Sé que mi abuelo hubiera preferido
tener el cuerpo cubierto de musgo
en la cordillera de la montaña.
Qué sentido tiene el jardinero
cuando no hay ni tierra ni lluvia,
qué sentido tiene el soldado
cuando no hay ni trincheras ni ráfagas.
El soldado sin guerra es un adorno,
llena de flora mal cicatrizada.
Un florero al que alguien tiene
que limpiarle la pus cada mañana.
A unos metros de mí
las luciérnagas flotan
con sus mil cabezas
sobre un barco abandonado.
Sin preocupaciones,
los soldados vuelan
sobre sus propias tumbas.
Sueño una madre
que se avienta a un acantilado
con su niño en brazos.
Sueño un perro
masticando la pierna
de una gallina vieja.
Sueño con ir en bicicleta
y desviarme del camino
que suelo recorrer
e ir hacia nuestra casa de madera.