Después de leer estos textos es difícil dar una conclusión. Creo que ellos hablan por sí solos, cada uno contiene el recipiente de sus escritoras, las cuales merecen todo el crédito. Se animaron a escribir, se animaron entre ellas, se animaron en un mundo que nos corta la línea artística, porque no vende, porque no interesa, porque no importa. Ellas aquí presentes demuestran lo contrario. Cada persona que las escucha, las lee y está presente, ayuda a que esta creatividad no muera en manos de personas que no nos quieren.
Es difícil escribir, pero es más difícil hacerlo siendo mujer. No tenemos representaciones de mujeres en clase, ni escritoras, ni inventoras, ni doctoras, nada. Si acaso una o dos para llenar y ser inclusivos. Es difícil escribir, muchos piensan que es un don divino, que las letras fluyen como cascada y van una a una, acomodándose con el sentido. Tristemente eso no pasa, las letras muchas veces se vuelven nuestras enemigas, voraces y atroces, sobre todo en un mundo que nos pidió callar, no hablar, no escribir: “una mujer que piensa es peligrosa”, pero las mujeres que piensan juntas son todavía más peligrosas. Por siglos nos separaron y enemistaron; no es incongruente que estemos peleadas además con las letras. Llegó el día en que poco a poco nos reconciliamos con nosotras, con nuestros cuerpos, con las demás y con las pequeñas articulaciones que forman las palabras, poco a poco tomaron sentido hasta crear(nos) de nuevo.
Escribir deja la marca de su autora, lo vemos entre sus líneas, encontramos lo que les gusta, lo que odian, sus malestares o preocupaciones, todo entretejido en una historia completa. No es fácil, lleva a muchos rompimientos de cabeza, demasiados síndromes de impostora y constantes. ¿Es suficiente? ¿Lo que digo es interesante? ¿Alguien me escucha? ¿Importa lo que digo? La respuesta que dimos en el taller es que sí. Sí importa todo lo que digas, escribas o piensas, necesitas esos que llamas errores para seguir componiendo más errores que al final digan “creo que esto es bueno, creo que esto me gusta, creo que de aquí soy”. La insatisfacción y comparativa es algo de todos los días, ¿recuerdan? Nos enemistaron. Pero por lo menos en este espacio dimos marcha atrás a esa idea y en vez de decir “es una competencia”, terminamos con un “qué bien escribe ella”.
Es difícil escribir, es difícil hacerlo sin compañía. Por estas razones las Nornas llevamos a cabo, en este lugar, un espacio no sólo de buenas intenciones y deseos de crear. También es físico, que nos resguarda de los demás, de los que no nos entienden, de los que no nos quieren. Creamos actividades que nos conectan con nuestros textos e inconscientemente descubrimos que también conectamos con nosotras mismas. El hecho de que en nuestras actividades los temas e historias sean parecidos no es gratuito, habla de una memoria y vivencia colectiva que experimentamos como mujeres pero que no se nos ha permitido compartir.
Estamos aquí por las que iniciaron, pero por alguna razón tuvieron que desertar de este camino, estamos aquí por las que se quedaron y decidieron seguir trabajando en sus creaciones. Estamos aquí por las que terminaron sus cuentos y obtienen la recompensa de un trabajo bien hecho: la publicación. Quizá para algunas no es la primera vez y quizás para otras sí, pero ser publicada significa ser escuchada por otros, su voz no se queda aquí y viaja para que más personas la tomen, compartan y hagan suya.
Es difícil escribir, es más fácil hacerlo en compañía, leer a otras y apoyarse, reír y comentar, llorar por las historias o enamorarte del cuento de tu compañera. Esto es Nornas taller, y esperamos que puedan compartir con nosotras muchas, muchas historias más.