Soy una mentira hecha sólo para complacer a la sociedad, bufón, una burla sin personalidad propia. Mi vida está llena de decisiones tomadas por otros. Me he dejado influenciar por la opinión de la gente, me han moldeado a su placer hasta el punto de que ya no sé quién soy verdaderamente.
Simulo mis gestos frente el espejo todos los días, veo referencias de cómo hacerlo, practico algo que debería ser nato en el ser humano, pero de alguna forma no lo es en mí. Es tediosa la interacción humana, no saber cómo reaccionar porque cada quien tiene su interpretación en diferentes situaciones y tener que analizar sus comportamientos para caerles bien. El sentirme excluido de la sociedad si no me fuerzo por ser alguien que no soy; si no encajo en sus estereotipos me odian, me etiquetan; aunque no me afecta, por alguna razón todo se vuelve más difícil con los demás. Son como una manada: si a uno le caes mal, a los demás instantáneamente también. Qué envidia que puedan formar parte de algo.
Desde niños nos moldean para encajar en la sociedad, pues los niños no tienen pensamiento propio y se dejan influenciar por sus padres. Te dicen cuándo debes tener hambre, cuándo hablar, qué opinar. Entonces, ¿cómo sabes que eres verdaderamente tú? ¿Haciendo todo lo contrario a lo que te dicen? ¿Por qué haces lo “prohibido”? Qué patético, nadie realmente es uno mismo, ni siquiera cuando estamos solos, ya que lo olvidamos, fingimos ser algo por tanto tiempo que llegamos al punto en que somos esa nueva cara. Es la virtud y debilidad del ser humano, su adaptabilidad nata, cómo se te olvida tu moral sólo por encajar en un grupo y sobrevivir en la sociedad, porque somos manada: el ser humano nunca puede estar completamente solo.
Así como todos en la niñez, mi madre fue la primera persona que me moldeó a su placer, sus ideales se volvieron los míos, su creencia, sus enfermedades, todas ellas automáticamente se volvieron mías. Si ella me decía que no comiera no comía, con tal de tener su aprobación, el “sí” de su lengua, quería tener algo de ella por lo menos, una muestra de cariño. Por alguna razón el hecho de que no le agrade a mi madre me hace querer agradarle a los demás, para demostrarle que ella es la única que no me quiere, que ella es la del problema y yo no. Aunque sé cuál es la realidad: mi mamá no me quiere porque nunca me quiso tener y sabe que finjo todos los días, porque busco su aprobación, porque busco un “te quiero”. Soy débil ante sus ojos, un ignorante que sigue a la manada, que le gusta vivir en el engaño de que ella no lo es porque tiene sus propios pensamientos pero, ¿qué ser humano no ha creído lo mismo? No hay pensamientos nuevos, antes de ti siempre hubo una persona que ya lo ha pensado antes.
¿Qué aportaciones podría hacer a la sociedad si ni siquiera sé lo que siento? Pena, asco, mugre, polvo, vómito, repugnancia por mi ser. No hay nada más. Soy un molde vacío con agujeros; aunque me puedan llenar por un momento, pronto todo se escurrirá al suelo, será un desperdicio.