Pinto desde los tres años. Comencé con los pocos maquillajes que tenía mi madre. Con lodo o lo que tenía enfrente; luego, a mis seis añitos, mi madre nos llevó a un instituto donde se impartían clases de ballet, natación y pintura; en esta no me dejaban participar, por mi corta edad, y sólo era oyente; mi hermana mayor era quien estaba en clases de paisajismo. Después, fui la típica alumna que presentaba los mejores diseños en mis trabajos. Plasmaba con gises en el pizarrón las grandes imágenes de los pequeños libros. Eran un éxito nuestras exposiciones escolares. Me casé a muy corta edad y por mis depresiones la pintura fue mi única aliada. Pinté para sobrevivir; vendía mis obras en hojas papel terciopelo y óleo.
Pertenezco al grupo internacional de Motivadores Voluntarios por las Artes, de Guadalajara, México, desde enero del 2016. Quisiera que esto no se apagara. Que en todo el mundo sigan luchando no sólo por crear arte, sino también por incluir a más personas. Este es un claro ejemplo de un buen voluntariado para beneficio de los pequeños de nuestro planeta.
