A Reynaldo García Blanco
Santiago de Cuba
Ahí estás / haciendo piruetas
sobre el lomo de la isla
para que el espejo no se cuele entre tus pies
a la hora del crepúsculo.
Luego te inclinas en la punta corroída
donde la luna escarda peces
y cabalga por los huesos.
(Algo me dice cuánto pesa
imaginar el ave y machucarse los ojos
con la espuma a cuestas)
Al volver / te trepas a la danza memoriosa
y en la esquina del patio que redime a los almendros
dibujas una oda.
Aquí / con lluvia sobre lluvia sobre lluvia
y un sol que se quedó en naranja
mordemos nuestra sed
nos vamos devorando para no quedar sin aire
y haciendo como que no pasa nada
tratamos de inventar un sueño.
Pero solo atinamos a implorar septiembre.