El pasado 18 de septiembre, en el auditorio “José Cornejo Franco” de la biblioteca pública del estado “Juan José Arreola” se presentó el libro El lector científico. Vida e invenciones de José María Arreola de Juan Nepote, publicado por la Editorial Universitaria de la UdeG.
El espacio y la fecha resultaron significativos, a decir del propio autor en el arranque de la actividad, mientras presentaba a quienes lo acompañaron en el evento. El espacio, por ostentar el nombre del sobrino del protagonista del libro, y la fecha porque, de manera más exacta y en un tono de humor un poco turbio, se refiere a “septemble”, alusión por demás significativa ya que José María Arreola, científico, predijo con exactitud sismos que sacudieron su natal Zapotlán en su época, a principios del siglo XX. “A este tema no le pongo punto final, sino puntos suspensivos”, señaló.
Sus compañeros en el presídium, Trinidad Padilla López, Margarita Hernández Ortiz y Francisco Valencia Villaseñor, están a cargo de algunos de los acervos a los que tuvo acceso para la elaboración de este libro, informó, por lo que se trata de “un convivio entre lectores”.
Padilla fue el primero en tomar el micrófono. Mencionó, en primer lugar, que [José María] Arreola influyó en [Juan José] Arreola, refiriéndose a la adquisición, por parte del científico, de un miligramo de radio, del cual surge el cuento “El prodigioso miligramo” (dato precisado más adelante por Valencia).
José María Arreola, continuó, encarna el espíritu curioso y amante del conocimiento propio del renacimiento: conocía de todo, y no poco, sino mucho de todo. Científico y bohemio, perteneció al círculo que refundó la Universidad de Guadalajara en 1925, integrando en el Instituto de Astronomía y Meteorología y en la Biblioteca Pública del Estado escuelas e instituciones que se hallaban dispersas.
Destacó la pasión y la complicidad en la realización de este proyecto, que a Nepote le llevó 12 años. “Arreola y Nepote comparten la misma curiosidad por el conocimiento”, concluyó.
Por su parte, Margarita Hernández Ortiz destacó que el libro de Nepote recrea, a través del personaje, la cultura, las artes y la ciencia de México, y en particular de Jalisco, de la época que le tocó vivir.
Señaló que los aspectos descritos sobre el quehacer de Arreola —expuestos a través de una información amplia, detallada y obsesiva— le recordaron una frase de una canción de la Maldita Vecindad: “Cómo nacen las cosas cada vez que uno las nombra”. Evocó, asimismo, una peculiaridad de David Bowie porque, como Arreola, inventa sus propios aparatos. “Arreola y Nepote son equilibristas porque nos permiten entender nuestra realidad”, aseguró.
Consideró significativo el hecho de que, sin salir del país, Arreola estaba al corriente de todas las novedades científicas del mundo.
Destacó la amenidad, el tono anecdótico del libro que pinta la época, la arquitectura, las obras hidráulicas, la cuestión de clases en Guadalajara (la Calzada como eje divisional), la fundación de la UdeG. “Se establece una conexión entre la Guadalajara de ayer y de hoy”, concluyó.
Por último, Francisco Valencia Villaseñor, quien en sus mocedades conoció a Arreola, habló en primer lugar de cómo le afectó su separación del seno de la iglesia católica. “Las familias de la época eran muy religiosas, por lo que para Arreola separarse de la iglesia fue muy duro, además de que le cerró muchas puertas”.
Aclaró enseguida la alusión hecha por Padilla: “El miligramo no era un miligramo, sino un gramo de radio conservado en un frasco, y que fascinaba a todo el mundo —incluido el sobrino Arreola— por las chispitas que irradiaba”.
En el tono anecdótico que caracterizó su intervención, mencionó los problemas que el científico tuvo con su familia. Como era vegetariano, les decía a sus primas: “Si comen carne de puerco o de res van a ser como puercos o como reses”, lo cual sin duda no les hacía gracia.
Padeció demencia senil, y en una ocasión se perdió por dos días, cuando ya estaba viejo. “Yo le expliqué cómo funcionaba la televisión; luego de tener tanto en la cabeza, llegó a esto”, lamentó.
A instancias de otro de los presentadores contó una anécdota que involucró a uno de los personajes ilustres de nuestro estado. Explicó que en el lecho de muerte, el cardenal Garibi, alumno de Arreola, acudió a darle los santos óleos; le dijo: “Soy José Garibi Rivera”; Arreola le contestó: “Ah, sí, ya me acordé: tú eras uno de mis alumnos más pendejos”.