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Peripecia

60 y 20

Jorge Fábregas

El teatro está lleno de jóvenes, en el público y en el escenario. Hay que escenificar obras para los jóvenes, porque ellos hacen mayoría. ¿Y quién hace teatro? También, hay una mayoría sub 30, ¿por qué? Porque es relativamente barato montar un espectáculo teatral, porque es divertido y porque un buen porcentaje de jóvenes no tienen una familia que mantener (probablemente a muchos los sigan manteniendo) y no les afecta tanto el hecho de que en el teatro se gana poco dinero.

El techo del teatro tapatío es muy alcanzable: ganar una muestra estatal en cualquiera de sus categorías, recibir ovaciones de pie, ser invitado a algún festival fuera del estado, develar alguna placa. He visto a jóvenes artistas que han logrado alguna de las cimas mencionadas o todas, pero que no le entendieron de qué se trata esto de la escena y se quedaron esperando a que el mundo se rindiera a sus pies, porque en el primer año de su carrera habían llegado hasta el techo. Muchos de esos jóvenes hoy en día ya no hacen teatro.

Ahora que está claro que el arte teatral sano no es exclusivo de los jóvenes, no debería ser exclusivo de nadie.

Jesús Hernández

El actor Jesús Hernández es alguien que ya le entendió de qué se trata esto de la escena. Acaba de cumplir 42 años en esta profesión que no ofrece aguinaldos ni seguridad social por ley. Lo podemos considerar como un sobreviviente. Bien harían los jóvenes en seguir su ejemplo y seguirlo de cerca, eso de seguro no será difícil, porque puede ser que Jesús sea uno de sus compañeros en alguna de sus múltiples puestas en escena.

Con Jesús comprendemos que no se cumple el lugar común de que esta es una carrera solo de resistencia. Hace 25 años, cuando inicié en el periodismo cultural, estaban vigentes varios maestros con muchísimos años de carrera y su trabajo en escena era bastante deficiente. Así que es verdad que hay que resistir, pero no solo eso.

Jesús se cultiva a sí mismo, no deja de leer, de aprender. Su forma de actuar de hoy en día no es la misma a la que se le podía ver hace 15 años, es autocrítico. Sabe que la herramienta principal de su trabajo es su cuerpo, así que lo cuida bien, come fruta, hace ejercicio y es capaza de correr ocho kilómetros por la mañana y ofrecer una gran función como actor por la tarde y en la Ciudad de México (juro que lo he visto).

Jesús Hernández pertenece a la tropa, y se ha disciplinado para seguir perteneciendo a ella (a mí me parece que está más que listo para ser también un gran director de escena). Jesús Hernández ya es un paradigma porque, ¿cuántas de las cimas que mencionamos al principio ha alcanzado Jesús? ¿Muestras nacionales, muestras estatales? Todas, sin duda, pero él sí le entendió a esto de la escena, y si se llegó a marear algún día, ya se le pasó, y ahí le sigue.

Seguro que la vida de Jesús ha estado llena de equivocaciones (como la de cualquiera), es actor, no santo, pero sus defectos no han sido lo suficientemente grandes como para liquidarlo, o como para estancarlo. Esto de por sí representa una gran lección de vida. Hoy, después de 42 años, Jesús sigue encarando con entusiasmo los proyectos, los ensayos; sigue deshabitándose para habitar la piel de sus personajes y brindarle con ello algo bueno a los espectadores.

Jesús debería ganar el Premio Jalisco, sería maravilloso que se lo entregaran a alguien como él que es un carpintero de la escena, que no es director de ninguna institución más que de su propio cuerpo. ¿Premio Jalisco para un actor? Jesús se lo merece, dignificaría más el galardón.

Que los jóvenes se vean en Jesús Hernández 40 años después, para igualarlo o superarlo, esa es una buena meta.

En el relumbrón del éxito momentáneo no está la clave. Permanecer y resistir, sí, pero cultivándose todos los días.


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