claustrofóbica. A veces grita dormida mientras sueña que cae al fondo del pozo.
Salir a las fiestas en aquellos años de muchacho nunca fue cosa fácil. Lográbamos conseguir la entrada, pero pocas veces el consumo. Así que luego de bailar algunas piezas musicales con alguna bella chica juigalpina, tocaba disimular. Para no entrar en la fase, nos tomábamos una gaseosa. Jorge era un poco más listo: logró comprar dos cervezas Toñas y toda la noche, bajo las esferas luminosas, tomó y tomó sin nunca embolarse. Los Caracoles Negros era nuestra discoteca favorita de viernes. La técnica fue rellenar la botella de agua cada vez que se terminara. Presumir, a veces, fue un error óptico.