A golpes fuiste rompiendo el cielo que te inventé
Una celebración de vida a tantas mujeres que andan por ahí con la misma historia, a veces me avergüenza tanto mi genero… supongo que no pueden con la magia que significa una mujer, no saben que hacer con tanto y por eso supongo, buscan destruirlo.
Llega a mí, alma lastimada, herida.
Dicen que la gota de agua rompe la roca, no por su fuerza sino por su constancia.
Tiene miedo, y aun así viene y me cuenta su historia, sus laberintos poblados de demonios, los rincones a donde ha ido a parar su esencia.
No es más ella, aunque ha sido imposible que algunas cosas no se dejen ver.
Ella es tempestad, huracán bajo su piel, se asume río que mana y no cesa, y esconde su cara sonrojada.
Es alma que sabe amar, cálido refugio en unos brazos donde encuentras tu sitio.
Es oído, calma, pero también niña que no quiere mirarme.
Es madurez forjada a base de reveses. Y, sin embargo, cuenta la vida, su vida, y la luz de su mirada y su sonrisa no se apagan.
Ella, a quien le tatuaron el miedo, le taparon la boca cuando quería gemir, gritar, ser manantial y deseo.
A quien le acentuaron los defectos de su cuerpo, y por eso teme tanto a la luz, verse desnuda ante otros ojos.
Y aun así, como la flor que surge de entre la roca, se permite hablar de sí. Una parte de ella misma se negó a esconderse y fluyó.
Y tuve su presencia, su mirada furtiva, su sonrisa, su libertad cautiva.
Ave que grita por libertad, aunque las cadenas las lleva en la mente.
Le infundieron miedo, quisieron arrancarle la sensualidad, el alma: no pudieron.