Ópalo turbio de cielos
sobre las cabezas grises.
Llueven días iguales
sin horas y sin tiempo.
Sólo es la alborada
con el regreso al lecho.
Corredor oscurecido
las semanas del silencio,
allí se arrastran los pasos
que han perdido su sendero.
Túneles sin salida,
misteriosos vericuetos.
Las manos rozan el muro.
Papiros de rostros yertos.
Las sonrisas se han perdido
mariposas en un vuelo.
La voz de un monstruo escondida,
resuellos y juramentos
hacen eco en cada ojiva,
y hacen coro en cada pecho.
Yo
que soy agua
y mar fluyente
entre olas de los días
y las noches.
Yo,
que temo
y soy temida
cuando brotan las verdades
de mis voces ondulantes.
Yo,
que me abismo
y me refloto
con el simple motor
de la palabra,
que navego
entre tifones
y tormentas cotidianas…
Quiero ser,
o lo pretendo,
mar que luce sus colores
que se apropia
del sol y su energía,
de la luna
que navega pasajera.
Yo
siendo mar,
soy ola y me desmayo
serena suavemente,
en la arena de los años.
Late distinto
este corazón incierto,
esta mirada perdida
en medio del caos,
estas manos
que tientan abrazos
en el aire contaminado,
estos gestos
que envían mensajes
siempre a distancia,
saludos alados.
Y la casa solitaria
abrirá las puertas
y los brazos
hallarán refugio
en otros brazos,
y la memoria sellará
su imagen
de lo vivido y llorado,
y crecerá el futuro
con el nuevo paso
y el desierto
creará oasis,
y el mundo todo
con su nuevo rostro
correrá al encuentro
de nuevas alboradas,
de soles olvidados.
2020, abril
Sentado y mirando
las trampas y sueños
como un sueño más.
dejé mis trabajos
para un más allá.
Sentado, esperando
otro día más,
desde una ventana
transcurre la vida,
pasa y se va…
Sentado y solo,
la luz por detrás
anuncia la tarde,
como aquella tarde
de felicidad.
Sentado y sonriendo,
amaina mi furia
y está el pensamiento
ya en calma, ya en paz.
Sentado a la espera,
sin miedos que acosen,
sin reloj ni prisa.
Sentado, nomás…