En memoria de Jesús Fregoso y Jacobo Moreno,
grandes maestros de la fotografía y la música
Cuando llega la muerte se detiene el cantar de los pájaros y la luz no alumbra más.
Cuando llega la muerte el cielo parece triste, se nubla; llora con nosotros.
Cuando llega la muerte nos vulnera, nos transforma, nos hace recordar lo que somos y entonces… queremos morir también.
Cuando llega la muerte recordamos, sentimos, volvemos a vivir momentos bellos que ahora parecen tristes porque no volverán a ocurrir.
La muerte golpea, juega con la vida, ríe.
Muestra cuán poderosa es cuando creímos que todo iba bien; pero la vida también lo hace, existe siempre esa dualidad: el bien y el mal, el blanco y negro, el ying y el yang.
Existe la muerte porque existe la vida y no podrían ser la una sin la otra.
¿Por qué morimos? ¿Quién sabe? Pero qué tan sano sería vivir una vida eterna, nos sentiríamos solos, conoceríamos todo, nada nos asombraría.
¿Qué hay más allá? No podemos saberlo hasta entonces... sólo queda esperar. Pero creo firmemente que Dios existe, existe y observa; siente con nosotros. Él debe tener sus razones para tomar decisiones que a veces nos hacen sufrir. ¿Qué razones? ¿Por qué? Tampoco lo sabremos hasta el último soplo del corazón…
¿Entonces qué nos queda? Quedamos nosotros, nuestros hermanos, nuestra madre, algunos amigos, la naturaleza. Por esas razones vale la pena vivir.
Después vendrán nuestros hijos, quienes serán un rayo de luz después de un largo caminar oscuro, serán una parte de nosotros y de los que ya se fueron, serán nuestra valentía ante la vida y una de las pocas formas de brindar un legado al mundo.
Nos quedan los libros, recuento de sabiduría y conocimiento.
Nos queda escribir...