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Adiós, licenciado

Luis Rico Chávez

Este artículo no está dedicado a mis entrañables amigos que
ostentan el título de licenciados en derecho (posgrados
incluidos), sino a cierta calaña de licenciados con la que
ellos (espero) no se sentirán identificados

En la Universidad de Guadalajara hay un Licenciado y una larga lista de inefables licenciados que miles de profesores debemos sufrir. El término me parece nebuloso, y difícil de definir, pues no corresponde al significado original de la palabra. En primer lugar, los abogados se lo apropiaron (como la ley que ellos, como especialistas en el área, se han encargado de torcer e interpretar según sus turbios y egoístas intereses) y cuando cualquier hijo de vecino escucha la palabreja lo agobia una sensación indefinida entre el respeto (con esos fulanos hay que andarse con mucho, muuucho cuidado) y el temor a ser despojado con todas las de la ley.

Bueno, pues que los abogados no son los únicos licenciados; yo soy licenciado, pero en letras y decente (y soy hasta doctor, y no soy médico), y tengo compadres que son licenciados en nutrición, turismo, educación, psicología y un largo etcétera. Y hasta conozco a uno que es licenciado con licencia para matar (a ese me lo presentó mi camarada Ian Fleming). Pero me desvío del tema. Decía que esta palabreja no la puedo definir, pero por contraparte me sé al derecho y al revés sus mañas y sus malas artes, porque llevo años padeciéndolas.

Llega un licenciado a la dirección de la escuela y a los pocos días todos refunfuñamos, nos quejamos y comenzamos a trabajar en un ambiente insano, de intrigas, chismes, enemistades gratuitas provocado por el flamante jefazo; sólo sus íntimos se dan la gran vida y se la pasan cachetona (ellos, desde luego, son cómplices y ejecutores de las tropelías y abusos que padecemos los que andamos a la contra). Pasan tres años y los devotos (y los demás también) ruegan al santo más milagroso que termine el martirio. Pero ni los santos pueden con los licenciados. Por sus buenos oficios (excuso entrar en detalles porque este es un documento decente) el Licenciado lo ratifica y debemos sufrir otro trienio. Pero como bien reza el adagio popular, no hay mal que dure cien años ni profes que los aguanten, por fin el licenciado se va. Uno agradece, e iluso como es hasta grados ridículos, cree que no podría llegar nada peor… pero llega.

¿Cómo puede caber en un solo individuo tanta insania, tanto deseo gratuito de perjudicar al prójimo, tanto egoísmo, voracidad, megalomanía y un infinito etcétera? Estos rasgos resultan más dañinos cuando quien los ostenta (como es el caso) es una figura de autoridad, cuando representa a una institución respetable que, como ente social, debe rendir cuentas ante la ciudadanía. Estos son algunos de los personajes, en el estado, de la refundación, y en nuestro México lindo y querido, de la cuarta transformación.

Todo lo que padecí los pasados seis años en mi benemérita Preparatoria 2 no se quedaron en quejas de pasillo. Fue tal la hostilidad que recurrí, primero (sin muchas esperanzas), a nuestro sindicato, con el resultado de que tal hostilidad aumentó. Después de cinco lustros me atreví a dirigirme a nuestra máxima autoridad. ¿Qué ocurrió? Absolutamente nada. Por lo menos el licenciado siguió con sus oscuros enjuagues y a mí me dejó en paz en mi rutina de profe.

Transcribo a continuación el documento que entregué a nuestro benemérito rector, sin ningún resultado, como queda dicho. Dejo así constancia de que en nuestra querida institución de nada valen los títulos (la grilla está por encima de lo académico) y de que el interés por desarrollar labores extracurriculares, de acuerdo con las funciones sustantivas de la UdeG, no se apoyan (y, en el presente caso, se sabotean) si no son del interés ni para el lucimiento del licenciado en turno.


*

Mtro. Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla,
Rector general de la Universidad de Guadalajara,
Presente.

Reciba por este conducto un cordial saludo, a la vez que deseo hacer de su conocimiento la situación académico-laboral que padezco en mi centro de trabajo, la Escuela Preparatoria 2, en la que me desempeño como docente desde hace 12 años, como profesor de tiempo completo.

En la presente administración he enfrentado situaciones por las que no me había visto afectado en mis 24 años de antigüedad en la Universidad de Guadalajara, y en este momento recurro a usted con el fin de que considere mi caso y resuelva como le parezca conveniente.

