Termina la vida
antes que la muerte comience.
Los dolores fatídicos reparas,
el llanto asoma en las ventanas,
la lluvia tu vida resbala.
¿Qué hacer?
Tienes que vivir.
Elige una vida,
una carrera,
un alma gemela
—como si existiera—
un tonto poema
como epitafio.
La muerte es solo otro comienzo.
La vida es un ciclo que termina cuando el alma ha caducado.
Tus botas se hunden en nubes superficiales,
tu voz se pierde en mur-muros disonantes,
tú completo te absorbes en ti,
una y otra vez.
¿Dónde empiezas y dónde terminas?
Para sanar escribes,
cualquier mamotreto escribes.
Para salir entras en lo desconocido:
de rosas dulce néctar,
de piel amargo licor.
Origen y principio.
La causa y el medio.
¿Qué justifica qué?
Buscas debajo de las líneas,
encima de los sueños,
dentro de la sangre,
al borde del vaso.
Entre cabellos
uñas y arrugas.
Pero no hay cura,
sino fin.
Termina la vida.
La muerte,
¡dulce comienzo!
