Ana Laura Flores Romero es una jovencita apenas desempacada de la adolescencia. Egresada de la Centenaria Escuela Preparatoria de Jalisco, da sus primeros pasos en el terreno profesional en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño en la carrera de diseño industrial.
“Mi Instagram es @cerealconjugo”, responde a pregunta expresa, luego de enviar una selección de dibujos que incluimos en esta edición de Ágora 127. Y a través de las imágenes y las respuestas se transparenta una jovencita desenfadada, amante de la vida, guiada por sus aficiones.
“No, nunca he estudiado en una escuela de arte; tampoco tuve maestros particulares”, señala, así que la intuición del color, el manejo de la línea, las composiciones de sus trabajos son hijos de la capacidad innata que se forja en la observación, la percepción del entorno y el anhelo irrefrenable de plasmar lo que bulle en las entrañas, el corazón y la cabeza y que traducen hábiles manos.
El gusto por el dibujo nace desde tiempos inmemoriales, según confesión propia, aunque matiza: “Empecé a hacerlo más seguido a mediados de la secundaria”, como un pasatiempo que, paulatinamente, fue transformándose y abarcando “aspectos importantes en mi vida”.
Involucrada en sus nuevas responsabilidades académicas, su gusto por el dibujo tiene cabida en sus planes inmediatos y en el futuro. “No lo veo como mi única profesión, pero sí como algo que me gustaría hacer”.
El observador no puede quedar indiferente ante las imágenes un tanto bizarras y, a la vez, vitales de Ana Laura. Dibujos de colores suaves, discretos, en los que se combinan formas dispares: extraterrestres, zombis, cuerpos descarnados, huesos, personajes estrafalarios salidos de memorias oníricas, de películas al estilo de Tim Burton, muñecas rotas, mujeres sin rostro, híbridos extravagantes e indefinibles.
Colores, imágenes, formas que integran un universo homogéneo, y que traducen el sentir y la percepción de una adolescencia imbuida de su entorno, de sus intereses y de su particular forma de ver el mundo, que aunque en ocasiones pudiera parecer sombría, dispersa, no deja de subrayar la alegría y la vitalidad de la juventud. Dibujos dignos de admirarse y que con mucho gusto presentamos en esta edición de Ágora 127.