Desde hace tres años no he recibido algunas de las constancias que me corresponden por mis actividades académicas y de extensión y difusión cultural, lo cual me ha afectado en el Programa de Estímulos al Desempeño Docente. Cito solo dos casos: el de mi libro Taller de habilidades para el aprendizaje, publicado por la Editorial Universitaria y el cual, por acuerdo de academia, según consta en las actas correspondientes, se lleva como libro de texto en la escuela; y el de diseño de paginas web y cursos en línea, los cuales me he visto en la necesidad de crear y diseñar por falta de apoyo de la administración.

Respecto a la página web y el curso en línea señalo que los creé no sólo con el propósito de ofrecer a mis alumnos herramientas digitales y recursos virtuales que les permitieran abordar y ampliar los contenidos de la unidades de aprendizaje de las que soy titular, sino también para permitir, de su parte, el dominio de las competencias relacionadas con el área de comunicación y de las TIC.

Con este fin, en el inicio de la presente administración solicité al titular que tramitara, ante el departamento de Informática de SEMS, que nos habilitaran la plataforma Moodle para diseñar los cursos, considerándolo como una necesidad para el Departamento de Comunicación, en el cual fungía como jefe.

Obtuvimos, de manera verbal, una respuesta favorable. “Mañana mismo te entrego el oficio para que lo lleves a SEMS y te habiliten la plataforma”. Dejé pasar una semana y reiteré mi solicitud. “Ah, se me olvidó, pero mañana sin falta hacemos el trámite”. Algunas semanas después, reiteré mi petición, con el mismo resultado (la promesa de que se haría el trámite y el consiguiente incumplimiento).

Ante tal situación, y puesto que se trataba de una urgencia para complementar mi trabajo en el aula, contraté un dominio y diseñé el curso, el cual sirve como apoyo para los estudiantes de sexto semestre en su preparación para presentar la Prueba de Aptitud Académica. Esta es la dirección electrónica:

http://www.luisricochavez.com/moodle2/login/index.php

Deseo señalar, en este momento, que esta información yo la proporcionaba a los profesores del Departamento de Comunicación durante las reuniones de academia y en la semana de evaluación y planeación, y los invitaba a utilizarla, si así lo deseaban, todo lo cual quedó asentado en las actas correspondientes.

En la página web que diseñé incorporo, además de información relacionada con los contenidos de las unidades de aprendizaje de las que soy titular, referencias a las actividades extracurriculares que complementan mi trabajo en el aula, de las cuales siempre mantuve informados a la administración y a los profesores de mi Departamento, con el fin de que si así lo deseaban se sumaran a las mismas; insisto en este punto porque se me acusa de “realizar actividades de carácter individual”, implícitamente consideradas no institucionales.

La información, disponible para quien desee consultarla, es la siguiente:

  1. Actividades especiales de promoción de la lectura y “Semana del libro”: en la sección “Novedades” de mi página: www.luisricochavez.com.
  2. Videos didácticos, con entrevistas a escritores y textos literarios y de creación de estudiantes de mi taller literario (http://www.luisricochavez.com/videorbe.html).
  3. Relación de escritores a los que he invitado a charlas con los estudiantes de la preparatoria, además de los que asisten como parte del programa “Ecos de la FIL”, junto con reseñas, semblanzas, crónicas de los eventos y parte de su obra (http://www.luisricochavez.com/escritores.html).
  4. Reseñas, biografías y acervo disponible de la sala de lectura, de la que fui responsable hasta el año anterior (http://www.luisricochavez.com/sala.html, http://www.luisricochavez.com/clasicos.html).

Tales actividades me he visto imposibilitado de continuar desarrollándolas, puesto que con ese falso argumento de que realizo “actividades individuales” se me ha obstaculizado para su realización. Entre los escritores invitados, luego de hacer las gestiones correspondientes ante la administración y notificar e invitar a los profesores interesados en asistir, se encontraba Raúl Bañuelos.

Para dicha actividad se realizó una entrevista con el autor, reproducida en un video promocional para que los estudiantes conocieran al poeta y su obra antes de dialogar con él (https://www.youtube.com/watch?v=OLLfJmR9OdI). Pese, como ya señalé, a haber cubierto todas las formalidades, se nos negó la organización de la actividad en la escuela, por lo que nos vimos obligados a conseguir otro espacio en un centro cultural que nos abrió sus puertas. Considero que no es necesario insistir en la importancia y la trayectoria a nivel estatal, nacional e incluso internacional de Raúl Bañuelos… ¿qué implica el hecho de negar que participe en una actividad con los estudiantes?, sólo planteo la interrogante.

