Como si fueran lágrimas
Las gotas caen para estamparse violentamente sobre el oscuro asfalto.
El cielo se cubre con nubes inconsistentes y dormidas,
empujadas bruscamente por el viento que se arrastra sobre los tejados.
Las casas apenas respiran al otro extremo de la calle,
tras la densa cortina de agua que no deja de fluir.
Las gotas que bajan y se salpican exclaman recuerdos,
imaginan preguntas incomprensibles y cuentan historias de voces.
Voces que no tienen eco.
Voces que no tienen sombra.
Voces muertas que no tienen más qué decir.
Describen sensaciones que se extinguen bajo largas filas
de rostros grises que, vanamente, intentan huir para
recuperar sus palabras diluidas.
Todo está tan mojado que los muros y la pintura barata que los cubre
para formar las estructuras parecen haberse reblandecido.
Los cristales de las ventanas tartamudean y balbuceando
tratan de describir las imágenes precarias y lúgubres del interior.
Apenas sombras y siluetas, ensimismadas y hostiles,
que permanecen en quietud, abstraídas y sumergidas
en el silencio asfixiante, interrumpido sólo por el susurro desesperado
de las gotas que caen para estamparse violentamente
sobre el oscuro asfalto.