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El guijarro de la avalancha

Luis Rico Chávez


La educación, como tantos hechos de la vida, reproduce las virtudes, vicios, carencias, mezquindades, egoísmos y olvidos de la sociedad en la que se desarrolla. Nuestra sociedad occidental del siglo XXI vive alejada de las cuestiones humanas, emocionales y espirituales que definen la esencia de nuestra especie, y se inclina por lo material, el lucro y la competencia desleal que sólo aspira al beneficio propio. Estos defectos perfilan la educación en la Universidad de Guadalajara y, por extensión, en México y en aquellas naciones que comparten un estilo de vida semejante.

Guijarro

Protagonista durante casi tres décadas de la vida universitaria, de la educación en el bachillerato (con jóvenes de 15 a 18 años), comparto en las siguientes páginas mis vivencias, experiencias, afanes y acciones como docente, con el fin de hallar cómplices que se identifiquen con este enfoque de la educación, que reflexionen, dialoguen y, si les parece pertinente, lleven al aula algunas de las actividades aplicadas en diferentes momentos y que han despertado el interés de los estudiantes.

El texto se divide en tres partes: 1. Leer, aprender, vivir; 2. Vida universitaria; 3. Tutorías, las cuales, desde mi perspectiva, sintetizan los momentos más relevantes de mi tránsito académico y lo que para mí representa la educación: la lectura como un aspecto fundamental no sólo de la enseñanza, sino también de todos los ámbitos de la vida; la universidad no es una institución fría, burocrática, sino que en ella directivos, personal universitario, docentes y estudiantes dejamos parte de nuestra vida, para bien y para mal; y por último, la tutoría es el ámbito que permite un acercamiento entre los profesores y los bachilleres, estableciendo una relación más cercana, cordial, emocional.

Si la universidad, si la educación fracasa en sus propósitos más nobles, a quienes formamos parte de la misma nos corresponde afanarnos, poner a su servicio nuestro esfuerzo, nuestro entusiasmo, nuestra imaginación para alcanzar esos fines. Como si fuéramos un guijarro que golpea una roca más grande, precipitándose hasta formar una avalancha que genere un cambio y nos retorne a la perspectiva humana y generosa que debería definir el trabajo en el salón de clases.


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