—No podrás comprender la tristeza si vives en la abundancia.
—No podrás comprender la abundancia si continúas escribiendo poesía, si continúas con tu mirada de luto.
—Pero no podrás comprender la poesía.
—Qué importa, ya hay demasiados incomprendidos en el mundo.
—Seguiré siendo poeta.
—Lo mismo me dijo Asunción Silva.
Bajo las luces del alumbrado público decidió desistir de la idea macabra del suicidio. Caminó rumbo a su casa con una sonrisa fingida. Sintió que podía hacer frente a cada dificultad. Sólo por esta vez le diría al destino: “Soy dueño de mis propias posibilidades y llegaré tan lejos y tan alto como yo quiera”.
Al instante se escuchó el chillido de unas llantas sobre el pavimento y se encontró con la muerte. En la lejanía de la sombría calle el destino se carcajeaba.
Esteban iba de fiesta en fiesta con la actitud de un suicida a largo tiempo: exceso de alcohol, drogas y desvelos. Marlene iba en una actitud beligerante ante la vida, siempre soñando cada siguiente meta. De pronto, por cuestiones de la vida, Esteban estaba ante ella. Se dio cuenta que era el amor de su vida. Marlene fue llevada al hospital y Esteban a la delegación policial. Esteban sueña con Marlene, ella es el amor de su vida. Pero Marlene ya no sueña.
Las cuatro de la madrugada y sin poder dormir. La madera cruje como si un demonio se apoderara de sus partículas lignificadas. Es la tercera semana de desvelo. Pero entre las tinieblas una presencia me acecha. Arriba, en la segunda planta de la casa, me observa y me analiza cada vez que subo en búsqueda de algo. No he podido comprender qué quiere de mí, pero me ha hecho sentir que si me abalanzo desde las alturas de la casa descubriré lo que quiero, por eso dejo esta nota.
