¿Quién te mira en el espejo
cuando frunces tu entrecejo
en confusión de pendejo
con rostro de amargo dejo?
Porque el amor no es reflejo
de otro amor, sino complejo
sentimiento ya vuelto viejo
pues desdeñaste el consejo
que advierte lo disparejo
en el juego por demás añejo
de tú te acercas yo me alejo
y andas como cangrejo
o en rincón como trebejo
pronto al funeral cortejo.
Me duele la sombra a mediodía,
el rechinido del zapato desolado,
eco inaudible en calle solitaria.
La tarde escapa como liebre,
me abandona en la derrota
cruzo un jardín en la orilla del eco
entre el aroma de limoneros
que tiemblan con el viento.
De pronto cada objeto
es para mí mala noticia.
La noche se presenta como
si fuera mi enemiga
con palabra severa
oficia el terror frente mi puerta.
Nada perturba la membrana
de mi fiel desesperanza.
Viene la hora
del sortilegio resignado
Altazor, Vicente Huidobro
Se agrietan tus afectos. El moho cubre los panes de la especie.
Es hora de oscuro canto en territorios que no dan tregua a la tristeza, hora de impaciencia en el rostro evanescente de la amada.
El reloj te lanza golpes que nunca cicatrizan. Te abandona en señuelos que no te corresponden.
Hora del último sortilegio: tu cráneo a la intemperie. Los sobrevivientes anudan su corbata, consultan signos del zodiaco,
ignoran cartas trucadas en la manga del taimado ilusionista.
La luna fragmenta los párpados del fugitivo que echa suertes al cruzar la calle.
Te embauca el tiempo en su vórtice de ensueños.
Estabas ahí, nadie lo recuerda.
Me moriré en París con aguacero
Cesar Vallejo
Día que el mundo anule mis presagios:
toda encrucijada oriente al único camino.
y atranque la puerta del destino.
La sola soledad del siempre mismo
Rubén: mi roto amor por desatino.
Inconcluso cigarrillo en colmado cenicero.
Prematura sombra en tendedero.
Hoja en blanco que omite despedida,
se abraza la muerte cuando principia la vida.