En mi lengua
no enflorecerá tu nombre,
ni anidarás mis versos;
no lagrimaré tu ausencia,
ni entintaré papeles;
no abrirá el alhelí de un beso,
ni enmielará el colibrí
en tus labios.
No cicatrizará la herida
de este desamor
apasionado.
Moriré
con la daga de tu silencio
clavada en mi costado.
Agonizar no quiero
en tu redondo seno
de mujer cautiva.
Ella lavó sus cabellos
en el agua de la luna
y una trenza de estrellas
aparece desde entonces
en el firmamento.
En cada taza de café
corto rebanadas de cielo
buscando su mirada
constelada e infinita.
¿Cómo no recordarla
si la melodía persiste
en el viento de la noche
que gira y cambia?
En la gélida mañana
se abre una canción
derramando azules tonos.
La oscura voz despierta
y se ilumina
rozada por la cruz de las guitarras.
La melancolía florece
sacudida por el vigor de un bajo.
Hay canciones que huelen
a recuerdos grises.
Hay personas que son como requintos
en el blues de nuestra vida.
¿Cómo olvidarlas si la melodía persiste?
Certera navaja de luz
que corta el perfil de las nubes
la luna es
luminosa
como un pez
rasga la superficie del lago.
Por el viento
arrulladas
las nubes son
un tren que se aleja
la noche es
un reino
de infinitas fronteras.
Una cama con sábanas limpias
es un cielo lleno de nubes,
el brillo de los sueños se despierta
en las nieves de sus volcanes.
Lentamente
estrellas frescas
se encienden
en el aire.
Como chispeantes burbujas de luz
las hormigas juegan con migajas de sol
derribadas del árbol por el viento.
La mañana barre las hojas del domingo.
Las lágrimas de la lluvia
en el lomo de la tarde
son caricias
de un perro
que busca dueño
Como pañuelos blancos
de adiós
ruedan las nubes
el viento las sacude
con sus viajeras manos
y las tuerce
en lentas espirales cristalinas
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
En días de lluvia
la vida es un burdel
de putas tristes
Viene el viento
y agita la memoria
en las sombras de la tarde
Penetra los párpados
tan adentro
como si supiera
que hay hojas
que nunca caen del árbol
Esta noche
la luna navega
en mi cama
como un barco
con su polizón
de plata.
Me gusta
contemplar
el cielo de cobre
en el adiós de la tarde
mientras la noche
cuelga
su manto de estrellas
en el aire
Estos textos forman parte del libro inédito Poemas del parque