Mi sala de lectura ha tenido una existencia azarosa no sólo en la Preparatoria 2, sino también en la 7 y en la de Jalisco, de donde han tenido que ser desmanteladas por falta de espacios y de apoyo de las administraciones en turno. Al respecto, entre paréntesis señalo que por mi labor como promotor de lectura recibí un reconocimiento a mi trayectoria de más de veinte años como promotor en la Feria Internacional del Libro 2015, reconocimiento firmado por usted, señor rector; y en la pasada edición recibí otro reconocimiento también por mi trayectoria, ahora firmado por el presidente de la Feria, el licenciado Raúl Padilla López.

El maestro Juan Manuel Soto García, cuando fungió como director de la Preparatoria 2, me hizo el favor de facilitarme un espacio (del que carecía hasta entonces) en el tercer nivel de la escuela, en un saloncito adjunto a la biblioteca, donde por fin pude resguardar mis libros, disponibles para estudiantes y profesores interesados.

Yo me sentía cómodo en ese espacio de menos de seis metros cuadrados, espacio que respetaron el licenciado José Eduardo Castañeda Mendoza y la maestra Rosa Eugenia Velasco Briones. La actual administración me solicitó el espacio porque tenía un “compromiso” (ignoro con quién) y, a cambio, me ofreció un lugar en la coordinación académica, al que ya no tuvieron acceso los estudiantes; en su momento, la responsable de dicha coordinación consideró que ese espacio no era el adecuado y echó fuera los libros, que debí resguardar en el cubículo del Departamento de Comunicación y Aprendizaje, del que en ese entonces fungía como jefe (en caso contrario, dudo que hubiera habido espacio para los mismos y, como me ocurrió en las otras dos prepas mencionadas, se hubiera perdido el acervo).

Ante mi contrariedad por ese cambio arbitrario no se hizo nada, y se me prometió que en la primera oportunidad se habilitaría un lugar para la sala de lectura. Fue hasta el 25 de mayo del año anterior que se inauguró el “Laboratorio de la palabra”, a donde llevaron los libros de la sala de lectura, del cual supuestamente yo sería el responsable, aunque nunca tuve acceso al mismo y nunca se me entregó la llave. Fue en ese momento, luego de dialogar por lo menos en tres ocasiones sobre las diferencias en los estilos de trabajo entre los administradores de la escuela y un servidor en que decidí no volver a realizar actividades de carácter institucional, cansado de los sabotajes, de los cambios arbitrarios y de la falta de reconocimiento a mi labor. En todo momento yo reiteré mi interés por adaptarme a las circunstancias, por continuar con mi trabajo y seguir adelante con estos proyectos, lo cual sin embargo nunca fue tomado en cuenta.

La administración dirá que por lo menos en dos ocasiones se reiteró la invitación para quedar al frente de la sala de lectura, y en ambas yo rechacé el ofrecimiento por las razones ya expuestas: ¿cómo puedo hacerme cargo de un proyecto con un espacio asignado al que no tengo acceso? ¿Cómo decir que sí a un proyecto que requiere un compromiso conjunto y en el cual no hay reciprocidad de la otra parte? Porque, como promotor de lectura, durante los primeros once años de la realización del Encuentro de Promotores en la FIL asistí como representante de mi preparatoria, pero a partir de la edición número 12 fui inscrito de última hora, gracias a que, por accidente, me encontré con la responsable, quien me notificó que no se había mandado mi inscripción por parte de la escuela. Sobra decir que los últimos dos años no fui invitado, y en su lugar enviaron a otro profesor que, hasta donde sé, poco sabe sobre promoción de la lectura y nada ha hecho al respecto.

El acervo continúa en ese espacio; ofrecieron regresármelo, y pusieron como condición que enviara la relación de los libros; dicha relación fue enviada hace aproximadamente dos semanas y aún no he obtenido respuesta.

El pasado 3 de febrero acudí a la Secretaría de Trabajo y Conflictos de nuestro sindicato, para solicitar su intervención con el fin de que me entregaran los documentos requeridos para participar en el programa de Estímulos (ese día vencía la fecha para la entrega del expediente, aunque luego se concediera una prórroga, y aún no me entregaban ninguna de las constancias que había solicitado con varias semanas de anticipación); ese mismo día el titular de la dependencia me citó en su oficina (junto con otras tres maestras) para prometer que firmaría todo lo que le habíamos solicitado, promesa que incumplió, como ya señalé al inicio de este documento.

En esa reunión, veladamente y en su estilo mesurado y ecuánime con el que pretende hacernos creer que todo es miel sobre hojuelas, lanzó la amenaza de que revisaría los proyectos que habíamos presentado en los últimos cinco años, aunque enseguida se corrigió diciendo que dicha revisión se haría sobre todos los beneficiarios y no sólo de quienes en ese momento nos encontrábamos en el banquillo de los acusados, y nada más en los últimos tres años.

