En tu barca no cabe la tragedia.
Hécuba naufraga en su llanto.
Sangra Héctor, su hálito se escurre;
una lanza se asoma por la nuca.
El Pelida, sin piedad, lo arrastra.
Polvo, sombra que la Parca deja.
Llévate las cenizas de la Patria.
Siémbralas en la Troya de los muertos.
Poseidón, con su delfín, revive
al guerrero de tremolante yelmo.
En tu barca no cabe tanto luto.
No hay monedas para tantos ojos.
También el bosque
rasga sus vestiduras
en señal de duelo
cuando sus hijos se desangran
entre dientes acerados.
No es el mítico Cerbero
que muerde las sombras
y se nutre de savia.
Es el hombre
que transmigra
a la edad de las cavernas;
Caín lo recompensa
con el hacha
y la primicia de matar.
Caín, impune,
es un prófugo
en la rueda del tiempo.
Mefisto subió al quinto descanso
de su creciente anfiteatro de fuego,
rompió un sello y brotó un remanso.
Opulentos y avaros y se devoran
sin darse tregua en el remanso eterno;
pelean el oro que ya no atesoran.
Luego con los genes de la avaricia
Lucifer fraguó un equino viral,
templó al jinete en hirviente sevicia.
Enseguida, como si fuera rey
le puso una corona de bacterias
“Con eso —dijo—impondrás tu ley”
Su silente galope al tacto aterra.
El espectro del miedo prevalece
en todos los confines de la tierra.
Según la Biblia son cuatro caballos
cuatro jinetes del Apocalipsis…
el quinto es Sneeze, el de trancos bayos.
A su paso derrumba vidas, tiembla
el poderoso, colapsa monedas,
naufragan naciones entre la niebla.
El caballo de esta Troya ha burlado
todas las murallas de nuestra piel:
sobre el botín hace rodar el dado.
No desafíes a Sneeze, no seas necio.
El próximo mutante será peor.
Perderás todo lo que hoy tiene precio.
