No me da pena confesar que soy asiduo de la biblioteca Manuel Rodríguez Lapuente, ubicada en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la UdeG, en las calles de Guanajuato y el ahora Paseo Alcalde, por la glorieta de la Normal.
Qué puede decir un matadito como yo sobre las bibliotecas… Desde la preparatoria (ya llovió) me gustaba pasar las mañanas sin clases entre libros y estantes informándome sobre los temas y los géneros más disímbolos.
La relajación, el ambiente que permitía crear un estado de ánimo intenso que nos abstraía del mundanal ruido se reforzaba por los relieves de Rafael Zamarripa, en sí mismos un libro que relata la historia de la humanidad a través de la evolución de la escritura y la imprenta.
Cuántas veces, luego de leer un pasaje que movía a la reflexión, o de un periodo largo que obligaba a un descanso, el cuerpo se relajaba y la vista divagaba por los altos muros e, inevitablemente, nos llenábamos con las imágenes que, a su vez, evocaban otras lecturas y otras experiencias e incluso invitaban a fantasear o a realizar viajes en el tiempo.
Las imágenes, por sí mismas, resultan bastante explícitas. La historia del libro implica la historia de la humanidad. Así, identificamos elementos culturales del cercano y del lejano Oriente (Mesopotamia, China), de África (Egipto) y de Occidente (Grecia y Roma); quiero creer que también aparece América, aunque no identifico referencias específicas. Lo que se muestra de estas culturas, desde luego, se relaciona con la escritura.
Percibimos también la evolución del proceso de producción del libro, partiendo de la antigüedad, pasando por la Edad Media y el Renacimiento, hasta llegar a nuestros días. Se destaca el papel de la imprenta, la conservación de los acervos y los edificios (bibliotecas).
Como corolario, se subraya el papel fundamental de los libros como instrumento de evolución cultural y su importancia en la enseñanza, generadores de un círculo virtuoso que converge a la vez en la creación de nuevos libros, motor de esa misma evolución y de la enseñanza.
Cada relieve podría ser tema de un artículo completo. En particular, quiero centrarme en el que, además de aludir a la mitología griega y a los máximos exponentes de la épica occidental, la Iliada y la Odisea, refiere también cómo se transmitieron todas estas historias, vía tradición oral.
En el relieve aparece una figura central, bifácica, con una parte del rostro vuelta hacia su derecha, escuchando el relato del caballo de Troya de boca de otro personaje. La otra parte del rostro se vuelve al lado opuesto, convertido ahora en narrador con un oyente a su izquierda.
En medio de cada par de figuras aparecen, con diferentes matices, las imágenes que recrean el suceso, narrado a partir de la convención del cómic, con un globo que indica, por una parte, la fuente del relato (emisor) y su destino (receptor), proceso que se repite, pero ahora con el receptor convertido en emisor y con un nuevo receptor que repetirá el proceso hasta llegar a los destinatarios actuales, tú y yo, lector, develándonos no sólo los sueños y los ideales de nuestros ancestros, sino también su ingenio y su imaginación y, sobre todo, permitiéndonos identificar nuestras raíces culturales.
Alejandro Ontiveros Ávalos
Conrado Torres Lepe
Írving García Kírving
Exposición en el MUSA
Armando Parvool Nuño