¿Qué acaso antes de participar en el Programa no se extiende una carta, firmada por el titular de la dependencia y por el jefe del Departamento, en el que se da el visto bueno al proyecto presentado? Y al término del mismo es el Colegio Departamental en pleno quien avala el cumplimiento de dicho proyecto, de acuerdo con la normatividad vigente y las cláusulas de la convocatoria.

De cualquier manera, yo respondí que podían revisar todo lo que quisieran, porque el resultado de mis proyectos incluso es público. Entre otros proyectos, implementé cursos y asesorías para estudiantes de alto rendimiento, integrando el Taller de Creación Literaria del que cada año salían los trabajos de los representantes de nuestra escuela para los concursos de poesía y cuento FIL Joven, obteniendo por dos años consecutivos el primer lugar en la categoría de poesía y en la de cuento, galardón obtenido por la alumna Andrea Avelar Barragán, quien asistió a mi taller los tres años que estudió en la preparatoria y de quien fui asesor personal.

Otro de mis proyectos fue el diseño de una página web, del que ya hablé, y la planeación y el diseño de cursos en línea, también ya referido. Otros proyectos (antologías comentadas, elaboración de material didáctico, diseños de cursos, elaboración de reactivos y exámenes…) han sido aprovechados para las diversas unidades de aprendizaje del Departamento de Comunicación, para cursos que han tenido el aval de la Dirección de Formación Docente e investigación de SEMS y para libros publicados por la Editorial Universitaria (además del ya citado Taller de habilidades, en la pasada edición de la FIL presenté el libro Imaginación y sentido, del que fui coordinador y coautor, que recoge un buen número actividades de creación pensadas y desarrolladas en los talleres de Luvina Joven, al que estaba adscrito el taller que impartía en la preparatoria).

A raíz de mi queja ante nuestro sindicato, se decidió organizar una reunión extraordinaria en las instalaciones de la preparatoria. En la misma, un buen número de profesores externaron sus inconformidades y las situaciones de las que han sido víctimas. En algún momento, una maestra pidió la palabra pero solicitó al profesor que estaba grabando con su celular que apagara dicha grabación. A dónde se fue la grabación (todo lo que yo externé, y parte de lo cual expongo en estas líneas, está grabado) es algo que ignoro.

A los pocos días, una de las maestras quejosas fue llamada para recibir el regaño correspondiente, y le advirtieron que dejara de juntarse con esa gente indeseada (o una palabra semejante, gente entre la que me incluyen, por supuesto). Comenzó a circular el rumor de que a tres o cuatro maestros los iban a “perjudicar” (empleando, desde luego, otra palabra que por respeto no transcribo) y, extendiéndose el rumor, mi nombre se incluyó explícitamente en esa lista.

Yo no hago caso de rumores. Yo simplemente señalo aquello que me consta, y es de lo que dejo constancia en estas páginas. De cualquier manera, todo lo anterior genera un clima de hostilidad, de persecución, de hostigamiento, de amenazas, y trabajar en estas condiciones, sobre todo en el espacio tan delicado de la educación, no propicia la atmósfera idónea para ayudar a nuestros estudiantes en su formación académica y en su desempeño estudiantil.

Por todo lo anterior en realidad no solicito nada; sólo pretendo dejar constancia de las dificultades que enfrento para realizar esas actividades que considero fundamentales para proporcionar a mis alumnos mucho más de lo que exigen los programas de las unidades de aprendizaje. Quisiera, eso sí, trabajar en un ambiente de cordialidad, de respeto, de reconocimiento a la experiencia, a la trayectoria y a los esfuerzos realizados en favor de la institución.

Y, aún más, y tomándole la palabra al titular de la dependencia, quien en reiteradas ocasiones ha dicho en reuniones con los profesores: “El que no esté de acuerdo, y que se quiera ir, dígamelo y con gusto le firmo para que se vaya a otro lado”. ¿Podría realizar las gestiones para que me firmen el traslado de mi plaza como investigador al Departamento de Estudios Literarios? Me interesaría, los últimos 15 años que me quedan por laborar en la Universidad, dedicarlos a este noble trabajo, por el que siempre me he sentido atraído y al que más gusto le tomé luego de finalizar mi doctorado en Estudios Literarios y Lingüísticos con especialidad en Literaturas Comparadas.

Por último, deseo reiterar mi compromiso con usted y con la institución. Mi mayor deseo es continuar entregando mis conocimientos, mi experiencia, mi entusiasmo por trabajar en favor de mis alumnos, de mi Preparatoria y de mi Universidad. Todos mis proyectos, y los que aún bullen en mi cabeza y en mi ánimo, los pongo a disposición de usted y de la institución.

Sin otro particular, me despido y agradezco de antemano sus atenciones.


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